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La Leyenda Roja: creer en nuestro legado histórico con sus defectos y virtudes
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Finalmente somos amigos, antes no

La Leyenda Roja: creer en nuestro legado histórico con sus defectos y virtudes

Los españoles solemos cabalgar dos caballos a la vez, el del escepticismo y el de la decepción, lo que nos otorga cierto halo de masoquismo

Foto: Hernán Cortés (Wikimedia)
Hernán Cortés (Wikimedia)

La suerte es el lugar donde confluyen la preparación y la oportunidad.

Séneca.

Un mito es una idea que, aunque sea creída a nivel popular, es normalmente falsa con independencia de que tenga indicios o visos de apuntar en la buena dirección, pero con todo y con ello, hay que demostrar aquello que lo sustrata, esto es, certificar su integridad científica. Puede bastar también la imperiosa necesidad de creer, con lo cual estaríamos creando lo creído.

Los españoles solemos cabalgar dos caballos a la vez, el del escepticismo (muchos palos en el mismo lomo) y el de la decepción (estamos cansados de monsergas vacías) lo que nos otorga cierto halo de masoquismo. Cuando estamos en modo pasota nos escudamos en la pasión intrínseca a nuestro carácter, una opción fácil, pero con claroscuros, puesto que sacamos de la ecuación lo más importante, el interés más elevado, tal que es España; curiosamente el país en el que vivimos por si no nos hemos dado cuenta.

De seguir así, con la matraca de patio de vecinos, ocurrirá que tendremos que emigrar a las Chafarinas y ahí no cabemos todos; además, cerquita están los marroquís, siempre dando la lata, y no mola. A ver si nos ponemos las pilas, apelamos a la moderación y nos centramos en lo importante, que es reflexionar por qué nuestra enorme casa de todos, se ha ido achicando con el tiempo, y a lo mejor resulta que los responsables habitan entre nosotros y no viven en Marte. ¡Qué agotamiento!

Foto: Ilustración del interior de la Alhambra (Fuente: iStock)

Los aspectos antropológicos que se derivan de esta peculiar habilidad nuestra de entretenernos tocándoselos al vecino de al lado; es que nos quitan la cartera a la mínima de cambio. Pero tranquilos, como decía mi bienamado poeta Leonard Cohen “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz.” Igual un día nos da por pensar sobre el tema, quien sabe.

Y, hablando de quitar la cartera, se me viene a la mollera cómo una gran obra y una empresa de la envergadura que desarrollamos en los pagos trasatlánticos del oeste (tras liberar a los oprimidos Tlaxcaltecas, Totonacas y otros colectivos que lo estaban pasando fatal con la violencia de los Mexicas), deriven en el pienso que alimentó la Leyenda Negra, esa de que éramos malos, malísimos.

Con el debido respeto, al Sr. López Obrador hay que recordarle que Hernán Cortés, y la increíble y fantástica Malinche, liberaron a los pueblos oprimidos de la barbarie de sus antepasados, unos elementos que se comían a los niños (y también a las niñas, que no hacían distinción de género) en truculentos festines caníbales, arrancaban el corazón en vivo a los miles y miles de desgraciados que obtenían de sus indignados tributarios a través del terror puro y duro, etc... ¡Ah! Y que se me olvida, Cortés se tropezó con una guerra civil cuando pasaba por allí.

"Cuando tuvimos que ausentarnos para atender la extrema necesidad de nuestro suelo patrio, cayeron en manos de la nobleza criolla"

Recordar también que todos los males de la actual nación mejicana vienen de otras latitudes (por cierto, latitudes que abarcaban el Virreinato de Nueva España, la matriz de lo que hoy es su gran nación), y que, cuando tuvimos que ausentarnos para atender la extrema necesidad de nuestro suelo patrio en aquel tiempo de turbulencias (Guerra de la Independencia), cayeron en manos de la nobleza criolla que, por cierto, (¡oh milagro!) eran autóctonos, no extraterrestres.

Visto que no supieron defender nuestra herencia ante el “amigo americano” que le expropió más de la mitad del territorio original, me pregunto ¿Quiénes son los malos- malísimos? Dejemos el guiñol para los niños. Insisto, para cerrar este tema, quiero decir que nosotros, cuando pasábamos por allá, nos encontramos de sopetón a muchísima gente cabreada, pero no con nosotros, sino con sus antepasados, los malvados Mexicas y no nos quedó otra que intervenir ante tamaño despropósito. Eso se llama liberación, no Leyenda Negra.

Pero la cosa no va sobre la amnesia del presidente de México, sino de los que taimadamente diseñaron la mal llamada Leyenda Negra, mientras con su malvada hipocresía y márquetin de nota, esclavizaban, violaban, asesinaban en masa y se hacían los suecos y con sus dedos llenos de sangre señalaban hacia nosotros (se llama genocidas a los que traman estas cosas tan feas).

placeholder Lutero (Fuente: iStock)
Lutero (Fuente: iStock)

De los anglosajones, ¿qué vamos a decir?, lo llevan en la reputación que se han labrado. Su riqueza está fundamentada en la miseria de media humanidad.

Pero ahora que me acuerdo hay que traer a estas líneas a nuestros hoy socios y referente en la Comunidad Europea, que cuando se caen se levantan y siguen, nación de increíble resistencia, cuyo desarrollo económico, modelo de buena gestión y hábiles espadachines, entre muchas otras cosas, en el arte del comercio, gentes que asombran a propios y extraños. Alemania, en definitiva, una enseñanza de la que podemos aprender.

Pero, hace más de 500 años, un elemento cuya apasionada aversión a los españoles de entonces, un tal Lutero, un antisemita convicto y confeso del que se nutrió la doctrina nazi hasta el empacho (y mencionado hasta la saciedad por Goebbels en sus panegíricos arios), se llevó por delante a más de 130.000 cabreados campesinos de una tacada. Ocurrió que al ceder inicialmente las tierras de la Iglesia protestante (cosillas de la” Reforma” que acusaba a Roma de corrupción) a los labriegos, que las esperaban con ansiedad, en un giro copernicano, entregó a los señores feudales lo que les había prometido a las castigadas gentes del agro.

Foto: Vikingos en las Rías Vaixas. (Wikipedia)

Obviamente, los ávaros señores de los castillos, que veían como un chollo eso de hacerse con las tierras gratis, defendieron a ultranza sus nuevas propiedades. Viendo el hambre acercarse, el campesinado se vino arriba y comenzó la revolución. Mucha sangre. Mientras tanto, el hipócrita dedo índice de Lutero, ante el follón que se armó entre los amos y los siervos, acusó a los españoles de "alimentar" las revueltas. La epidemia contagió, como quien no quiere la cosa, a los escandinavos, helvéticos (Calvino) y a nuestros amigos holandeses y todos juntos y en unión en plan frikipandi comenzaron a dar la "chapa". Sí, hay que empezar a hablar de la Leyenda Roja.

No debemos de olvidar que la noble Escuela de Salamanca (concepto de soberanía democrática, implantación del derecho internacional, denuncia del totalitarismo, humanismo a raudales) al contrario de lo que el bueno del reformista pre- prusiano propugnaba (una cosa es predicar y otra dar trigo), declaraba en esos tiempos que el poder residía en el pueblo por imperativo divino. Tela… Igual eran comunistas y Marx les robó la patente…

Concluyendo, a este angelito le gustaba jugar al despiste mientras nos acusaba de todos los delitos y alguno más. Vamos a comparar la realidad de las acciones de la Inquisición (lamentable juzgar a un ser humano por su personal pensar) con sus hazañas bélicas de lesa humanidad. Frente a los desatinos de los teutones, holandeses e ingleses, debemos de contestar y, sobre todo, creer en nosotros y nuestro legado con sus defectos y virtudes. La autocrítica es la clave de una sana evolución.

La semana que viene, más Leyenda Roja.

La suerte es el lugar donde confluyen la preparación y la oportunidad.

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