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Ejecutivos a puñetazos: boxeo para las élites
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Ejecutivos a puñetazos: boxeo para las élites

Varios gimnasios ubicados en barrios de clase alta adoptan el boxeo 'de cuello blanco' para que los ejecutivos se desestresen y "alejar este deporte del ambiente marginal"

Foto: Un combate de boxeo en Fightland.
Un combate de boxeo en Fightland.

César Barbosa tuvo una idea hace tres años. Aficionado al boxeo y directivo de banca, decidió que era el momento de “emprender”. Y se le ocurrió montar un gimnasio para practicar su deporte favorito sin el aura “marginal” que suele acompañar a estos lugares. “Cuando yo trabajaba en la Castellana, para boxear me tenía que ir a la Vallecas profunda. Allí era muy popular, porque era el único que no iba tatuado”. Fundó junto a su socio, José Luis Serrano, Fightland y le puso un sobrenombre: 'White collar boxing club'.

“Solo sabíamos dos cosas: dar préstamos y puñetazos”, comenta con humor Barbosa. La idea es simple. Un cuadrilátero para gente pudiente en el que personas de renta alta puedan disfrutar de este deporte “separados del ambiente típico de gente marginal”. Ha sido un éxito. Fightland es el gimnasio con más gente apuntada de España (1.100 personas). Además, tienen otros dos (uno en Azca, la City madrileña, y el otro “en pleno barrio de Salamanca”). El último aún sin abrir, pero ya con lista de espera.

Un cuadrilátero para gente pudiente y personas de renta alta, “separados del ambiente típico de gente marginal”

Los gimnasios de boxeo para trabajadores “de cuello blanco” surgen en los años ochenta en Nueva York. Ejecutivos de Wall Street deciden combatir el estrés a puñetazos. El primer combate de esta modalidad (asaltos mucho más cortos y menos cantidad, más protecciones y sin vencedores ni vencidos) midió al abogado Richard Novak y al doctor en literatura inglesa David Lawrence. Después, se fueron todos a cenar "como amiguetes".

“Esto es un deporte de caballeros, con sus reglas”, explica Juan Cerón, un entusiasta del gimnasio y ejecutivo de banca en BNP Paribas. “Lo conocí porque estaba haciendo un máster en una escuela de negocios cercana y la óptica de César y José Luis me convenció”, comenta este entusiasta de la idea. “Empecé yendo dos días a la semana y ahora voy cuatro o cinco”, confiesa, al tiempo que subraya que ha perdido “seis kilos en dos años”.

La cara marcada

“Aunque vaya muy estresado, después de entrenarme allí me quedo sedado, todo me da igual”, relata este ejecutivo, que alaba la idea del gimnasio “civilizado”: “Yo no me puedo permitir ir a trabajar con la cara marcada, la nariz rota o un ojo morado, quedaría muy raro cuando recibiera a los clientes”, comenta. Cerón participó en una de las veladas que organiza el club. Son especiales.

Las veladas boxísticas consisten en tres asaltos de dos minutos y tienen una causa benéfica. Las últimas fueron a favor de la ELA o del cáncer infantil. Participa gente que nunca se ha subido a un ring. “Si juntásemos a alguien con experiencia con alguien sin ella, sería una carnicería”, explica Barbosa, que ha trabajado como ejecutivo en países como Panamá o Arabia Saudí.

“Hay algo de postureo, de ser malotes”, concede el dueño, aunque se remite también a los muchos relatos literarios o cinematográficos

Los participantes en estos combates reciben un entrenamiento específico de dos meses. “Es gente con ganas de sacudirse por una buena causa”, dice Barbosa. Cerón recuerda su pelea con mucho “cariño”. “No es algo sórdido, es otro concepto. Además, llevas protectores”, resume el ejecutivo, que se ha convertido en un auténtico entusiasta del boxeo: "Ahora sé que es mi deporte para toda la vida".

Barbosa concede que parte del éxito está en la “épica” del boxeo. “Hay algo de postureo, de ser malotes”, concede, aunque se remite también a los muchos relatos literarios o cinematográficos que han convertido en algo atractivo el boxeo: “A mí me encanta el pádel, pero de pádel no hay libros ni películas, no tiene esa épica”.

Actrices, magistrados, presentadores...

A su gimnasio acuden personas de alto nivel adquisitivo, como responde una chica que vigila la recepción de su sede en Chamberí. “Políticos, un presentador de televisión, una actriz, cirujanos, un magistrado del Supremo y alguna gran fortuna”, describe Barbosa para trazar el mapa de famosos que frecuentan su establecimiento. Sin embargo, los precios no son tan altos (hay clases de 10 euros la hora). Entre todas esas personas destaca un dato: casi la mitad son mujeres (el 45%), mientras de los algo más de 3.000 federados en este deporte en España tan solo hay unas 200 mujeres.

Barbosa explica su idea del boxeo para profesionales de alto nivel del siguiente modo: “No soy clasista, pero la gente tiende a juntarse por afinidades naturales. Es como en una discoteca, que se juntan por una determinada vestimenta”.

La cristalera de su club de Chamberí te recibe con una máxima: “La sociedad que separa a sus intelectuales de sus guerreros hará que cobardes tomen las decisiones y tontos luchen en las guerras”, de Tucídides. Y el propio Barbosa guarda otra máxima: “El ser humano tiene dos reacciones, la huida y la lucha. Es antropología. Si se da usted cuenta, los dos deportes más antiguos son el atletismo y el boxeo: o sea, la huida y la lucha”. Aquí se practica la lucha, sí, pero de "cuello blanco".

César Barbosa tuvo una idea hace tres años. Aficionado al boxeo y directivo de banca, decidió que era el momento de “emprender”. Y se le ocurrió montar un gimnasio para practicar su deporte favorito sin el aura “marginal” que suele acompañar a estos lugares. “Cuando yo trabajaba en la Castellana, para boxear me tenía que ir a la Vallecas profunda. Allí era muy popular, porque era el único que no iba tatuado”. Fundó junto a su socio, José Luis Serrano, Fightland y le puso un sobrenombre: 'White collar boxing club'.

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