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Lo que el Dark Case de Apple nos enseña sobre Inditex y el trabajo en Asia
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¿los códigos de conducta son la solución?

Lo que el Dark Case de Apple nos enseña sobre Inditex y el trabajo en Asia

El debate sobre la producción deslocalizada suele centrarse en empresas concretas, pero los problemas de fondo son mucho más serios. Un estudio premiado ahonda en ellos

Foto: Los trabajadores chinos durante la pausa para comer en una fábrica de Shenzhen, en China. (Reuters)
Los trabajadores chinos durante la pausa para comer en una fábrica de Shenzhen, en China. (Reuters)

La producción de las empresas occidentales en los países pobres o en vías de desarrollo es un asunto que reaparece periódicamente en nuestra sociedad, y siempre genera notable debate, grandes dosis de indignación y mínimos efectos. El esquema suele ser este: grandes firmas cuyas cuentas de resultados arrojan elevados beneficios, que funcionan con ciclos cortos de producto, cuyos bienes suelen ser muy apreciados, ya sea por su elevado valor simbólico (son 'cool') o porque compiten con precios baratos, y que se benefician de los bajos costes de fabricación en lugares donde el derecho laboral es débil o inexistente. Esos son también los casos analizados por el reciente 'Salvados' sobre las víctimas de la moda, y también de las respuestas que se le han dado desde el otro lado del espectro ideológico.

Las escuelas de negocios suelen utilizar como referencia pedagógica las 'best practices', casos exitosos que sirven como ejemplo y como futuras guías de acción. Pero también existen sus opuestos, los prácticas menos ejemplares, y la CMS Division de la Academy of Management concede un premio anual, el “Dark side case”, al 'paper' que analice el caso más dañino. En la edición de 2014, el ganador fue 'Apple and the human costs of production’, firmado por Colm McLaughlin y Todd Bridgman, un estudio que describía las denuncias que estaba sufriendo Apple, una firma emblemática, por las condiciones de trabajo que soportaban los empleados que producían sus flamantes iPhones y iPads.

40 personas acabaron en el hospital después de que miles de policías armados restableciesen el orden

Entre las acusaciones que se formulaban contra las fábricas de la cadena de suministro de Apple estaban las largas jornadas laborales (turnos de 12-16 horas, durante 6-7 días a la semana), los bajos salarios, horas extras no pagadas, la discriminación, el altamente estresante ritmo de trabajo, el trato humillante de los trabajadores por parte de los dirigentes y de los cuadros intermedios, las pruebas obligatorias de embarazo, el uso de la mano de obra infantil, y los pobres estándares de salud y seguridad. Estas condiciones infringían incluso las leyes laborales de los países, como China, en los que las empresas subcontratadas operaban, pero dadas las condiciones de observación de tales derechos en esos países, incumplir las normas tampoco parecía tener efecto alguno.

8 literas por habitación

Las críticas, cuentan los investigadores, se centraron en Foxconn, una empresa taiwanesa que empleaba a más de un millón de trabajadores en sus fábricas chinas, y que, además de producir para Apple, lo hacía para otras firmas, como Microsoft, Dell, Hewlett-Packard, Lenovo, Motorola, Nokia o Sony. La mayoría de sus empleados eran trabajadores emigrantes de las provincias más pobres de China y se alojaban en los barracones que Foxconn tenía cerca de la fábrica. Las habitaciones podían llegar a tener hasta ocho literas.

Apple aseguró que su "Código de conducta del proveedor" excluía el empleo de menores, las horas de trabajo excesivas o la discriminación

A principios de 2012, 150 trabajadores de Foxconn amenazaron con un suicidio en masa en protesta por las condiciones laborales, y en septiembre de ese año, 2.000 empleados iniciaron una revuelta en la fábrica de Taiyuan, que empleaba a 9.000 obreros. 40 personas acabaron en el hospital después de que miles de policías armados tratasen de establecer el orden, hechos que acabaron por dar visibilidad internacional al problema.

Apple respondió asegurando que su "Código de conducta del proveedor" abarcaba una serie de cuestiones laborales y de derechos humanos que “excluían el trabajo de menores, las horas de trabajo excesivas, o la discriminación", y que desde 2007 desarrolló un riguroso programa de auditoría con el objetivo de asegurar que las contratas se ajustaban al código. Si se detectaban incumplimientos, Apple requería que se corrigieran los problemas o, en caso de negativa, resolvía el contrato.

Los factores estructurales son de aplicación a la gran mayoría de las empresas que producen en países asiáticos. Y tienen solución difícil

La discusión mediática fue notable, grandes medios de comunicación se hicieron eco de los argumentos y contraargumentos, pero la polémica pasó rápido. Lo significativo, más allá de la respuesta de Apple y del mejoramiento o no de las condiciones laborales de los empleados de su contrata, son las preguntas que el estudio dejaba en el aire, que aluden a factores estructurales, y que son de aplicación a la gran mayoría de las empresas que optan por producir en estos países. Y son las siguientes:

Presión por los márgenes

Como en todas las contratas y subcontratas, hay un problema de fondo referido a los márgenes. Según los críticos de Apple, si Foxconn empujaba a sus empleados a trabajar tantas horas haciendo caso omiso del código de conducta es porque los márgenes de beneficio que Apple les dejaba eran demasiado ajustados, de modo que la única manera de que crecieran era aumentar la velocidad de producción, provocando que más obreros trabajasen más horas a un ritmo más rápido. Un ex directivo de Apple señaló que se podían establecer todas las reglas que se deseasen, pero que éstas “carecen de sentido si no se permite a los proveedores tener los beneficios suficientes para tratar bien a sus empleados. Si se aprieta con los márgenes, se obliga a recortar en seguridad". Este es un elemento típico de la relación con proveedores y subcontratas: al existir más intermediarios los márgenes son escasos, y sólo se pueden acortar mediante la reducción de la calidad o unas condiciones laborales y unos salarios peores.

La presión por los plazos

Gran parte de estos proveedores dependen en gran medida de un comprador principal, por lo que tratan de tenerle siempre satisfecho. Cuando la empresa dominante ajusta los tiempos de producción y entrega, lo esencial es cumplirlos, con independencia de otros factores. Un ex directivo de Apple citaba un ejemplo, recogido por el estudio, que ilustra plenamente este dilema. Apple dio orden de rediseñar la pantalla de un modelo un par de semanas antes de su lanzamiento. Los nuevos componentes llegaron a la fábrica china alrededor de la medianoche y 8000 trabajadores fueron despertados, sacados de sus dormitorios y llevados a la fábrica para empezar a montar la nueva pantalla. Esa presión por los plazos que ejerce la firma dominante añade un estrés extra que suele repercutir en los derechos laborales.

Códigos de conducta en lugar de leyes

Los códigos de conducta son instrumentos coercitivos muy débiles. En primera instancia, porque cuando la empresa principal exige resultados ante todo, puede pasar por alto fácilmente estos “detalles secundarios”. Varios ex directivos de Apple aseguraron que sabían de problemas laborales en las fábricas de sus proveedores desde cuatro años antes de que estallara el escándalo, y que no se habían solucionado. “¿Que por qué? Porque el sistema funcionaba para nosotros. Los proveedores cambiarían todo si Apple les hubiera dicho que no tenían otra opción. Si la mitad de los iPhones que fabricaban funcionasen mal, ¿cree que Apple hubiera esperado cuatro años para rescindir el contrato?”. Otro exejecutivo señaló que "el incumplimiento se tolera, siempre y cuando los proveedores se comprometan a esforzarse más la próxima vez. Pero si fuéramos en serio, no se atreverían a infringir ninguna norma laboral”.

Lo que el Dark Case de Apple pone de manifiesto sobre la producción deslocalizada son impedimentos serios que hacen muy complicado que los abusos terminen

En segundo término, los códigos de conducta son acuerdos puramente privados y, por tanto, alejados de la fuerza coercitiva que poseen las normas estatales. La esencia del derecho laboral consiste en establecer un poder exterior a las empresas y a los propios trabajadores que pueda obligar a ambos en caso de incumplimiento de la normativa. Pero dado que los países productores suelen hacer la vista gorda, ya que les compensa económicamente, y que los países de destino se niegan a tomar medidas para prohibir las importaciones de productos fabricados incumpliendo las normas laborales internacionales, todo queda en manos de los dos suscriptores del contrato, que a menudo carecen de los incentivos precisos para aplicar la normativa. El incumplimiento suele ser más rentable económicamente en ausencia de un poder exterior que sancione las ilegalidades.

El consumidor

El único poder que podría poner fin a estas prácticas, una vez certificado que los gobiernos se inhiben por diferentes razones, sería el del consumidor. Pero como señala el estudio, éste es un contrapeso especialmente débil. A pesar de toda la publicidad negativa, los consumidores han mantenido la compra de nuevos productos de Apple. Como afirmaba un ejecutivo de la firma, “los clientes se preocupan más por cómo será el nuevo modelo de iPhone que por las condiciones de trabajo en China".

En definitiva, lo que el 'Dark Case' de Apple pone de manifiesto sobre la producción deslocalizada de las grandes firmas es una serie de impedimentos estructurales que hacen difícil que estos abusos terminen porque todo queda en manos de compañías preocupadas por sus resultados trimestrales, de ejecutivos que sólo desean que no les echen por no cumplir con los resultados (o por cobrar su bonus, si son positivos) y por unas empresas contratadas que lo perderían casi todo si una compañía de grandes dimensiones dejara de tener relaciones comerciales con ellas. Todos estos asuntos son enormemente relevantes cuando hablamos de las víctimas de la moda y de la producción, textil o no, en los países en vías de desarrollo.

La producción de las empresas occidentales en los países pobres o en vías de desarrollo es un asunto que reaparece periódicamente en nuestra sociedad, y siempre genera notable debate, grandes dosis de indignación y mínimos efectos. El esquema suele ser este: grandes firmas cuyas cuentas de resultados arrojan elevados beneficios, que funcionan con ciclos cortos de producto, cuyos bienes suelen ser muy apreciados, ya sea por su elevado valor simbólico (son 'cool') o porque compiten con precios baratos, y que se benefician de los bajos costes de fabricación en lugares donde el derecho laboral es débil o inexistente. Esos son también los casos analizados por el reciente 'Salvados' sobre las víctimas de la moda, y también de las respuestas que se le han dado desde el otro lado del espectro ideológico.

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