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De Arabia Saudí a México: las persianas españolas conquistan (por fin) el mundo
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CUANDO LA OSCURIDAD VENCE A LA LUZ

De Arabia Saudí a México: las persianas españolas conquistan (por fin) el mundo

Todo el que haya viajado a otro país europeo habrá sufrido los hoteles sin persianas, donde la luz te golpea en los ojos a las cuatro de la mañana. Buenas noticias: eso está cambiando

Foto: De todos los tipos, para todos los gustos. (iStock)
De todos los tipos, para todos los gustos. (iStock)

“No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” es un adagio utilizado frecuentemente para hablar de la pérdida amorosa, pero que parece ideado para referirse a algo al menos tan importante en nuestras vidas como el amor: las persianas. “Joder que si las echo de menos”, me cuenta Raúl Ávila, un ingeniero informático de 39 años que lleva un lustro viviendo en Londres. “Es un horror. Yo era de cerrar a cal y canto y no consigo aislarme de la luz por completo, sobre todo en verano, que amanece a las tres y media”, prosigue, insistiendo en que le cite con su nombre. “A veces he pensado si alguien aquí habrá probado a montar un negocio de persianas, y mi conclusión es que seguro que sí, pero por algún motivo no quieren tenerlas”.

El desesperado emigrante ha tocado el punto sensible del 'persianaffair': por qué uno de los accesorios más populares en España, a todas luces útil allá donde el sol brille, no ha gozado de la misma difusión en el extranjero y sí otras exportaciones menos eficaces como, por ejemplo, Julio Iglesias. Tenemos buenas noticias para él. El crecimiento del sector persianero español se ha producido, desde la crisis, en un mercado exterior que está venciendo sus prejuicios culturales. Según los datos proporcionados por ICEX España Exportación e Inversiones entre 2008, año cero de la crisis, y 2017, el valor de las exportaciones de persianas ha aumentado desde los 24 millones de euros hasta los 36.

Durante mucho tiempo, en el norte no entendían las persianas, querían luz y calor, pero con el aumento de las temperaturas se han disparado las ventas

Antonio Sánchez, 'international managing director' de Persax, empresa ubicada en Alicante, explica que hoy el 40% de su negocio es el mercado exterior, su principal vía de crecimiento. “Aunque ya exportábamos desde los años noventa, suplimos la crisis en el mercado nacional con el internacional”, explica. Otras empresas, como Gaviota Simbac, dedicada a toldos y persianas, están asentando su crecimiento (Gaviota Simbac, un 20% más de facturación en 2017) en las ventas al extranjero, en Europa, América y el norte de África.

No es que la persiana, en sus múltiples variantes y más allá de la 'monoblock' tan vista en los centros de las ciudades, chalés y apartamentos playeros, sea exclusiva de España. Nuestros vecinos portugueses y franceses también adoptaron una 'cultura de la persiana', por lo que los mercados más interesantes son aquellos de herencia cultural española, portuguesa o gala. En el plano de exportaciones de la compañía figura con letras doradas Portugal, claro, pero también Brasil, México, Chile, Argelia o incluso los Emiratos Árabes, cada uno por sus motivos.

Velux es una compañía danesa especializada en ventanas para tejados con presencia en 11 países, entre ellos España, que también ha notado el imprevisto auge de las persianas. En su caso, en Europa. “Hay un factor cultural muy grande, pero los últimos años notamos que se demandan más en otros países”, desvela María José Choclan, directora de Marketing. “Han surgido varios países persianeros, como Francia, Italia, Austria, Suiza y Bélgica”. La gran sorpresa viene de las naciones protestantes del norte de Europa, el paraíso de la transparencia por antonomasia. Como explica Choclan, las ventas en Países Bajos se han incrementado en un 30% durante el último año. “Antes no entendían la utilidad de la persiana, ellos lo que querían era luz y calor”, recuerda Choclan. Pero algo está cambiando.

Cerrados al mundo

Para Belén Hermida, decana del Colegio de Arquitectos de Madrid, la expansión de este accesorio que durante mucho tiempo parecía circunscrito a nuestro país es otra consecuencia más de la globalización, que fomenta el eclecticismo en el diseño. “Para nosotros, es un elemento tan conocido que lo damos por hecho”, explica. “Pero hay que recordar que es un sistema que funciona bien y que es muy apreciado fuera”. Buenas soluciones para problemas cada vez más acuciantes. Por ejemplo, el cambio climático.

México nunca tuvo cultura de persiana y en la última década se ha subido al carro por cuestiones de seguridad

“Si estás a 45 grados, la demanda se dispara. Es trágico, pero es verdad”, recuerda Choclan en referencia a los países del norte de Europa. Holanda, por ejemplo, confirmó 2.966 muertes durante la ola de calor del pasado mes de julio. Aunque no todas ellas sean imputables a las altas temperaturas, sí son 400 más que en cualquier otra semana del verano. Las ventas se dispararon durante el mes de junio en países como Francia o Bélgica. Este último, de hecho, ha sido uno de los países con un mayor crecimiento: un 1.405% entre 2008 y 2017. A veces, el estor o la cortina no son suficientes.

Hay algo que los españoles solemos olvidar cuando hablamos de persianas, y es que su funcionalidad es mucho más diversa que limitarse a detener rayos de sol y miradas furtivas. El crecimiento en los países latinoamericanos, por ejemplo, se debe ante todo a la seguridad. Las persianas de aluminio de extrusión vendidas por Persax en las Antillas y el Caribe, además de algunas zonas del Índico, permiten aguantar vientos de hasta 300 kilómetros por hora. Algo clave en época de huracanes. Este “mercado de herencia francesa y española”, en palabras de su director internacional, tiene excepciones: México nunca tuvo cultura de persiana y ahora es uno de sus principales adeptos, entre otras razones, para protegerse de los robos en uno de los países con mayor índice de criminalidad.

Argentina, Chile o Uruguay son otros destinos ideales, lugares cercanos al trópico y con “una cultura de la persiana importante”. Según los datos de ICEX, el mercado de exportaciones saltó desde los 1.142.700 euros a 3.412.610 en Latinoamérica entre 2008 y 2017. Fue la primera pica en Flandes, o, mejor dicho, el primer estor en Montevideo, donde, como recuerda Sánchez, el 99% de viviendas tiene persiana. También ocurre en otras ciudades brasileñas, como Sao Paulo o Porto Alegre. No hay más que echar un vistazo a los datos para darse cuenta de que Brasil es probablemente el mercado exterior más suculento.

La fórmula para saber dónde puede instalarse un buen negocio de persianas es sencilla. Allí donde hace calor, hay un potencial cliente. Otro mercado especialmente boyante, por lo tanto, es el norte de África, a medida que el 'boom' de la construcción genera nuevas necesidades de aislamiento térmico en el Magreb. Argelia, Argel o Marruecos, por su cercanía, son plazas fuertes para las exportaciones españolas.

Más llamativo aún resulta otro de los puntos calientes en el mapa de exportaciones, Oriente Medio. Aunque aún tímidos, los Emiratos Árabes aparecen como uno de los enclaves estratégicos junto a Bahréin o Qatar. No es una cuestión de seguridad, explica Sánchez, porque son lugares seguros, sino de aislamiento. Tanto es así que en la región comienza a surgir competencia en forma de empresas kuwaitíes. Otro mercado en auge se encuentra en el este de Europa, concretamente en la antigua Yugoslavia, otra región asomada al Mediterráneo. La sede croata de Persax es uno de sus focos de negocio más importantes, aunque, eso sí, a precios un poco más asequibles aunque haya que sacrificar algo de calidad.

Lo que los persas nos legaron

Cuando nos preguntamos sobre el éxito de las persianas en España, suele utilizarse el argumento religioso para explicar por qué este elemento predomina en el sur de Europa. La cultura católica puede pasar gran parte del día en la calle, pero el hogar es sagrado y se oculta a la mirada del exterior; la protestante abre sus puertas y ventanas para que cualquiera pueda ver su interior. Como recuerda Hermida, aún le sigue sorprendiendo cómo en Ámsterdam los pisos bajos siguen abriendo sus ventanas de par en par.

Hay quien lo explica como una consecuencia de las diferencias entre católicos y protestantes, pero tiene que ver con la necesidad de entrada de la luz

Rejas, visillos, cortinas o celosías, en España suele haber elementos que dificultan la visión, mientras que en el norte de Europa o en EEUU los espacios se transforman de noche, se puede ver el interior”, recuerda la decana, que dice que hay que tomar con precaución la lectura sociológica. “Hay quien lo explica como una diferencia entre católicos y protestantes, pero tiene que ver con la necesidad de entrada de la luz”. Los días en el sur de Europa son mucho más largos, y con ellos, la lucha para evitar el efecto invernadero generado por los cristales se recrudece. Ello también condiciona el tamaño de la ventana, desde los grandes ventanales de los climas fríos hasta los pequeños huecos españoles para instalar la anhelada persiana.

No es de extrañar, tampoco, que las persianas, que reciben su nombre de Persia, tuviesen sus equivalentes en China (con caña de bambú) o Egipto, con sistemas de varillas que se recogen, como añade Hermida. Venecia fue el puerto de entrada para la persiana en Europa a finales del siglo XVIII, y, como la cafetera moka o la comedia de teléfonos blancos, pasó a formar parte del panorama cultural español. Quizá porque en nuestro subconsciente aún latía la herencia del mundo musulmán, más centrado en el interior del hogar, en el patio central y no en la mirada hacia el exterior de la calle. Un accesorio que también se hace eco de la importancia de la oscuridad nipona de la que escribió Junichiro Tanizaki en ' Elogio de la sombra'.

placeholder Las persianas de las viviendas de Sabadell proyectas por Rafael Moneo, Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres. (Foto: Eduard Reguant/CC)
Las persianas de las viviendas de Sabadell proyectas por Rafael Moneo, Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres. (Foto: Eduard Reguant/CC)

Una de las ventajas de las persianas, recuerda la decana de los arquitectos, es su versatilidad. Hermida cita las persianas que aún pueden verse en el barrio madrileño de El Viso, con una guía móvil que permite que se abran hacia el exterior, funcionando como un toldo; las persianas esparteras andaluzas; las contraventas abisagradas mallorquinas, o variaciones locales como las contraventanas gallegas. No todo son ventajas. La limpieza de las cajas de la persiana, su gran defecto por excelencia, es compleja por su difícil accesibilidad.

Ya lo escribía Óscar Tusquets en ' Más que discutible', su primer ensayo sobre lo divino, lo arquitectónico y lo humano, en el que evocaba con delectación las persianas de librillo de la Riviera italiana, que además de abrir sus hojas pivotaban hacia el exterior. “Un arquitecto amigo tiene su truco para sacarse de encima a los conocidos que solicitan su opinión profesional sobre la vivienda que dudan en adquirir”, escribía. “Les pregunta si tiene persianas, y si la respuesta es negativa, se ahorra la visita”.

“En nuestras latitudes resulta imprescindible filtrar el sol para una calidad de vida aceptable”, escribió el arquitecto Óscar Tusquets

El texto del arquitecto catalán, que tiene ya más de dos décadas de antigüedad, era un canto fúnebre a la persiana, aplastada por el rodillo de las tendencias contemporáneas. “Como este artilugio difícil de proyectar y caro de construir y mantener está en trance de extinción, mi amigo visita poquísimas casas de construcción reciente”, añadía. “Sin embargo, opino, como mi amigo, que en nuestras latitudes resulta imprescindible filtrar el sol para una calidad de vida aceptable”.

Que no teman los 'fanboys' de la persiana; el mercado español sigue siendo boyante, con una presencia en el 95% de viviendas, y dado que depende de la creación de nuevos inmuebles, está lejos de paralizarse. Si el sector de la construcción es uno de los más contaminantes, el plan no puede fallar. Cuantos más pisos construyamos, más aumentarán las emisiones, más calor hará y más persianas necesitaremos para protegernos. Miel sobre hojuelas.

“No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” es un adagio utilizado frecuentemente para hablar de la pérdida amorosa, pero que parece ideado para referirse a algo al menos tan importante en nuestras vidas como el amor: las persianas. “Joder que si las echo de menos”, me cuenta Raúl Ávila, un ingeniero informático de 39 años que lleva un lustro viviendo en Londres. “Es un horror. Yo era de cerrar a cal y canto y no consigo aislarme de la luz por completo, sobre todo en verano, que amanece a las tres y media”, prosigue, insistiendo en que le cite con su nombre. “A veces he pensado si alguien aquí habrá probado a montar un negocio de persianas, y mi conclusión es que seguro que sí, pero por algún motivo no quieren tenerlas”.

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