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“Ni Hillary Clinton ni Beyoncé son feministas”
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Entrevista con Jessa Crispin

“Ni Hillary Clinton ni Beyoncé son feministas”

La polémica ensayista feminista, que da una charla en Madrid este viernes, publica ‘El complot de las damas muertas’ y pide activismo más allá de las redes sociales

Foto: Jessa Crispin. (Chuck Kuan)
Jessa Crispin. (Chuck Kuan)

Desde hace unos cinco años, la sociedad occidental vive un subidón feminista. El movimiento ha pasado de curiosidad estadística a golosina mediática, hasta el punto de que la etiqueta parece haber cobrado más importancia que el fin que persigue (la igualdad entre hombres y mujeres). El mérito de Jessa Crispin (Kansas, 1978) consiste en defender la causa sin tragar con todo aquello que se cuelga una pegatina con la palabra “feminista”. El año pasado rompió esquemas y récords de clics con titulares como “El feminismo moderno es blando, vago y superficial” y “Lena Dunham no es ni será feminista, solo es una niñata que no tiene ni idea de lo que dice”. Pero no estamos ante la típica periodista provocadora, sino frente a una autora capaz de articular su discurso en un panfleto brillante: ‘Por qué no soy feminista. Un manifiesto feminista’ (2017).

Su estilo suena tan directo y afilado como esta frase: “Encuentro vergonzosa la idea de que el feminismo se haya convertido en algo que se puede expresar en tu camiseta o en tu biografía de Twitter. El feminismo real es un movimiento que requiere acción, reflexión y el poder construir nuevas estructuras para nuestra vida y nuestra sociedad”. Siguiendo esta máxima, ha compartido sus conflictos vitales en ‘El complot de las damas muertas’ (Alpha Decay), una descarnada crónica de su vida nómada por distintas ciudades de Europa. Allí cuenta con detalle las aventuras de una treintañera cultureta a la caza desesperada del amor, la belleza y el equilibrio vital. “Siempre añoro el lugar en el que no me encuentro”, confiesa en la página 270. Le honra el hecho de que nunca idealiza una situación, sino que las explica con crudeza, sin ocultar errores, ni el sentimiento de soledad, ni su precaria vida profesional.

Zorra de los libros

Crispin fundó la web Bookslut, algo así como “zorra de los libros”, con solo veintidós años. Su nueva novela arranca cuando ella tiene treinta, pero la pasión por la literatura no ha dejado de crecer. En cada ciudad donde fija su residencia, acompañada solo por un par de maletas, combina sus reflexiones con las de un artista relevante ligado al lugar. Para Londres escoge a Jean Rhys, a quien admira porque “escribe sobre mujeres reales, no sobre esculturas alegóricas, bustos en exposición que representan algún ideal virtuoso”. Para San Petersburgo recurre a Somerset Maugham, un escritor bisexual, tirando más a homo, machacado por una amante que era “un ser agresor y acosador”. Acierte o se equivoque, a Crispin no se le puede negar la valentía, ni el esfuerzo por llegar al fondo de las cosas. Lean por ejemplo esta frase: “Conozco todas las formas complejas en que destrozamos a la gente que queremos, y todas las formas en que permitimos que nos destrocen. Y sé que el más poderoso abuso no viene en forma de golpe en la cara”, destaca. Se atreve incluso a poner por escrito que a los biógrafos de grandes literatos les cuesta retratar a una mujer como maltratadora, aunque sepan que lo fuera. El libro está repleto de reflexiones intensas y se agradece el respiro del capítulo donde descansa en Suiza y nos recuerda que Stravinsky odiaba los sobresaltos y que le llamaran “revolucionario”.

‘Por qué no soy feminista’ sentó como un tiro a muchas activistas de género. En el texto, Crispin cuestiona el concepto de empoderamiento

¿Cuál es la conclusión más valiosa que sacó de tanto viaje? “Que en el mundo existe mucha más belleza que la versión limitada que solemos celebrar en la nuestra cultura. No creo que la belleza sea opresora, pero sí que la hemos reducido drásticamente, sin necesidad. No debería ser algo limitado a la capacidad para atraer compañeros sexuales. Me gustaría que los hombres hicieran experimentos con la belleza y con la forma en que se presentan al mundo. Me gustaría ver más frivolidad y más espíritu juguetón, pero en formas distintas a las que nos quiere imponer la industria de la moda. También quiero señalar que la sabiduría no tiene por qué estar reñida con la belleza. Más belleza implica que debemos resistir más a esas restricciones”, afirma.

Amor no correspondido

Dando tumbos por el viejo continente, Crispin descubre que su modelo romántico es “el amor no correspondido”. Suena perfecto para un libro, pero devastador en el plano personal. “Hace quince años, me enamoré de un hombre que se casó con otra. Llamémosle Peter. Es gracioso, ya no nos hablamos después de que yo pusiera fin a lo que fuera que estuviéramos haciendo. Él es como una canción que a veces resurge y yo tarareo. Anoche soñé con él en tres sueños separados”. ¿Se siente, entonces, infeliz? “Si me hubiera casado con él, mi vida sería irreconocible. Es un hombre respetable, con un buen trabajo y niños. En esa época de mi vida yo era demasiado insegura como para haberme podido resistir. Me hubiera sometido a ese tipo de vida y hubiera sido desgraciada”.

¿Cuáles son sus aspiraciones amorosas ahora mismo? “Vivo sola, sin un cuerpo a mi lado, una situación que puede ser muy triste. Creerte demasiado el paradigma de ‘amor no correspondido’ puede ser una excusa para no esforzarte en cultivar una relación, para evitar una intimidad real con otra persona. En el libro queda claro que es más sencillo enamorarse de hombres que no están a tu lado. Ese modelo de ‘amor no correspondido’ me ayudó a construir la vida que yo quería, pero espero cambiarlo pronto y poder compartir mi vida con alguien”, admite.

Rechazo general

‘Por qué no soy feminista’, su polémico ensayo, sentó como un tiro a muchas activistas de género. En el texto Crispin cuestiona el concepto de empoderamiento, que compara con una forma de narcisismo. También denuncia el desprecio de muchas feministas a las mujeres con vocación familiar y rechaza la apología de la mujer ambiciosa, que dedica su vida a competir con los hombres según las reglas neoliberales. Muchas feministas despreciaron sus enfoques en reseñas y en redes sociales. ¿Cómo le afectó aquello? “Recibo muchas críticas negativas, pero me parece bien, no me molesta. El formato de la crítica suele aburrirme porque no se aprende mucho, sean positivas o demoledoras. Lo que disfruto son las presentaciones, donde la gente comparte sus experiencias cotidianas. Por ejemplo, me hace sentir genial cuando alguna adolescente dice que mis textos le han sido de alguna ayuda”. Luego deja clara su pereza ante las guerritas culturales de género: “Me da igual lo que opinen las feministas profesionales. No escribí este libro para ser celebrada. Me importa poco lo que digan unas mujeres a quienes se paga para dar su opinión sobre si la última película de superhéroes de Hollywood tiene suficientes personajes femeninos”, denuncia.

Hillary y Beyoncé no son feministas

Otro posicionamiento que le ha ganado enemigas es el que dice que la cosmética, la ropa de lujo y la cirugía estética no son compatibles con el feminismo. Le pongo el ejemplo de una estrella pop como Beyoncé. “Jugar tus bazas de manera que la opresión masculina te favorezca nunca puede ser llamado feminismo. Aprovechar tu situación económica para cumplir las expectativas de belleza y mantener una imagen femenina irreal es una forma de perjudicar a todas las mujeres que no pueden permitirse esos lujos”, denuncia.

La mezquindad inunda nuestros programas de entretenimiento. Eso nos lleva a no esperar nada de los demás, aparte del rechazo

Bajando a la trinchera política, se atreve a cuestionar el comportamiento de distintas celebridades en las elecciones estadounidenses de 2016. “El programa electoral de Hillary Clinton no era feminista. Sus propuestas eran racistas, belicistas y opresivas para las personas más pobres del país. Nunca hubiera apoyado sus candidatura. Es sorprendente lo rápido que cambió el mensaje de sus partidarias, que pasó de “deberías apoyar a Hillary” a “si no votas a Hillary, eres una traidora a la causa”. Intentaron que pareciera que defender a cualquier otro candidato -digamos Bernie Sanders- era una traición al concepto de sororidad. Como estrategia, me parece decepcionante”, remata.

Momento Frank Capra

Hay algo que me llama la atención en el último libro de Crispin. Me refiero a la tremenda importancia que da a los pequeños actos de bondad cotidiana. Esos favores modestos -tipo ayudarte cuando cargas demasiadas maletas- cobran una importancia épica. Tanto que me recuerdan a las películas de Frank Capra. ¿Está intentando hacer un alegato político? “No es consciente, pero me alegro de que algo así se haya colado en el libro. Cuando viajas entras en un estado extraño, mezcla de autosuficiencia y de intensa vulnerabilidad. Lo normal es que no tengas red de apoyo en el sitio donde vas y los problemas te estén esperando. En esas circunstancias, cualquier ayuda te impacta porque no la esperas. Me parece increíble cada vez que la vida nos recuerda la inmensa capacidad de los seres humanos para ser generosos con los demás. Creo que hablamos demasiado sobre el egoísmo. La mezquindad inunda nuestros telediarios y nuestros programas de entretenimiento. Eso nos lleva a no esperar nada de los demás, aparte del rechazo. La realidad es que cada día la gente se ayuda, se guía y comparte lo poco que tiene. Ahora no es 'cool' decir que te gusta Frank Capra, pero yo le tengo en un altar. Defiendo la sinceridad, ser más abiertos de corazón y obsesionarnos menos con el lado oscuro de la existencia. Adoro ‘Qué bello es vivir’ (1946) y la defenderé frente a los cínicos hasta el día en que me muera”.

Desde hace unos cinco años, la sociedad occidental vive un subidón feminista. El movimiento ha pasado de curiosidad estadística a golosina mediática, hasta el punto de que la etiqueta parece haber cobrado más importancia que el fin que persigue (la igualdad entre hombres y mujeres). El mérito de Jessa Crispin (Kansas, 1978) consiste en defender la causa sin tragar con todo aquello que se cuelga una pegatina con la palabra “feminista”. El año pasado rompió esquemas y récords de clics con titulares como “El feminismo moderno es blando, vago y superficial” y “Lena Dunham no es ni será feminista, solo es una niñata que no tiene ni idea de lo que dice”. Pero no estamos ante la típica periodista provocadora, sino frente a una autora capaz de articular su discurso en un panfleto brillante: ‘Por qué no soy feminista. Un manifiesto feminista’ (2017).

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