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La historia del mecanismo de Anticitera, el primer ordenador del mundo
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un oopart fascinante

La historia del mecanismo de Anticitera, el primer ordenador del mundo

Es el único ejemplar que conservamos, sin embargo Cicerón habla de ellos. Está rodeado de misterio, pues no se sabe cuándo dejaron de construirse estos aparatos tan avanzados

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Imaginemos por un momento que eres un experto arqueólogo y te encuentras, en medio de una excavación en Turquía, unas deportivas Nike. O una lata de Coca-Cola, sin ninguna explicación. Lo normal es que pienses que alguien, por casualidad, las ha dejado ahí, pero siempre queda la incertidumbre sobre si nuestros antepasados eran, en realidad, muy diferentes a la imagen que tenemos de ellos.

Por eso, quizá, este tipo de objetos alejados de su tiempo se llaman 'oopart' o, para entenderlo mejor, artefactos fuera de lugar. Un término acuñado por el estadounidense Ivan T. Sanderson para denominar todos aquellos objetos de interés histórico, arqueológico o paleontológico que se encuentran en un contexto muy inusual o aparentemente imposible, que desafiaría la cronología de la historia tal y como la conocemos.

Fue diseñado para predecir posiciones astronómicas y los eclipses de hasta diecinueve años con propósitos astrológicos, así como la fecha exacta de seis certámenes griegos antiguos

Del pájaro de Saqqara a la Batería de Bagdad, en muchas ocasiones se han encontrado ooparts falsos y se les ha dado una explicación más o menos plausible según la credulidad de cada uno. Uno de los casos más famosos de oopart de la historia es el del llamado mecanismo de Anticitera. O, como muchos expertos también denominan, "el primer ordenador del mundo". Un ejemplo de que no debemos subestimar de ninguna manera la inteligencia de aquellos que nos precedieron, pues gracias a ellos estamos aquí.

Foto: ¿Un dinosaurio conviviendo con humanos en Camboya? (iStock)

Pero, ¿qué es el mecanismo de Anticitera? Se trata de algo así como un ordenador analógico, creado en la Antigua Grecia. Fue diseñado para predecir posiciones astronómicas y los eclipses de hasta diecinueve años con propósitos astrológicos, así como la fecha exacta de seis certámenes griegos antiguos, entre los que se encuentran los cuatro principales juegos Panhelénicos.

Tuvieron que existir más, pues Cicerón habla de ellos. Lo más curioso en esta historia fascinante es que en algún momento dejaron de construirse estos aparatos tecnológicos tan avanzados, y no sería hasta 1.600 años después, cuando en Europa se desarrollaron los relojes astronómicos.

El mecanismo fue descubierto a principios del siglo XX en el mar Egeo, más concretamente en las aguas que rodean el islote griego de Anticitera. Tardó más de un siglo en ser desentrañado, y presentaba un aspecto muy similar al que hace funcionar los relojes de pulsera. Como no tenemos pruebas de otros pese a lo que dijera Cicerón, se trata de un objeto único con una complejidad impresionante y decenas de engranajes.

El problema es que cuando se encontró no estaba en buen estado y solo sobrevivieron 82 fragmentos

El problema es que cuando se encontró no estaba en buen estado y solo sobrevivieron 82 fragmentos (lo que equivale aproximadamente a un tercio del dispositivo). El mecanismo en su origen funcionaba mediante la rotación de una manivela (actualmente perdida) que se conectaba por medio de un engranaje en forma de corona a otro engranaje de mayor tamaño.

En 2005 se conoció una parte del misterio. La parte posterior, reconstruida, presenta una descripción del cosmos que muestra el movimiento de cinco planetas (que se conocían obviamente en el momento en que se construyó el artefacto).

placeholder Parte del mecanismo. (Wikimedia commons)
Parte del mecanismo. (Wikimedia commons)

Michael Wright, especialista en ingeniería mecánica del Museo de Ciencia de Londres, descubrió al estudiar el mecanismo que podía reproducir los movimientos del Sol y la Luna con exactitud, empleando un modelo epicíclico ideado por Hiparco, además de otros planetas como Mercurio y Venus, empleando otro modelo también epicíclico y derivado de Apolonio de Pergamo, según informa el sitio web 'Proyecto Idis'.

Los científicos tuvieron que reconstruir su composición completa mediante rayos X, para comprender cómo funcionaba

Pero aún quedaba la parte delantera que seguía siendo un enigma. Los científicos tuvieron que reconstruir su composición completa mediante rayos X, para comprender cómo funcionaba. En marzo de este año, varios medios se hicieron eco de la brillantez del objeto descubierto: se descubrieron dos fechas en una de las placas (462 y 442 años, que, usando métodos matemáticos de Parménides, son los ciclos planetarios de Venus y Saturno.

Además, utilizando los engranajes que se conservan, consiguieron modelar por ordenador un nuevo engranaje que encaja en la máquina y al moverse permite calcular esos ciclos planetarios. Lo siguiente será reconstruirlo físicamente con todas las piezas para ver si funciona.

Lo más probable es que se perdiera en el océano cuando se llevaba a Roma, junto con otros tesoros, para la celebración del triunfo de Julio César

Es un proceso lento, dada la complejidad del mecanismo, pero sin duda merece la pena. Sin embargo, la duda más interesante sigue en el aire y quizá nunca podamos resolverla: cómo es posible que los griegos crearan hace tanto tiempo un artefacto tan sumamente sofisticado (concretamente en la segunda mitad del siglo II a.C). La teoría más aceptada es que el concepto del mecanismo se originó en las colonias de Corinto y que se perdió en el océano cuando se llevaba a Roma, junto con otros tesoros, para la celebración del triunfo de Julio César.

¿Quizá parte del conocimiento de los griegos se perdió pero otra se logró transmitir de generación en generación hasta finalmente 'reinventarse' de nuevo estos mecanismos muchísimos siglos después? Por ahora sigue siendo un absoluto enigma. Pero también en ello reside parte de su fascinante encanto.

Imaginemos por un momento que eres un experto arqueólogo y te encuentras, en medio de una excavación en Turquía, unas deportivas Nike. O una lata de Coca-Cola, sin ninguna explicación. Lo normal es que pienses que alguien, por casualidad, las ha dejado ahí, pero siempre queda la incertidumbre sobre si nuestros antepasados eran, en realidad, muy diferentes a la imagen que tenemos de ellos.

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