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Aquí no puede entrar cualquiera: algunos de los clubes más extraños de la historia
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Aquí no puede entrar cualquiera: algunos de los clubes más extraños de la historia

Casi podría decirse que grupos hay tantos como personas. La historia social no se cuenta sin ellos, pero algunos pasan ahora inadvertidos, como un hueco en esa historia, un extraño vacío que una vez estuvo ocupado

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La historia social no podría entenderse sin la infinidad de acciones que han surgido en lo más íntimo de un grupo. Nos gusta reunirnos, compartir, intercambiar significados. Entendemos que es esta la única forma de que el saber cobre sentido. De hecho, partiendo de esa noción que lo íntimo advirtió de lo colectivo, hoy en día todo a nuestro alrededor gira en torno a la colectividad a pequeña escala. Así podría hablarse de colectivos, sociedades, asociaciones y muchos otros sinónimos de lo que es la convivencia.

La historia social no se cuenta sin ellos, pero algunos pasan ahora inadvertidos, como un hueco en esa historia, un extraño vacío que una vez estuvo ocupado. Casi podría decirse que grupos hay tantos como personas, con sus similitudes y sus particularidades. Sin embargo, los hay especialmente peculiares, o los hubo, porque en algún momento de la historia, de su historia, desaparecieron.

Foto: Skulls & Bones (Fuente: Wikimedia)

No es que haya que irse muy atrás en el tiempo para encontrar que una serie de personas se reúnen entre ellas bajo un motivo que otras muchas no entienden. De hecho, solo hay que, de nuevo, mirar a nuestro alrededor. Eso sí, si existe un tiempo en que los grupos fueron como una fiebre, ese es el que va del siglo XVIII al XIX. Claro que, desde la actualidad, lo observamos con incredulidad, y tal vez si alguno de los que formaron parte de los grupos que se mencionan a continuación levantaran la cabeza, tampoco entenderían nada, por ejemplo, de eso a lo que llamamos 'fandom', es decir, grupos de admiradores de un artista que llevan a cabo actividades y mantienen ciertas pautas especialmente a través de Internet. Pero hubo una vez en que Internet no existió, e inventar era otro rollo. Otro rollo colectivo:

Club de glotones (activo en la década de 1820)

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Antes de que Charles Darwin viajara a las Islas Galápagos y se convirtiera en una figura controvertida por su teoría de la evolución, desarrolló una reputación de aventurero como miembro del Glutton Club de la Universidad de Cambridge. En este club, los estudiantes literalmente se comían lo que investigaban. Sí, como lo oyes… Eran jóvenes deseosos de buscar "aves y bestias que antes eran desconocidas para el paladar humano", como decían.

Su experiencia en el Glutton Club condujo al Darwin a probar más tarde carnes exóticas. Hablamos de animales como el puma, la iguana, los armadillos o la tortuga gigante. Sentimos abrir esta lista con semejante grupo que, por si fuera poco, también trató de hacer de la orina una bebida habitual entre sus miembros, aunque más sentimos decirte que esto no ha hecho más que empezar.

Sociedad de aclimatación (1859)

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La Sociedad de Aclimatación se ubicó en Londres a mediados del siglo XIX. Sus miembros creían en la biodiversidad, pero en la forzada. Es decir, sostenían que los animales y las plantas podían introducirse y adaptarse a cualquier clima con el tiempo… Vamos, otra vez el justificar como fuera las atrocidades de tocarlo todo por el placer humano. No se limitaban a eso, pues también decían que reubicar la biodiversidad de aquí y de allí incluso podría mejorar las especies nativas.

Por supuesto, ignoraron por completo el hecho de que muchas especies habían tardado varios miles de años en adaptarse a su clima original. Y sí, en este caso también se tiraba del factor de alimentación para crear una experiencia más redonda: cocinaron animales como el antílope y las perdices americanas.

El pequeño club (mediados de 1700)

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Según el historiador John TImbs, el Little Club celebraba los cuerpos pequeños, como su nombre ya bien indica. Las invitaciones para acceder a él solo llegaban a aquellos que no superaban el metro y medio de estatura. Nadie que se sentara allí podía llegar con los pies al suelo, y sí tenían que usar taburetes para alcanzar estantes.

Para acomodar a los miembros que cumplían con esto es requisitos, los fundadores crearon un espacio donde los muebles se ajustaban a un tamaño más pequeño, un lugar mucho más seguro. De hecho, la puerta se hizo más baja de la media en un esfuerzo deliberado para que entrar fuera una experiencia incómoda para cualquiera que midiera más de lo permitido. Cualquiera que se golpeara la cabeza con el marco de la puerta se consideraba no calificado para unirse al club.

El club de los trece (1890)

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El Thirteen Club de Nueva York no temía a las supersticiones, esa era su base principal. Para empezar, los miembros se reunían el día 13 de cada mes. En esa línea, organizaban cenas sentados en trece mesas, con exactamente trece elementos en el menú. Poco a poco, lo fueron llevando al límite. Comían pasteles decorados con gatos negros y se divertían rompiendo espejos, derramando sal y socavando todo tipo de supersticiones, en definitiva.

Su amor por el trece les llevó incluso a intentar eliminar el estigma del número, como si de activistas por ello se trataran. Los miembros llegaron a escribir a los jueces de la ciudad para solicitar que determinadas cosas no se hicieran el día trece del mes.

La historia social no podría entenderse sin la infinidad de acciones que han surgido en lo más íntimo de un grupo. Nos gusta reunirnos, compartir, intercambiar significados. Entendemos que es esta la única forma de que el saber cobre sentido. De hecho, partiendo de esa noción que lo íntimo advirtió de lo colectivo, hoy en día todo a nuestro alrededor gira en torno a la colectividad a pequeña escala. Así podría hablarse de colectivos, sociedades, asociaciones y muchos otros sinónimos de lo que es la convivencia.

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