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En la guerra económica global, "los nuevos dioses están en una nube peleando"
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Entrevista con ekaitz cancela

En la guerra económica global, "los nuevos dioses están en una nube peleando"

Hemos entrado en una nueva fase geoestratégica, donde los combates se libran por posiciones económicas. El mapa mundial está cambiando, y no siempre para bien

Foto: Ekaitz Cancela, autor de 'El TTIP y sus efectos colaterales'. (Alex Garai)
Ekaitz Cancela, autor de 'El TTIP y sus efectos colaterales'. (Alex Garai)

Los tratados de comercio han sido un asunto controvertido en los últimos meses. Las discusiones acerca del TTIP (Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones) se convirtieron en comunes, en general a partir de posturas muy marcadas: desde un lado se afirmaba que eran necesarios para desarrollar el libre comercio, el valor esencial que sostiene las democracias liberales, y desde el otro se ha subrayado su inconveniencia porque deterioran las políticas sociales, ambientales y fiscales que los gobiernos pueden desarrollar.

Pero estas discusiones encubren un asunto mucho más relevante. Se está dibujando un nuevo mapa geoestratégico en el mundo y los tratados forman parte de él. De una parte, tienen que ver con las necesidades de las grandes potencias de reubicar el terreno de juego a partir del reparto de la influencia económica. En otro sentido, las grandes empresas tecnológicas, que suelen ser estadounidenses, necesitan cambiar las reglas para desplegar toda su eficacia. Y por último, son un instrumento en la lucha contra economías poderosas, como la China, que se han convertido en nuevos jugadores muy influyentes en el tablero global. En ese escenario se están conformando bloques, similares a los de la Guerra Fría con las alianzas militares como la OTAN, que subrayan cómo la economía es el arma decisiva en el siglo XXI.

Todo ello sale a relucir en la conversación con Ekaitz Cancela (Baracaldo, 1993), quien acaba de publicar 'El TTIP y sus efectos colaterales' (Ed. Temas de hoy), un texto esclarecedor para entender el contexto en el que las negociaciones tienen lugar, el papel que puede jugar Europa y las consecuencias del nuevo tablero para el ciudadano común.

PREGUNTA. ¿A quiénes benefician estos tratados? Obama aseguraba recientemente que lo que estaba en juego no era la existencia del comercio global, sino si iba a ser EEUU quien los dirigiera con sus valores.

RESPUESTA. Desde mi punto de vista no benefician tanto a EEUU como a sus empresas. Hay una serie de fuerzas económicas que lideran el progreso, y en el futuro serán la ciencia y tecnología las que marcarán las reglas del comercio global. EEUU quiere fijar esas normas para darle a sus empresas, y especialmente a las tecnológicas, que son hoy las más importantes, un terreno de juego con menos controles y barreras.

P. ¿Cómo cambiarán las reglas de juego?

R. El TTIP y el CETA (Acuerdo Económico y Comercial Global) no son tratados exhaustivos sino que establecen un marco de juego. Cierran una etapa, la de las dinámicas de privatización, desregulación y privatización de servicios públicos que hemos vivido estos años e inician una nueva. El siguiente paso es construir un marco en el que se conserven los privilegios alcanzados y que permita que cuando lleguen los acuerdos futuros puedan llevarse a efecto sin problemas. El Acuerdo sobre Comercio de Servicios (Trade in Services Agreement, TISA), del que forman parte la Unión Europea, y EEUU y 23 países más, y el TTIP son fundamentales.

¿Cómo se puede asociar una UE débil con EEUU, cuyo mercado sí está unido y tiene empresas más importantes? Lo tiene muy difícil

Las tecnológicas estadounidenses enviaron hace poco una carta a Obama pidiéndole que todas las reglas que se aceptaron con el TISA sirvan también para las áreas que se implanten en el futuro. Eso quiere decir que habrá multitud de servicios y de áreas, algunos de los cuales todavía no hemos ni imaginado, que no estarán sujetos ni a control ni a regulación. Por ejemplo, el TISA quiere tumbar el principio de precaución que opera en la UE y está cerca de ello. Ahora hablan de que todo lo que sea una barrera para el comercio y la inversión hay que abolirlo, y el siguiente paso será que todo lo que sea malo para la innovación tendrá que desaparecer...

P. ¿Estos acuerdos pueden beneficiar de algún modo a la UE?

R. Creo que sí, la UE se podría beneficiar de acuerdos como el TTIP. El problema es que Europa no ha llegado al punto de completar su mercado único, y está en su periodo más difícil y estratégico. La energía, las finanzas, la defensa común, todo debe ser repensado, porque si no tienes unidad interna en áreas clave, ¿cómo te puedes asociar con éxito con alguien cuyo mercado sí está unido y tiene empresas más importantes que las tuyas? Es muy difícil salir ganando en estos acuerdos cuando EEUU protege tus fronteras con la OTAN, cuando el Reino Unido, tu segunda economía, se marcha, y cuando los estadounidenses tienen tecnología mucho más avanzada. Esos tres aspectos crean un asimetría total a la que ningún negociador jefe, por bueno que sea, puede hacer frente.

Ahora que la imposición de los postulados estadounidenses a través de la guerra ha fallado, se trata de imponer nuevos marcos de relación a través del comercio

Merkel cree que Alemania es suficientemente fuerte como para gobernar Europa y que lo es mucho menos para ejercer esa influencia a nivel internacional. Por eso aspira a acercarse a EEUU, pero no va a funcionar. La política de EEUU consiste en acercarse a Asia, y eso hace que Europa pierda ese papel de principal aliado estratégico que gozó en la era de la Unión Soviética. Pero, al mismo tiempo, si Europa no firma el TTIP, ¿en qué lugar se queda? Hay que entender que las nuevas reglas globales, que todo el mundo cree que está imponiendo Obama, no vienen de él, sino de las ideas de Robert Kagan, que era asesor de los gobiernos neoconservadores estodunidenses, y de Joseph Nye. Ahora que la imposición de los postulados a través de la guerra ha fallado, como hemos visto en Oriente Medio, se trata de imponer nuevos marcos de relación a través del comercio.

P. ¿Se ha abierto una gran guerra contra China? ¿Se están creando bloques a lo OTAN en la guerra fría, pero con el comercio?

R. China es un problema por varias razones. Hay un estudio de Harvard que asegura que de 15 casos de la historia en que interactuaron una potencia en ascenso y una establecida 10 terminaron en guerra. En la carrera armamentística, China está muy avanzada. Lo que le queda a EEUU es determinar nuevos marcos de juego que releguen a China a una posición secundaria. No se trata del poder duro, sino de uno más inteligente. En la pugna entre China y EEUU por el poder en el nuevo orden mundial, el comercio no es la única pata, pero sí la principal. China es una potencia económica absoluta, de tal envergadura que puede utilizar su fuerza económica para hacer otras alianzas, como la que ha realizado con países del Pacífico bajo el nombre RCEP. Desde luego, no va a quedarse de brazos cruzados. El problema de todo esto es para los ciudadanos, porque estamos ante una serie de reglas que nos sobrepasan tanto… Los nuevos dioses están en una nube luchando y peleando mientras los ciudadanos les hacemos la ofrenda de nuestros derechos.

P. ¿En qué van a consistir esos sacrificios? Porque siempre se habla de la falta de transparencia y de que los ciudadanos no sabemos qué se está negociando.

R. Es evidente que las negociaciones no deben estar abiertas al público, pero el problema de la opacidad es otro, porque esa oscuridad está sirviendo para confirmar las sospechas de la opinión pública. El TTIP no va a conllevar falta de regulación, sino que va a imponer un techo por encima del cual no va a haber ninguna norma. Es decir, se trata de un marco que asegura que en el futuro las leyes serán cada vez más laxas o que ni siquiera se dictarán. Hay que tener en cuenta que las normas de estos tratados están sometidas a enjuiciamiento por tribunales de arbitraje que sirven para que se pueda demandar a los Estados que toman decisiones, por ejemplo ambientales o fiscales, que perjudican a los negocios. Son tribunales especiales, porque la manera que tienen de asegurar la justicia es que cada parte elija un árbitro de los que dictarán la resolución, pero esto tiene poco que ver con la independencia judicial tal y como la entendemos ahora. Y sus fallos tampoco son como los del resto de tribunales, porque toman más en cuenta lo económico que lo jurídico. De modo que la misma existencia de estos tribunales contiene cierto poder intimidatorio contra los Estados, que se abstienen de hacer determinadas cosas para que no les demanden. Con todo este escenario lo que se consigue es borrar las líneas legales y trasladarlas un poco más allá, de forma que los negocios tengan un mayor margen de acción.

Se habla del Ibex 35, pero cuando llegue el nuevo escenario a lo mejor se le echa de menos

Eso significa, por ejemplo, que nos tendremos que acostumbrar a pagar por servicios públicos o por enviar un correo electrónico. En el futuro, cuando Google ya tenga tus datos, te dirá que te va a cobrar por mandar emails y será difícil evitarlo. La UE está haciendo una labor intensísima de control de las empresas tecnológicas, pero lo está haciendo como un grito de auxilio, porque es probable que la próxima Comisaria no haga ya ese esfuerzo. A consecuencia de esto, las empresas telefónicas europeas están muy preocupadas, porque saben que pueden abandonar el club de élite en el que están ahora. Se habla del Ibex 35, pero cuando llegue el nuevo escenario, a lo mejor se le echa de menos.

Los tratados de comercio han sido un asunto controvertido en los últimos meses. Las discusiones acerca del TTIP (Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones) se convirtieron en comunes, en general a partir de posturas muy marcadas: desde un lado se afirmaba que eran necesarios para desarrollar el libre comercio, el valor esencial que sostiene las democracias liberales, y desde el otro se ha subrayado su inconveniencia porque deterioran las políticas sociales, ambientales y fiscales que los gobiernos pueden desarrollar.

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