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¿Cómo sobrevive la amistad al sentimiento de soledad propio de una pandemia?
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¿Cómo sobrevive la amistad al sentimiento de soledad propio de una pandemia?

Vivimos una época marcada por las inseguridades y la desconfianza respecto al otro. ¿Cómo mantener y crear nuevos lazos después de pasar tiempo aislados sintiéndonos solos?

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Tras unas navidades en las que el coronavirus ha vuelto a ser el invitado no deseado, cabe repensar en cómo hemos gestionado a nivel psicológico y emocional esta situación tan complicada que ha interpelado a las relaciones que mantenemos con nuestros familiares y amigos. Otra vez, por segundo año consecutivo, muchas personas se han visto obligadas a pasar la Nochebuena o Nochevieja aisladas. Y no solo durante estas fechas tan señaladas, sino también los días navideños que antaño siempre habían significado reencuentros con amigos en fiestas y en dilatadas sobremesas. Ello ha producido una vuelta al aislamiento social, lo que sin duda ha acrecentado los sentimientos de soledad generalizados entre una población ya muy mermada psicológicamente por estos dos años de pandemia.

De algún modo, muchas personas se han visto forzadas a tirar de una especie de 'individualismo práctico' basado en la autoconvencimiento de que, un año más, había que afrontar otras Navidades sin fiestas ni reuniones con los seres queridos por el bien de todos. Aunque se haya podido amortiguar gracias a videollamadas entre casa y casa, este revulsivo digital de nuestras quedadas sociales no ha podido en muchos casos aplacar la fatiga pandémica y el hartazgo de no poder disfrutar con la presencia física de un amigo o un familiar. De hecho, a la ansiedad social típica de un período de pandemia también se le ha unido una ansiedad de tener que trasladar nuestras relaciones sociales a una pantalla de ordenador o de móvil. Esta es la causa del malestar generalizado frente a problemas como el FOMO digital o su reverso: el estrés originado por tener tantas notificaciones a las que prestar atención.

Todo gira en torno a "leerse como una víctima de la situación, y como tal, el hecho de necesitar que los demás hagan algo por mí, pues yo por mí mismo no puedo"

Ante esta tesitura, a muchas personas no les ha quedado otra que refugiarse en sí mismos y hacer un relato personal de sus propias navidades que les ayudara a pasar de mejor forma el mal trago de estar solo en una época tan dada a los reencuentros y cenas sociales. Y, sobre todo, a construir un informe mental y psicológico sobre los afectos que nos unen a otras personas. Seguramente muchos hayan hecho una 'poda de amigos' al no sentirse tan considerados o compensados con estas relaciones. Del mismo modo, habrán surgido nuevas alianzas. Según la personalidad de cada uno y la calidad de la amistad, habremos dejado de lado a unos y a otros y, a su vez, apostado por nuevas personas que han llegado a nuestra vida. Pero todos, al fin y al cabo, coincidimos en lo mismo: no es una buena época para las relaciones, pues estas inevitablemente se han resentido ante esta situación tan desfavaroble.

Fantasmas por todas partes

Ahora bien, la postura que tomamos al respecto marca la diferencia. "En consulta ha venido mucha gente con problemas para relacionarse", asegura Mónica Pereira, psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP), quien reconoce a este diario que efectivamente ahora es mucho más difícil hacer amigos que antes debido, en parte, a la sensación de soledad imperante. "Aunque tengan personas a su alrededor, les resulta muy difícil interactuar con ellas. Pero, en realidad, aunque la mayoría de nosotros tengamos y hayamos tenido muchas menos interacciones, seguimos conservándolas, ya sea yendo a comprar o a trabajar. Sin embargo, vamos como si fuéramos fantasmas a todas partes".

"Existe mucho miedo a la decepción a la hora de entablar nuevas amistades o de cuidar las ya existentes, basado en el temor a que te hagan lo mismo que aquellos que te dejaron de lado"

¿A qué se debe este pesimismo ante las relaciones que tenemos, ya sean profundas o más superficiales? Para Pereira, todo gira en torno a "leerse como una víctima de la situación, y como tal, el hecho de necesitar que los demás hagan algo por mí, pues yo por mí mismo no puedo". Por ello, entramos en conflicto, tanto con nosotros mismos como con nuestras relaciones. Para que eso no suceda, "habría que considerarnos como supervivientes, pues esto conlleva tomar partido para sobrevivir a un problema, no esperar a que venga alguien a salvarte, en este caso, la gente de tu entorno".

La psicóloga asegura que existe mucho miedo a la decepción a la hora de entablar nuevas amistades o de cuidar las ya existentes, "basado en el temor a que te hagan lo mismo que aquellos que te dejaron de lado". En una época en la que nos hemos podido sentir muy solos, ya sea por el aislamiento social o porque hemos dejado a gente en el camino, es muy humano pensar que no recibiremos el apoyo que necesitamos. Y esto, como reitera la experta, "nos puede llevar a tirar la toalla con las relaciones, que siempre implican un sentido de lucha a la hora de mantenerlas y gestionarlas".

De la dejadez al reproche

Ante este cúmulo de sensaciones de soledad, nuestras amistades pueden resentirse por las inseguridades o, como decíamos, el miedo a ser rechazado. Y en este punto, las dos salidas más comunes a este conflicto pasan por la dejadez o por el reproche exacerbado. "Si estás un poco 'pachucho' emocional o psicológicamente, tal vez desees no hacer nada por salir al exterior, básicamente porque no te apetece hacer el esfuerzo", explica Pereira. "Y, por otro lado, cuando nos sentimos o estamos solos tendemos a centrarnos mucho en nosotros mismos y creemos cualquier pensamiento negativo que nos viene sin reparar en su veracidad. Entonces, podemos caer en el error de pensar que el otro es el malo, porque tenemos una necesidad emocional que no nos está cubriendo".

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Seguramente el lector tenga pendiente una llamada con más de un buen amigo al que hace tiempo que no habla. "En el primer caso, cuando surge esa dejadez, es muy importante intentar retomar el contacto y no tener miedo a volver a interactuar con esas personas que nos generan bienestar", asegura la psicóloga. "Si me he aislado emocionalmente durante una semana, por ejemplo, y he descuidado los mensajes que me han enviado o no he respondido a las llamadas, no hay que caer en la culpabilidad de pensar que ahora no voy a escribirle porque no le respondí. Hay que pensar por las dos partes de la relación, ya que salen beneficiadas del encuentro".

La otra vía, la del enfado o la del reproche exacerbado, "lo que está hablando de ti es una carencia personal", sintetiza Pereira. "Hay personas que no saben vivir en soledad y creen que su valor como persona es el que le dan sus amigos y conocidos, de ahí que se pongan tan exigentes. Con el reproche, quieren que reacciones de una manera diferente y por ello te echan la bronca, lo que produce el efecto contrario. Se te quitan las ganas de volver a tener contacto con esa persona que cada vez que le hablas te echa una bronca". La experta diferencia entre "verbalizar el malestar", lo cual es positivo, y "regañarte por ese malestar", como efecto de "volvernos demasiado exigentes al esperar que el otro sepa lo que necesito, cuando no lo sabe".

"La indefensión que puedes sentir te puede llevar a pensar que no tiene sentido ni levantarte de la cama, porque... ¿para qué?".

"Si persevera en su regañina lo mejor es dejarlo estar y decir: 'cuando estés más tranquilo, hablamos, porque no quiero recibir broncas'", recalca la psicóloga. El problema de este tipo de relaciones es que si se cronifica este comportamiento tienden efectivamente a desaparecer. "El que se queda enganchado en su reclamo acaba dejándonos de interesar porque pone su malestar en nuestra responsabilidad, lo cual no es nada sano".

La 'esquinita' personal de cada uno

Si reparamos en el contexto, el 'cocktail psicológico' se vuelve peor aún, ya que mucha gente ha tomado medidas severas para restringir sus interacciones sociales durante semanas esperando llegar a esa 'tierra prometida' sin estar contagiado que era la navidad. Sin embargo, han terminado contagiándose igual, muchas veces el día antes del inicio navideño, lo que ha derivado en una profunda frustración de no poder disfrutar de sus seres queridos a pesar de todos los sacrificios.

"Si hagamos lo que hagamos el resultado al final es negativo, acabamos por no hacer nada"

"Algunos han seguido con su vida como si nada debido a la desesperación de no encontrar una salida a la situación y otros, los que han sido muy cuidadosos y aun así se han contagiado igual, ellos son los que se han llevado el varapalo más grande", admite Pereira. "Cuando tú te quedas en casa es porque intentas controlar la situación, pero si ocurre lo mismo aunque no lo hicieras, genera una sensación en el individuo de no poder hacer nada por cambiar las cosas que le lleva a querer tirar la toalla. Y este sentimiento es muy peligroso, pues muchas depresiones aparecen así. La indefensión que genera te puede llevar a pensar que no tiene sentido ni levantarte de la cama, porque... ¿para qué?".

Esta indefensión, a su vez, suele derivar en una posición de parálisis frente a todo. "La gente acaba recluyéndose en su esquinita, indefensa y asustada", concluye la psicóloga. "Esto es algo biológico y evolutivo, se han realizado experimentos con animales y hacen los mismo. Si hagamos lo que hagamos el resultado al final es negativo, acabamos por no hacer nada". Por ello y como conclusión, Pereira anima a no tirar la toalla, pues como decíamos antes, las relaciones humanas exigen esfuerzo y, en muchos casos, son una lucha constante. "Hay que relativizar, lo primero, para no convertir cada cosa que se nos pasa por la cabeza en el fin del mundo". Y, en segundo lugar, volver a llamar a aquel amigo con el que ya no hablas sea por una cosa o por otra, por dejadez o desilusión. Al fin y al cabo, los dos saldréis ganando frente a este sentimiento de soledad generalizado.

Tras unas navidades en las que el coronavirus ha vuelto a ser el invitado no deseado, cabe repensar en cómo hemos gestionado a nivel psicológico y emocional esta situación tan complicada que ha interpelado a las relaciones que mantenemos con nuestros familiares y amigos. Otra vez, por segundo año consecutivo, muchas personas se han visto obligadas a pasar la Nochebuena o Nochevieja aisladas. Y no solo durante estas fechas tan señaladas, sino también los días navideños que antaño siempre habían significado reencuentros con amigos en fiestas y en dilatadas sobremesas. Ello ha producido una vuelta al aislamiento social, lo que sin duda ha acrecentado los sentimientos de soledad generalizados entre una población ya muy mermada psicológicamente por estos dos años de pandemia.

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