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Los Juicios de Residencia: un susto de vez en cuando
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Los Juicios de Residencia: un susto de vez en cuando

No eran moco de pavo. El funcionario público las pasaba 'canutas' durante el proceso, pues siempre había algún alterado que lo podía señalar con el dedo índice (o el anular) por temas de rencores dormidos

Foto: Retrato de Alfonso X expuesto en el Alcázar de Segovia (Fuente: Wikimedia)
Retrato de Alfonso X expuesto en el Alcázar de Segovia (Fuente: Wikimedia)

“No se debe de confundir la verdad con la opinión de la mayoría.”

Jean Cocteau.

Aunque data de antes de la presencia de los Reyes Católicos en nuestra historia, esta fórmula descentralizada, mecanismo de control o procedimiento judicial, aportó gran riqueza administrativa a nuestra nación en tiempos pretéritos, no solo a través de la optimización de recursos, sino de la legislación y gestión de la misma.

Ha sufrido transformaciones a lo largo del tiempo, apreciadas por progresistas y denostadas como reinos taifas por cavernícolas conservadores. Sea cual sea la respuesta a la que nos lleve la “razón” de unos u otros o a pesar de ello, somos un país muy entrenado en la navegación en ceñida. Aun con todo y con eso, la nave va...

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Es probable que la fuerte presencia del Derecho Romano en el escenario de nuestras leyes alimentara los primeros pasos de los famosos Juicios de Residencia que hoy nos ocupan. Transcurría el 364 d.C. cuando se creó la figura del Defensor de la Ciudad, cuyo cometido no era otro que el de defender al pueblo de los abusos de poder de los gobernantes.

Siglos más tarde, el derecho castellano asimila muchas de las partes de este “corpus” y es en el compendio de las Siete Partidas, promulgadas por el rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII, donde, tras haber prestado los jueces el juramento previo a la asunción de sus funciones, ejercida su carrera como funcionarios y concluyera su mandato, permanecieran durante cincuenta días en el lugar donde “aplicaran derecho a todos aquellos que de ellos hubiesen recibido entuerto”.

Lo cierto es que los juicios de residencia tenían, más allá de sus fundamentos de ley, algunas connotaciones por los sesgos con los que se usaban entre las partes. Dicho en Román Paladino: si a 'fulanito' le caías mal y te podía hacer una pupa gorda, juicio de residencia al canto.

"El auge de estas 'vendettas' se disparó en la época de los virreinatos, creando verdaderos dolores de cabeza entre los jueces"

El auge de estas “vendettas” se disparó en la época de los virreinatos, creando verdaderos dolores de cabeza entre los jueces, pues al ser los muñidores de las sentencias tenían que convivir entre los condenados ya fueran por causas meramente civiles o penales. Los familiares del reo siempre tienen buena memoria.

El propósito inicial de los Juicios de Residencia era de obligatoriedad insoslayable para los funcionarios públicos que residían o eran nombrados para la buena administración en los virreinatos de la América española. Casi todos los funcionarios de rango pasaban por una criba que daba tembleque por su rigor. Jueces, alcaldes, gobernadores e, incluso, virreyes al finalizar sus respectivos mandatos, debían de tener bien hechas las tareas por si las moscas, aunque no todo se reducía a sacar buena nota. A los corruptos les solía entrar una alopecia galopante si alguien que se la hubiera jurado daba una información que alterase el normal funcionamiento de su sistema digestivo.

"Los liberados de aquellas Horcas Caudinas eran altamente considerados por su probada honradez"

Para evitar desmanes y abusos en la gestión de la administración indiana, se echó mano de una antigua ley castellana que devino eficaz para la Corona Española. Tanto los indígenas como el pueblo llano eran oídos y, las sentencias, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI, fueron más fluidas una vez superados los desmanes iniciales de la conquista. Léase 'Historia verdadera de la conquista de la Nueva España' de Bernal Diaz del Castillo, 'Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe cristiano para gobernar sus estados' de Pedro Ribadeneyra, el Padre Bartolomé de las Casas, etc.

Los Juicios de Residencia no eran moco de pavo. El funcionario público las pasaba 'canutas' durante el proceso, pues siempre había algún alterado que lo podía señalar con el dedo índice (o el anular) por temas de rencores dormidos o agravios sin fundamento. Dicho funcionario debía de residir obligatoriamente en donde ejerciera su cargo hasta ser absuelto (o condenado) y no podía abandonar ni su puesto ni la ciudad donde ejerciera. Además, se le intervenía una cantidad de sus caudales, por si daba lugar a alguna indemnización. Los liberados de aquellas Horcas Caudinas eran altamente considerados por su probada honradez.

Foto: Fuente: iStock
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Hasta el mismísimo Hernán Cortés sufrió un Juicio de Residencia, ya en las postrimerías de su vida, como en muchos casos, basado en envidias y diretes.

Cuando, tras la Invasión Napoleónica, se comenzó a desmoronar aquel imperio donde las estrellas tenían complicado asiento, con los virreinatos sublevados, la península ardiendo y un rey tarado; esta herramienta depurativa, y educativa, del estado acabó en un solemne estado de hibernación.

Cosas que pasan.

“No se debe de confundir la verdad con la opinión de la mayoría.”

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