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Hitchcock no hubiera triunfado tanto en Andalucía: la curiosa historia de las persianas
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De Venecia a Alicante

Hitchcock no hubiera triunfado tanto en Andalucía: la curiosa historia de las persianas

Contar el origen de unas láminas que tapan el sol en las ventanas puede sonar, 'a priori', bastante aburrido. Nada más lejos de la realidad

Foto: Foto: Carmen Castellón.
Foto: Carmen Castellón.

Desconozco, querido lector, si ha llegado a este texto a través de la portada de El Confidencial, de Google o de redes sociales; lo que está claro es que nadie le ha obligado a estar aquí, usted quería saber algo más sobre las persianas y ha entrado libremente. Lejos de juzgarle, me congratulo y le entiendo: es el momento perfecto para hablar de persianas. En tiempos de incertidumbre necesitamos agarrarnos a las pocas certezas que nos han acompañado siempre, y las persianas son una de ellas. Un objeto tan afianzado en el día a día de los españoles que su nombre, persiana, no cuenta con un sinónimo claro para ir intercalándolo en este artículo y aliviar al lector de leer la misma palabra tantas veces. Le pido disculpas por adelantado.

Las persianas son mucho más que una estructura de PVC o de aluminio para tapar el sol: forman parte de nuestros movimientos rutinarios durante el día, de la cultura y los valores sociales, que han determinado su uso, del clima, que ha influido en su enorme presencia en unos países y nula en otros, y del arte, porque Hitchcock no se hubiera podido plantear un argumento como el de 'La ventana indiscreta' con el protagonista escayolado mirando a los vecinos de veraneo en Andalucía en vez de en Nueva York.

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Foto: iStock.

La historia no se puede explicar sin mencionar antes la de su hermana mayor: la ventana, que aparece en la vida de los seres humanos hace cinco o seis milenios, probablemente en el Próximo Oriente o en el Valle del Indo, con la creación de los primeros núcleos de población importantes en los que se diferenciaba el espacio público del privado y en los que las viviendas empezaban a contar con varias estancias diferenciadas dentro de ella. La evolución de la ventana a lo largo de los siglos, que merecería tema propio, ha ido definiendo a sus acompañantes. La mejora de los elementos arquitectónicos de los edificios, sobre todo los religiosos, permitió la apertura cada vez mayor de vanos en muros, que terminó dando lugar a la necesidad de cubrirlos.

Foto: De todos los tipos, para todos los gustos. (iStock)

Pero, además de una mejora arquitectónica para abrir los muros y que entrara la luz, las ventanas tenían que dar otro salto para la llegada de las persianas modernas: un tamaño y una forma que se fuera estandarizando. Según el Doctor en Historia Jose Luís Simón García "los mecanismos como la persiana se adaptan bien a formas regulares, como el cuadrado y el rectángulo" con la consecuente mejora del coste de producción. El profesor, que en 2009 publicó un interesante trabajo sobre la historia de las ventanas y las persianas, considera que esa estandarización "se produce a nivel general tras la Revolución Francesa y la aparición del 'apartamento', cuando la vieja nobleza tiene que alquilar por partes sus palacios para seguir subsistiendo". En ese mismo trabajo explica los motivos por los que la forma cuadrada de la ventana se termina consolidando tras la llegada de la arquitectura renacentista:

  1. Facilita la apertura de huecos cada vez mayores en la fachada sin que suponga una merma en la estructura del edificio.
  2. Posibilita una composición de edificio más armónica.
  3. Permite la instalación de hojas de cierre acristaladas.

Con el hueco creado y la forma clara, llega el momento definitivo de la persiana. Aunque la primera patente parece ser de un inglés, Edward Bevan en 1769, en Londres, Simón García sitúa el origen de las primeras entre los siglos XVII y XVIII. En algún momento de la segunda mitad del siglo XVIII, las ahora conocidas como persianas venecianas aparecen en la ciudad italiana debido al comercio y la influencia persa a través del imperio Otomano. Consisten en "un sistema de láminas de madera con unas poleas para su inclinación y plegamiento en la parte alta" que se colocan en el interior de la ventana y permiten regular el paso de la luz mucho mejor que los cortinajes que había hasta el momento. Es a partir de ahí, cuando en Italia, Francia y España, estos utensilios para tapar la luz (y los que irán evolucionando con el paso de las décadas) se empiezan a denominar 'persianas', que viene del francés 'persienne', y que en ambos idiomas significa "que procede de Persia".

Hay países europeos en los que no ves una y otros en los que es imposible vivir sin ella

La implantación en Europa de estos mecanismos es muy desigual, y sigue siendo muy curioso ver a día de hoy cómo en el mismo continente hay países en los que es muy complicado ver una y otros en los que es prácticamente imposible vivir sin ella. Estas grandes diferencias se explican en parte por lo más evidente: el clima y las horas de luz de cada zona, pero también por una cuestión cultural, ya que, como apunta Simón, "el mundo luterano considera la necesidad de mostrar la rectitud y moralidad de sus seguidores hasta en el interior de las casas, donde no hay nada que ocultar".

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Foto: iStock.

En el siglo XIX las persianas sufren una importante mejora tecnológica gracias a los cepillos de moldurar, que permiten perfiles y juntas cada vez más precisas. A finales de ese mismo siglo, tal y como destaca Jose Luís Simón García, se produce también "una fuerte irrupción de la carpintería metálica" que influiría en su salto desde la tradicional madera a otros materiales.

Ya en el pasado siglo las persianas que nos encontramos son todas bastante reconocibles, cobran importancia la mallorquina, rígida y con las lamas en un marco para su movimiento, y la alicantina, que es enrollable mediante un sistema de ganchos y una polea en la parte superior. Junto a ellas, la denominada dentro del sector como persiana americana, la más frecuente en las viviendas de las ciudades, que destaca por tener un cajón superior de metal o PVC donde las lamas quedan ocultas cuando se sube.

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Foto: iStock.

La zona de Sax y Alicante juegan un papel fundamental en el desarrollo de la persiana durante todo el pasado siglo. Se inventa y desarrolla la “cortina oriental” en SEGISA, la primera fábrica como tal en Alicante, de la cual parten todas las fábricas actuales. La zona tiene, a día de hoy, un importante porcentaje de la producción muy importante a nivel nacional.

Aunque en las casas de los pueblos o en las segundas residencias todavía encontramos todo tipo de fórmulas para evitar la entrada de la luz y del calor cuando pega fuerte (contraventanas o persianas de madera son las más frecuentes), generalmente en grandes núcleos de población y en pisos de varias alturas el rey fue, es y será la persiana americana, que empezó a entrar poco a poco en España tras la II Guerra Mundial. Son las más prácticas, pero no las más bonitas. Una pena.

Otro día hablamos de la guerra entre cortinas y estores.

Desconozco, querido lector, si ha llegado a este texto a través de la portada de El Confidencial, de Google o de redes sociales; lo que está claro es que nadie le ha obligado a estar aquí, usted quería saber algo más sobre las persianas y ha entrado libremente. Lejos de juzgarle, me congratulo y le entiendo: es el momento perfecto para hablar de persianas. En tiempos de incertidumbre necesitamos agarrarnos a las pocas certezas que nos han acompañado siempre, y las persianas son una de ellas. Un objeto tan afianzado en el día a día de los españoles que su nombre, persiana, no cuenta con un sinónimo claro para ir intercalándolo en este artículo y aliviar al lector de leer la misma palabra tantas veces. Le pido disculpas por adelantado.