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¿De dónde viene y qué significa la expresión "acabar como el rosario de la aurora"?
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¿De dónde viene y qué significa la expresión "acabar como el rosario de la aurora"?

Estamos concretamente en el siglo XII, y hay que rezar ciento cincuenta avemarías en recuerdo de los ciento cincuenta salmos. Así empezó todo esto, que se dice pronto

Foto: 'El rosario de la aurora', por José García y Ramos. (Wikimedia)
'El rosario de la aurora', por José García y Ramos. (Wikimedia)

Hay frases hechas imposibles de modificar. Frases que han ido trepando el paso del tiempo sin inmutarse, de la misma forma que nosotros tampoco nos sorprendemos al escucharlas aquí y allí. Siempre idénticas, curiosas referencias que, a menudo, ni siquiera desciframos. Nos da igual, porque ya parecen hasta tener aspecto, y las reconocemos sin necesidad de entenderlas, y sabemos cuándo encajan a la perfección. Y, de pronto, nos asalta la duda: ¿Qué estamos queriendo decir? ¿Quién lo dijo primero? ¿Cómo se puso de moda?

Hablemos, por ejemplo, del rosario de la Aurora. Quién sería esa mujer, con su rosario. Cuando suena, siempre parece avisar de mal presagio, todo un lío asegurado. Está claro que el rosario, o Aurora, o los dos, no acabaron muy bien, y así vamos a acabar nosotros si nos descuidamos a no rebuscar en los orígenes de la expresión.

Foto: Fotografía extraída del número 386 (8 de junio de 1935) del periódico 'La Estampa', vía Biblioteca Nacional de España.

"Acabar como el rosario de la aurora", en realidad, no recuerda a ninguna mujer (¿o podría decirse que a todas? Ahora descubrirás por qué), sino que evoca a un pasado en el que se llevaba a cabo una práctica devocional que tenía para rato. Estamos concretamente en el siglo XII, y hay que rezar ciento cincuenta avemarías en recuerdo de los ciento cincuenta salmos. Así empezó todo esto, que se dice pronto.

Rezar sin parar en el siglo XIX

Divulgada por los cistercienses, la curiosa actividad se fue popularizando en la península cristiana, alcanzando su momento de gloria (nunca mejor dicho) en el siglo XIX, cuando se convirtió en la devoción más característica de las familias católicas.

placeholder Preparando el Rosario, por José Rico Cejudo. (Wikipedia)
Preparando el Rosario, por José Rico Cejudo. (Wikipedia)

En concreto, inmersa en este escenario de fe colosal, el rosario de la aurora se convirtió en una procesión en la que se recitaba y se cantaba el rosario por las calles a primera hora de la mañana. Tenía lugar en determinadas fechas señaladas, siendo frecuente sobre todo el primer domingo de mayo y la primera semana de octubre.

¿Pero quién la creó y dio nombre? Pues el mismísimo papa Gregorio XIII. Su idea era conmemorar la victoria de la flota cristiana frente al ejército turco en la batalla de Lepanto en 1571. Siempre se creyó que la Virgen María les había echado una mano, ya que ocurrió el día 7 de octubre.

Una nueva frase en época de revolución

La idea tenía buen potencial, y así, con ella de fondo, no tardaron en proliferar por todas partes las cofradías del Rosario, y fueron estas las que, siguiendo las órdenes del papa repitieron hasta la saciedad aquellas letras que, entre una cosa y otra ya eran un gesto tan típico como para designar algo, servir de nombre, permanecer eterna.

placeholder La Batalla de Lepanto, por Juan de Toledo y Mateo Gilarte. (Wikipedia)
La Batalla de Lepanto, por Juan de Toledo y Mateo Gilarte. (Wikipedia)

La expresión "acabar como el rosario de la aurora" se fraguó en la época de la revolución liberal de 1868 en España, apodada la Gloriosa. Esta revolución dio paso a un período de sutiles libertades democráticas conocido hoy como el Sexenio, que transcurrió entre 1868 y 1874. En aquellos años, el movimiento obrero y la pequeña burguesía irrumpieron en la vida política dando forma a espacio social sin precedentes.

Así, mientras las ideas políticas de estos grupos cogían cada vez más fuerza, la Iglesia continuaba haciendo muestras de su capacidad de influencia, manteniendo costumbres como rezar el rosario colectivamente y en público, tal y como se había hecho siempre. Sin embargo, el rechazo hacia la doctrina disciplinaria de dicha institución para entonces había provocado una ira anticlerical. Buena parte de la población se desató contra esta y otras prácticas, provocando altercados que a menudo tomaron forma de auténticas batallas campales entre devotos cristianos y críticos del carácter autoritario de la religión. De aquellas batallas, ya sabes, este libro infinito de los dichos populares.

Hay frases hechas imposibles de modificar. Frases que han ido trepando el paso del tiempo sin inmutarse, de la misma forma que nosotros tampoco nos sorprendemos al escucharlas aquí y allí. Siempre idénticas, curiosas referencias que, a menudo, ni siquiera desciframos. Nos da igual, porque ya parecen hasta tener aspecto, y las reconocemos sin necesidad de entenderlas, y sabemos cuándo encajan a la perfección. Y, de pronto, nos asalta la duda: ¿Qué estamos queriendo decir? ¿Quién lo dijo primero? ¿Cómo se puso de moda?

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