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Todo lo que siempre quisiste saber sobre las geishas y no te atrevías a preguntar
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KYOKO AIHARA Y LOS HANAMACHI DE KYOTO

Todo lo que siempre quisiste saber sobre las geishas y no te atrevías a preguntar

Pocas personas conocen qué ocurre en la intimidad de las geishas japonesas. Una de esas privilegiadas es Kyoko Aihara, que convivió con algunas de las que viven en los hanamachi de Kioto

Foto: Una geiko actúa en la ciudad de Kioto. (Reuters) (El resto de fotografía del artículo son cortesía de Kyoko Aihara)
Una geiko actúa en la ciudad de Kioto. (Reuters) (El resto de fotografía del artículo son cortesía de Kyoko Aihara)

Cuando un occidental piensa en una geisha, suele acudir a su cabeza una mezcla de lujo, exotismo y sensualidad que poco tiene que ver con la realidad. Un estereotipo que han alimentado de forma externa novelas como Memorias de una geisha de Arthur Golden y, de forma interna, ciertos estereotipos que sobre estas mujeres han circulado en Japón. El hermetismo de los hanamachi, las áreas de las ciudades japonesas donde residen las geishas, tampoco ha ayudado a esclarecer muchas dudas.

Con el objetivo de separar el grano de la paja, la periodista y fotógrafa Kyoko Aihara se internó en los hanamachi de Kioto, donde se concentra la mayoríade practicantes de esta tradición, para alumbrar Geisha: a Living Tradition (Carlton Books). Este libro es una bella mezcla de imagen y texto que desvela la realidad de estas mujeres en la sociedad del siglo XXI, dos siglos después de su gran período de esplendor, cuando más de 3.000 trabajaban en las 700 casas de té de Gion. Divididas entre maikos (en período de aprendizaje) y geikos, son profesionales del entretenimiento que disfrutan de una compleja educación, ante todo, artística. Aihara resuelve a El Confidencial todas nuestras dudas unas horas antes de ofrecer una conferencia en la Fundación Japón Madrid.

PREGUNTA. ¿Cuáles son las nociones equivocadas que mantenemos los occidentales sobre el mundo de las geishas?

RESPUESTA. En los hanamachi de Kiotolo más importante es el arte, que se practica de forma muy rigurosa. Puede ser la práctica del shamisen o el taiko, flautas o prácticas de canto. Incluso las trabajadoras que hayan llegado al título de natori, es decir, de maestra, siguen practicando a los 90 años en las escuelas. Son como pianistas o bailarinas que practican durante toda su vida profesional.

P. ¿Hay muchas mujeres con vocación de convertirse en geikos? ¿Qué proceso siguen?

R. No hay muchas, pero también es cierto que el oficio de maiko se ha popularizado y es una figura que está en el punto de mira gracias al turismo, como si fuesen Micky Mouse. Más chicas quieren ser maikos que hace 30 años. En los cinco hanamachis de Kyoto había 66 maikos y 177 geikos en diciembre del año pasado.

¿Cómo convertirse en una de ellas? Primero tiene que contactar con okiya, que es la residencia, y tiene que vivir allí junto a okâsan, cuya traducción directa es “madre”, pero que en realidad es la propietaria de la residencia, y onêsan, que significa “hermana mayor”. Allí aprenden todos los protocolos, también las jergas y palabras propias del hanamachi. Habitualmente se tarda un año en que puedan ser maikos, y otro año más para ser geikos. Incluso hay personas que se saltan el proceso de ser maiko y consiguen ser geiko en un año.

P. ¿Vivir en un hanamachi es una dedicación absoluta?

R. Deben tener total dedicación a su oficio, es una profesión total. No se puede compaginar con otros estudios o trabajos. Hay muchas maikos que más tarde prefieren estudiar en una universidad y dejar de serlo, o el caso inverso, que una chica que ha terminado una carrera universitaria, en lugar de entrar en una compañía, se plantee ser geiko.

El debut de una maiko cuesta unos 30 millones de yenes (más de 200.00 euros)

P. Usted investigó a fondo los hanamachi. ¿Qué fue lo que más le sorprendió de lo que allí vio?

R. Una de las cosas que más me sorprendió es que una geiko que ha llegado a ser natori siga acudiendo a la escuela todos los días para practicar. También la vestimenta que llevan, que es carísima. Un kimono que puedollevar yo tiene tres metros de largo, pero los de ellas son de cinco, y además tejidos y pintados a mano. Todo está hecho de seda.

[Agarra el libro y señala una horquilla] Este no tiene precio, los más baratos podrían llegar a costar 200.000 yenes, algo así como 1.500 euros. Cuando una se hace maiko y es admitida, debe tener kimono de invierno, de verano y primavera/otoño, y todos los accesorios adaptados a cada estación. El debut de una maiko cuesta unos 30 millones de yenes. Este obi, por ejemplo, lleva un diamante de dos kilates en el centro. Los okobos (el calzado), parecen baratos, pero también cuestan unos 200.000 yenes.

P. ¿Cómo se financia todo esto?

R. Es uno de los problemas actuales, porque antiguamente los clientes y patrones no tenían por qué ser patrón de una única maiko, a veces se hacían regalos porque sí. Se llegaban a regalar casas y mansiones. Eran clientes de lujo y alto standing que donaban el dinero necesario. Hoy en día hay unas tasas de transacción por realizar un obsequio, algo que antiguamente no existía. Era una cultura para clientes de gran poder adquisitivo, algo que es cada vez más difícil.

Pero se ahorraron muchos de los obsequios que hacían los antiguos patrones, y con ese dinero se sobrellevan estos costes. En cualquier caso, las maikos no tienen que financiar este tipo de complementos, a cambio de no cobrar honorarios durante cinco años. Los okiyas le suministran los kimonos y costean sus gastos de vivienda, comida, etc.

P. ¿Cuál es la relación que mantienen actualmente con sus clientes?

R. Yo también pensaba que todos los clientes eran patrones, personas que aportaban dinero. Pero según empecé a entrevistar a las implicadas, averigüéque incluso antes de la guerra, muchas personas sólo venían para disfrutar de su tiempo y se gastaban lo que les correspondíasin ser patrones.

P. Esa relación entre patronos y geishas las ha llevado a ser equiparadas con prostitutas.

R. Exactamente. Además, la confusión ha sido generada por las propias mujeres que se dedicaban a la prostitución y se consideraban geishas, algo que ocurrió en todo Japón. Por otro lado, cuando se habla del patrón, existe la idea errónea de que busca una relación sexual, pero no es así. Por ejemplo, algunos encargaban un kimono y se lo hacían vestir a una geiko para ver cómo quedaba, o artesanos que confeccionaban un obi y utilizaban a las geikos como modelo para ver cómo quedaba, si era mejor otro color… Las utilizaban como modelos para ver el resultado de su trabajo.

La relación entre el cliente y las geikos es muy duradera, se puede alargar durante 10 o 20 años

Antes de la guerra había muchos hombres que tocaban shamisén. Actualmente la virtud del hombre es trabajar, pero antes muchos tocaban mientras las geikos bailaban. Había muchos hombres que iban con geikos o maikos a las escuelas de arte para practicar, o incluso acudían juntos a ver la función de kabuki como aprendizaje.

En este sentido, la relación entre el cliente y las geikos es muy duradera, una relación de compañeros que se alarga durante 10 o 20 años. Si fuese prostitución, esta relación no duraría tanto y no existiría el sistema por el que no se permiten clientes no acreditados. El objetivo no es sexual, sino de acompañamiento.

P. No sólo los hombres pueden ser clientes de las geishas, sino que también acompañan a mujeres o participan en celebraciones familiares.

R. Exactamente. En este momento muchas mujeres se interesan por esta cultura, porque las chicas se visten con kimono y se fijan en las geikos y maikos. Una vez di una conferencia en la que reunimos a los no acreditados: era un evento abierto, y casi todas las asistentes eran mujeres.

P. ¿Cómo sería el día a día de una de ellas?

R. Primero se levanta, se viste con su kimono, y acude a la escuela para estudiar arte. El estudio, dependiendo del arte que practique, puede durar menos o abarcar hasta la tarde, pero termina entre las dos y las tres de la tarde, cuando almuerza y luego empieza la preparación del salón (ozashiki). Sobre las seis de la tarde va a ochaya, el salón. Una vez allí esperan en la sala de la propietaria a que entren los clientes, y les siguen. Allí empieza el banquete de cena, que suele tener lugar entre las seis y media y ocho y media. Cuando termina, a partir de las nueve, empiezan a llegar clientes que van a tomar algo. Habitualmente se quedan entre las nueve y las once de la noche. Si los clientes quieren que les acompañen a otro sitio, también lo hacen. Esto dura desde las doce de la noche hasta la una o las dos, y cuando terminan, llaman para decir que han terminado y vuelven. El trabajo suele terminar a las dos de la mañana.

P. Usted que ha convivido con muchas de ellas, ¿cuáles son sus deseos y motivaciones y qué explicaban de la profesión que habían elegido?

R. Tienen la vocación de exhibir su habilidad artística. ¿A qué aspiran? A llegar a ser una geiko como las que exhiben su música o su arte en el teatro kabuki o las maestras que enseñan a tomar shamisen en las televisiones. Llegar a este nivel es su máxima aspiración.

P. ¿Cuál es la actitud que el resto de la sociedad japonesa mantiene hacia ellas?

R. Se les ve como personas que viven en otro mundo, por así decirlo. Antes también había muchos estereotipos negativos sobre ellas, pero eso ha cambiado gracias a que maikos y geikos realizan sus presentaciones en muchos lugares, llegando incluso a Estados Unidos para promocionar sus actividades o la ciudad de Kioto. Allí hablan de sus oficios o incluso presentan sus artes, que pueden ser baile o música. Muchas de las asistentes son mujeres que tienen interés en los vestidos que llevan por lo bonitos que son.

Japón era un país muy pobre, por lo que esta era una buena opción para que las niñas tuviesen dónde vivir

P. ¿Cuáles son las principales diferencias entre las geikos y maikos de antes de la guerra y las que se pueden encontrar hoy en día?

R. Antes de la guerra, Japón era un país muy pobre. En esa situación, muchos padres no podían criar a sus hijos. Una alternativa para las niñas era ingresarlas en una okiya que garantizase su residencia y comida, y en el caso de los chicos, internarlos en un templo o que trabajasen desde pequeños en los establecimientos. Los hanamichi eran una de las opciones. Después de la guerra, las maikos o geikos lo son por su propia voluntad o porque es una profesión que se ha llevado a cabo en su familia.

P. Lo que explica es similar a lo que ocurría con muchas religiosas en España. Pero los hanamachi se organizan en estructuras muy jerarquizadas y guiadas por la tradición. ¿A qué se parecen? ¿A un convento, a una escuela femenina, a un ejército..?

R. Es cierto que es parecido a un convento, pero en los hanamachi se les garantizaba una vida mejor. ¿A qué se asemejan? También he investigado los templos y, tras ver a los jóvenes sacerdotes, creo que tienen una cierta similitud con la vida en un hanamachi, ya que hay unos protocolos que se han derespetar rigurosamente. Por ejemplo, los jóvenes deben esperar de rodillas a que pase un sacerdote mayor por la puerta, algo que también ocurre con una okasan cuando entra a una habitación.

Cuando un occidental piensa en una geisha, suele acudir a su cabeza una mezcla de lujo, exotismo y sensualidad que poco tiene que ver con la realidad. Un estereotipo que han alimentado de forma externa novelas como Memorias de una geisha de Arthur Golden y, de forma interna, ciertos estereotipos que sobre estas mujeres han circulado en Japón. El hermetismo de los hanamachi, las áreas de las ciudades japonesas donde residen las geishas, tampoco ha ayudado a esclarecer muchas dudas.

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