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Por qué tantos hombres llevan barba ahora (y está bien vista en el trabajo)
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Por qué tantos hombres llevan barba ahora (y está bien vista en el trabajo)

Los hipsters se han apropiado de ella, es un hecho, pero el vello facial tiene una larga historia que no siempre ha conciliado bien con el mundo laboral

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Ha terminado noviembre y con él, esa época conocida como 'Movember', surgida hace apenas unos años, con la que el hombre se deja crecer bigote para concienciar sobre el cáncer de testículo o el de próstata, entre otros. Ese bigote, que a veces puede ir acompañado de una barba o no (en función también de la capacidad que tenga el individuo para dejársela) es un enigma. Decía Oscar Wilde algo así como que la moda es una forma de fealdad tan intolerable que hay que cambiarla cada seis meses, y con el pelo facial sucede algo muy parecido.

Desde hace un tiempo la barba ha vuelto en todo su esplendor. Las madres le susurran a los hijos en el calor de sus casas: "No se te ve la cara y estás muy feo". Da igual, ha vuelto para quedarse. Decimos "ha vuelto" porque si pensamos en, por ejemplo, los actores de la época dorada de Hollywood, nos sorprenderán esas caras limpias y afeitadas. Valle Inclán fue el primer hipster (o eso dicen), pero si antes observábamos una fotografía antigua de nuestro padre con un bigote terrible a lo Freddie Mercury, ahora miramos esa misma imagen y pensamos: "Pues no llevaba mucha barba". La historia del pelo facial es tan antigua como el mundo.

La historia

Antes de la aparición de la fotografía el retrato era un símbolo de poder y prestigio. No todo el mundo podía contar con una pintura de sí mismo en su casa o en su despacho. Y además de una señal de ostentación, es también una muestra del paso del tiempo (y la moda). Así lo explica un artículo publicado en el 'Journal of Management and Organizational History' que señala cómo el rapero Lloyds Bank comenzó a recopilar retratos de presidentes de bancos anteriores en la década de 1960 y los expuso en sus oficinas centrales. Una cosa que se destacó en esta investigación es el cambio en los patrones de los bigotes en los hombres a lo largo de las décadas.

placeholder Dostoievski, uno de los primeros hipsters.
Dostoievski, uno de los primeros hipsters.

Señala 'The Independent' que los antiguos egipcios consideraban el rasurado un sinónimo de limpieza. Los griegos estaban orgullosos de sus barbas porque les daban "autoridad y sabiduría". Solo hay que ver la serie 'Vikingos' para observar cómo estos también lucían sus bigotes, aunque en siglos posteriores se convenció a la población de que era mejor no llevar pelo facial porque el enemigo podía agarrar las barbas en medio de las batallas. Y eso debe doler un poco. A finales de los siglos XVII y XVIII, se produjo el regreso del afeitado a Europa, que proporcionó abundante trabajo a los barberos. A principios del siglo XIX las barbas volvieron, en esta ocasión asociadas a los revolucionarios izquierdistas y anticapitalistas. Desde el ya mencionado Valle Inclán a Rasputín, Dostoievski, Bakunin o Karl Marx, hay personajes históricos a los que no podríamos imaginar sin ese pelo característico que surge de su barbilla. Como decía Oscar Wilde, he aquí un ejemplo de cómo la moda es circular y va variando con la época.

Desde 1850 hasta 1900, los hombres de negocios británicos tenían algún tipo de vello facial, ya fuera barba o bigote. En la Primera Guerra Mundial tuvieron que deshacerse de él para poder ajustarse las máscaras de gas, y si recordamos a otros clásicos "amigos de las barbas" nos vendrán sin duda a la cabeza los hippies que se manifestaban contra la guerra de Vietnam. Seamos sinceros, desde John Lennon a Jimmy Page, todos estaban mejor con barba. Probablemente hasta Justin Bieber estaría mejor con barba por aquello del carisma y la presencia.

No sin mi barba (en el trabajo)

Asistimos a una nueva era. De nuevo los barberos vuelven a morirse de hambre. El banquero prusiano solía llevar barba y bigote, como cuenta Stephan Zweig en 'El mundo de ayer', porque le daba un aspecto adulto y sabio que se requería. La gente trataba de hacerse mayor cuanto antes, adquirir un aire de solemnidad que se necesitaba en un campo tan serio como era el trabajo. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial esto cambió. La gente comprendió por primera vez que la muerte estaba a la vuelta de la esquina y, por tanto, trataban de alejarse de ella. Y entonces llegó el rasurado. Todo el mundo pretendía ser joven.

Además de dar un aspecto desaliñado que no coincide con la necesidad de pulcritud que se requiere en el campo laboral, la barba aporta agresividad al rostro. El científico Rob Brooks afirma que llevar barba está condicionado por las crisis económicas. Cuando estalló la de 2008 a nivel mundial, algunos hombres comenzaron a dejarse barba para sus entrevistas de trabajo. Así, estar afeitado se relacionó con un estado precrisis, mientras que dejarse barba crecida daba la impresión de adaptación. Y en esas estamos ahora.

En el trabajo, de nuevo, buscamos la madurez. Se ha vuelto al estado anterior. Además de agresividad, la barba aporta fortaleza, salud y confianza, cualidades que se requieren en la actualidad en cualquier puesto de trabajo. Buscamos la estabilidad en un mundo donde es muy difícil conseguirla, y la sabiduría puede ayudarnos a ello. Los anuncios nos hablan de inmediatez, hazlo ahora que eres joven (carpe diem), tienes el mundo en tus manos, los cuarenta son los nuevos treinta, y, por otro lado, la seguridad y la sabiduría que aportan los años son conceptos fundamentales. De locos.

Sin embargo en la actualidad hay puestos de trabajo que se toman la libertad de prohibirla, lo cual es irónico teniendo en cuenta justamente que en otra época era una muestra de "orgullo y satisfacción". Pero tiene sentido. Hay labores incompatibles con el pelo facial, por ejemplo aquellas que implican el usar mascarillas buconasales o las que se dan en restaurantes y cadenas de comida rápida donde es obligatorio manejar la comida. Es un mero motivo de higiene. Las personas tienen entonces dos opciones: no dejarse jamás barba o rasurársela. Así de claro.

Pero claro, cayendo en los tópicos, ¿y si vas a realizar una entrevista para una empresa donde tendrás que usar muchas palabras en inglés que no entiendes del todo? Lo ideal entonces es dejártela. Cuanto más larga mejor. Serás el prototipo de la persona indicada para este tipo de curro. ¿Por qué? Muy fácil. Tu barba dice más de ti que tú mismo, al igual que tu indumentaria. Señala a gritos: "Soy un purista del jazz, concienciado con el medio ambiente, 'cool' y que nadie sabe muy bien en qué trabaja". ¿Pueden decir eso un puñado de pelos? Aparentemente sí.

Si vas a trabajar en un 'coworking' donde usarás muchas palabras en inglés lo ideal es dejarte barba, cuanto más larga mejor

Con todo, parece que la barba siempre estará con nosotros. Si los retratos del pasado mostraban lo que era el mundo entonces (banqueros blancos, de mediana edad, con barba), hoy existen los selfies del 'afterwork', con variedad de géneros, razas y personas en la foto, pero que vienen a ser lo mismo: una constatación del presente que dentro de muy poco se convertirá en pasado. Y si en la época del hombre metrosexual todavía existe la barba es sin duda porque aporta cierta masculinidad al individuo, ya sea un vikingo que tiene que combatir contra el enemigo o un publicista que va en bici a trabajar para no contribuir a la contaminación del medio ambiente.

Foto: Los 'hipsters' sólo tienen un objetivo: aparearse. (iStock)

Al final ambos buscan lo mismo, para desgracia de los vendedores de maquinillas. Tu madre podrá seguir diciendo que estás muy feo con ella y tu novia que le pica cuando te da un beso, pero eh, a ti te gusta, y eso es lo verdaderamente importante. Además, después de 'Movember' comienza 'Decembeard' y hace mucho frío... piensa en Valle Inclán. No es momento de quitársela.

Ha terminado noviembre y con él, esa época conocida como 'Movember', surgida hace apenas unos años, con la que el hombre se deja crecer bigote para concienciar sobre el cáncer de testículo o el de próstata, entre otros. Ese bigote, que a veces puede ir acompañado de una barba o no (en función también de la capacidad que tenga el individuo para dejársela) es un enigma. Decía Oscar Wilde algo así como que la moda es una forma de fealdad tan intolerable que hay que cambiarla cada seis meses, y con el pelo facial sucede algo muy parecido.

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