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Los casos de canibalismo más desconocidos de la historia
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Los casos de canibalismo más desconocidos de la historia

La mayoría de ellos se produjeron en un contexto en el que la supervivencia lo exigía, pero: ¿qué sintieron y pensaron aquellas personas que probaron la carne humana?

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Cuando pensamos en casos de canibalismo, el más popular, al margen de las clásicas historias de terror, es el sucedido después del accidente del avión Fairchild Hiller 227 de la Fuerza Aérea Uruguaya producido el 13 de octubre de 1972 en los Andes. A raíz de la extraordinaria película '¡Viven!', dirigida por Frank Marshall y protagonizada por John Malkovich y Ethan Hawk, descubrimos que en las circunstancias más duras incluso hasta los hombres más modernos pueden llegar a recurrir a la antropofagia para sobrevivir.

Por ello, cabe preguntarse por otros casos históricos que no son tan conocidos en los que, ya sea por una cuestión de supervivencia o por un macabro gusto, los seres humanos han llegado a comerse cuerpos de su misma especie. ¿A qué sabe la carne humana? "No se parecía a ninguna otra que hubiera probado en mi vida, era como una buena ternera", comenta William Seabrook, un periodista que llegó a practicar el canibalismo durante sus viajes al África Occidental en la década de 1920. "Ningún paladar con una sensibilidad normal y corriente la habría podido distinguir de la carne de vaca", resaltó. Si tienes curiosidad y no eres especialmente escatológico, aquí van una serie de casos, recopilados por la revista 'Mental Floss', en los que el menú principal no era pollo, pescado o pavo; sino más bien humanos.

Los colonos de Jamestown

Se trata de uno de los episodios más oscuros de la historia estadounidense. Fundado en 1607, el asentamiento inglés de Jamestown fue el hogar de 104 colonos de los que solo llegaron a sobrevivir 38 una vez pasado el invierno. Las enfermedades, la sequía y las pésimas condiciones agrícolas obligaron a los colonos a ingerir todo tipo de cosas para continuar con vida.

"Reyes, sacerdotes y científicos ingerían hace siglos preparados que contenían huesos humanos, sangre y grasa para frenar la epilepsia o los dolores de cabeza"

Tanto es así que según George Percy, uno de ellos que se tomó la molestia de narrar todo lo que sucedía, la gente podía llegar a comerse sus propias botas. Pero otros prefirieron la carne humana al cuero: "Hacían cosas que parecían increíbles, como desenterrar cadáveres de muertos de las tumbas y comérselos", escribió el propio Percy. "Y algunos lamían la sangre que caía de sus compañeros moribundos". Muchos no tomaron en serio las declaraciones del colono, hasta que en 2012 un grupo de arqueólogos descubrió los huesos de una niña de 14 años cuyo cráneo estaba abierto, sentando la evidencia de que había sido canibalizada.

Una buena (y apetitosa) momia

A veces, para ser caníbal no hace falta ingerir un muslo o un brazo de ser humano. También cuentan los cadáveres momificados. "En los siglos XVI y XVII, muchos europeos, sobre todo reyes, sacerdotes y científicos, ingerían de forma rutinaria preparados que contenían huesos humanos, sangre y grasa con fines medicinales, tanto para tratar dolores de cabeza como epilepsia", repasa la revista 'Smithsonian'. De hecho, los restos en polvo de las momias egipcias se recetaban para contener las hemorragias internas, los coágulos sanguíneos o los problemas menstruales. Una de las pociones sanadoras favoritas del rey Carlos II mezclaba cráneos humanos en polvo con alcohol.

'La balsa de Medusa'

Todos los aficionados al arte conocerán el histórico cuadro 'La balsa de Medusa' de Théodore Géricault (1819). Lo que seguramente no sepan es de qué truculenta historia recibe su inspiración. En este conglomerado de historias caníbales, no podía faltar una de aquellos hombres que por circunstancias del destino se lanzaron a la mar y en cierto momento se quedaron sin alimento, teniendo que recurrir a la carne humana.

placeholder 'La balsa de Medusa', de Théodore Gericualt (1819), expuesto en el Louvre.
'La balsa de Medusa', de Théodore Gericualt (1819), expuesto en el Louvre.

A principios de 1816, después de que las guerras napoleónicas le dieran a Francia el control de Senegal, la fragata francesa 'Méduse' navegó hacia el sur de África para llegar hasta su nuevo territorio colonial. Pero a cincuenta millas de la costa, el barco encalló, con la mala fortuna de que no había suficientes botes salvavidas para los 400 pasajeros que había a bordo.

Foto: 'La balsa de la Medusa', de Théodore Géricault (Óleo sobre lienzo, 1819)
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Los 147 que pudieron salvarse y cogieron una de estas embarcaciones de emergencia, remolcaron una balsa improvisada con más supervivientes. Sin embargo, alguien tomó la decisión de cortar la cuerda que les unía al resto de botes, provocando que este bote navegara a la deriva, sin rumbo fijo, durante trece días. La gente moría, ya fuera por asesinato, al ser arrojada por la borda o por inanición. Al final, los únicos quince supervivientes de aquella embarcación reconocieron que se volvieron caníbales para sobrevivir y se bebieron su propia orina.

Una expedición al Polo Norte

En 1845, un explorador llamado John Franklin se propuso cruzar el Polo Norte y dar con el Paso del Noroeste, el cual se hallaba entre el estrecho de Davis y el estrecho de Bering, es decir, el trozo de agua que se encuentra entre el océano Atlántico y Pacífico. Para su expedición, decidió llevar dos barcos, el Terror y el Erebus. Pero escogieron una mala época del año para cruzar el Ártico, ya que las bajas temperaturas primaverales hicieron que ambas embarcaciones se quedaran atascadas por el hielo en el estrecho de Victoria, en la región de Nunavut. Hasta un año entero estuvieron los barcos atracados en el hielo, tiempo en el que la tripulación perdió la esperanza y fue muriendo a cuenta gotas.

El capitán falleció en junio de 1847, dos años después de haber salido de Inglaterra. Muchos de los marineros abandonaron los barcos y atravesaron el hielo hacia el continente, pero nunca más se volvió a saber de ellos. Años más tarde, otro explorador, Charles Francis Hall, preguntó por ellos a la tribu indígena más próxima al suceso. "A muchos les cortaron la carne para comérsela", escribió el explorador. En 2015, más de un siglo después, un grupo de científicos corroboró la teoría de los indígenas al encontrar cráneos y huesos con marcas de cortes que evidencian que se practicó el canibalismo.

Cuando pensamos en casos de canibalismo, el más popular, al margen de las clásicas historias de terror, es el sucedido después del accidente del avión Fairchild Hiller 227 de la Fuerza Aérea Uruguaya producido el 13 de octubre de 1972 en los Andes. A raíz de la extraordinaria película '¡Viven!', dirigida por Frank Marshall y protagonizada por John Malkovich y Ethan Hawk, descubrimos que en las circunstancias más duras incluso hasta los hombres más modernos pueden llegar a recurrir a la antropofagia para sobrevivir.

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