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El dilema de la educación en España: ¿hay que enseñar lo que demandan las empresas?
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El dilema de la educación en España: ¿hay que enseñar lo que demandan las empresas?

¿De verdad las universidades deben enseñar en función de las necesidades empresariales? ¿O tienen que estar al margen de los vaivenes profesionales? Cuatro expertos nos responden

Es una de las quejas recurrentes entre todas las empresas, sobre todo las tecnológicas: "Las universidades no están formando a los alumnos en lo que van a necesitar cuando se pongan a trabajar". El gap tecnológico parece evidente, pero ¿qué hay de cierto en las reivindicaciones empresariales? ¿Deben adaptarse los centros formativos a lo que las empresas están demandando? ¿O, ante la volatilidad de las necesidades empresariales, deben seguir ofreciendo una formación más neutra?

Para encontrar respuestas, hemos hablado con cuatro expertos en el tema. Se trata de Carolina Jeux, CEO de Telefónica Educación Digital; Carlos Magro, vicepresidente de la Asociación Educación Abierta; Toni Ramos, responsable de Relaciones Institucionales de la UOC, y Juan José Juárez, 'senior project manager' de la Fundación Bertelsmann, todos ellos reunidos en torno a la mesa redonda ‘La innovación al servicio de la educación’, organizada por El Confidencial y patrocinada por Telefónica.

Desencuentro empresa-universidad

La disonancia entre lo que demandan muchas empresas y la formación que ofrecen las universidades y otros centros formativos no es nueva, ni mucho menos. De hecho, ha llegado también al tablero político, donde el economista Diego Comín, que configuró parte del programa económico de Ciudadanos, dejó para la posteridad una frase tan reveladora como agresiva: "No vamos a tener un investigador que haga lo que le dé la gana, sino que dedique su conocimiento a resolver el problema que le plantea una empresa. Y si no lo hace, no tendrá fondos, no se va a dedicar a mirar las estrellas ni los océanos".

Para Toni Ramos, de la UOC, este "es el debate de siempre: si las universidades tienen que adaptarse a las empresas o si tienen que diseñar alumnos abiertos a muchas más cosas. Hay puestos de trabajo que no se pueden cubrir porque no hay gente con ese talento o esa formación". En su opinión, "tiene que haber organismos reguladores que vean las necesidades de las empresas. Es cierto que formarte en lo que demandan las empresas no te va a garantizar un empleo y que lo que hay que hacer es formar personas felices, pero no nos engañemos: la felicidad también pasa por tener un trabajo".

"Necesitamos un modelo híbrido para formar en competencias transversales a los jóvenes", Juan José Juárez, Fundación Bertelsmann

En cualquier caso, "los centros formativos siempre van a ir más lentos que las empresas, y tampoco tienen por qué ajustarse al 100% a sus peticiones", asegura, porque, además, "las tendencias van cambiando muy rápidamente. Hace años nos planteábamos que no había que dar Filosofía, porque no servía para nada, y ahora, que estamos hablando de la ética de la robótica, se empieza a necesitar a gente que tenga esos conocimientos". De todos modos, "las universidades tienen que espabilar, porque lo más que tienen es la certificación, y como Google saque un día una Ingeniería Informática, los informáticos se irán con Google y dejarán de ir a la universidad".

Quien también introduce un matiz intermedio es Juan José Juárez, de la Fundación Bertelsmann: "Necesitamos un modelo híbrido que permita formar en competencias transversales a los jóvenes, es decir, que puedan tener la capacidad de aprender permanentemente, pero también que salgan con conocimientos prácticos para que cuando terminen un tramo formativo, hayan aprendido algo concreto, algo que tenga uso y que tenga aplicación hoy en día".

"Las empresas deben ser conscientes de que sus empleados necesitarán seguir aprendiendo", Carolina Jeux, Telefónica

Sin embargo, las empresas tampoco deben eludir la responsabilidad que les pertenece: "Tienen que ser conscientes de que sus empleados van a necesitar seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida, por lo que deberán ofrecerles soluciones formativas, necesitamos un modelo mixto", asegura Carolina Jeux, de Telefónica Educación Digital, que considera que "la formación de los empleados debe ser un tema estratégico en cualquier empresa".

Magro, por su parte, niega la mayor: "No me creo que no haya profesionales para los puestos que tienen que cubrirse. ¿Que no hemos adaptado la educación a las empresas? Puede ser, pero no me creo que dentro de 20 años no vaya a haber trabajos".

placeholder De izda. a dcha.: Carolina Jeux (Telefónica Educación Digital), Héctor G. Barnés (EC) y Toni Ramos (UOC).
De izda. a dcha.: Carolina Jeux (Telefónica Educación Digital), Héctor G. Barnés (EC) y Toni Ramos (UOC).

Menos conocimientos y más aprendizaje

En cualquier caso, y sea cual sea el objetivo final, todos los expertos coinciden en una cosa: el diseño de los modelos educativos no tiene que ir orientado a la descarga de conocimientos, y menos ahora que estos datos están disponibles a golpe de clic, sino al aprendizaje efectivo por parte de los alumnos.

Sobre todo si tenemos en cuenta que "ahora tenemos a una generación acostumbrada a consumir el contenido cuando quiere, a participar de manera activa (como hace en redes sociales), etc., así que, cuando lleguen a la universidad, no se van a conformar con modelos en los que no pueden participar. No solo contará el conocimiento del profesor, habrá mucho más trabajo en equipo y se deberán enseñar competencias transversales", asegura Ramos.

"Los jóvenes ya participan en redes sociales, y en la universidad no se conformarán con modelos no participativos", Toni Ramos, UOC

Por ello, Magro se muestra convencido de que "hay que cambiar ciertas cosas de los perfiles de los docentes. Para mí, la innovación pendiente es quitarnos la cultura individualista y fomentar la participativa". Todo ello, como considera Jeux, para "poner en el centro al alumno, que se tiene que autorresponsabilizar de su propia formación, pero el sistema también debe pensar en él".

Y para conseguir ese objetivo, quizás haya que introducir un nuevo perfil de profesores: "Muchos nuevos docentes son profesionales que dedican unas horas a dar clase sobre el sector en el que ellos mismos trabajan a diario", asegura Toni Ramos, de modo que "actualizar el programa cada año es mucho más sencillo".

placeholder Mesa redonda ‘La innovación al servicio de la educación’, organizada por El Confidencial y Telefónica.
Mesa redonda ‘La innovación al servicio de la educación’, organizada por El Confidencial y Telefónica.

Tecnología e innovación: ¿son lo mismo?

Cuando hablamos de innovar en el sistema educativo siempre surge una palabra tan necesaria como (quizá) maldita: la tecnología. Porque, ¿la innovación pasa por la tecnología? ¿Son de verdad dos elementos unidos inexorablemente? Magro no lo cree: "Innovación educativa no es poner 'tablets' en el aula, sino hacer alumnos creativos", asegura.

Y es que "hay muchísima innovación más allá de la pura tecnología, no es solo un tema de dispositivos, sino de cultura, personas y procesos". Una visión con la que coincide Carolina Jeux: "Se trata de incorporar nuevas metodologías dentro del aula: aprendizaje basado en proyectos, cambio de currículos, formas más motivadoras y transversales de enseñar nuevas competencias, etc.".

"Innovación educativa no es poner 'tablets' en el aula, sino hacer alumnos creativos", Carlos Magro, Asociación Educación Abierta

Además, en la UOC han venido observando que "el profesor ha perdido fuerza porque ya no es el monopolizador del conocimiento, que está en internet". Sin embargo, "ahora su rol es más importante que nunca, ahora el docente tiene que ser un líder".

Para Magro, en definitiva, "enseñar no garantiza el aprendizaje, Necesitamos aprendizajes activos, y esto se puede hacer con o sin tecnología. Hay que fomentar la autonomía del alumno y su capacidad de aprendizaje".

Es una de las quejas recurrentes entre todas las empresas, sobre todo las tecnológicas: "Las universidades no están formando a los alumnos en lo que van a necesitar cuando se pongan a trabajar". El gap tecnológico parece evidente, pero ¿qué hay de cierto en las reivindicaciones empresariales? ¿Deben adaptarse los centros formativos a lo que las empresas están demandando? ¿O, ante la volatilidad de las necesidades empresariales, deben seguir ofreciendo una formación más neutra?

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