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Los lugares en que nunca, bajo ningún concepto, deberías hacer ‘networking’
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Los lugares en que nunca, bajo ningún concepto, deberías hacer ‘networking’

Nos hemos creído tanto eso de que la búsqueda de trabajo se hace las 24 horas del día que hemos llegado a traspasar los límites de la educación y del buen gusto

Foto: No, un funeral no es un buen momento para pedirle trabajo a ese familiar al que le va tan bien. (iStock)
No, un funeral no es un buen momento para pedirle trabajo a ese familiar al que le va tan bien. (iStock)

En el arranque de la película de Martin Scorsese El rey de la comedia, el cómico Robert Pupkin, al que daba vida Robert De Niro, se las apañaba para escurrirse dentro de la limusina de la estrella del humor interpretada por Jerry Lewis. Allí consigue arrancarle el compromiso de que escuchará una de sus actuaciones, pero el espectador entiende –no así el propio Pupkin– que este ha cedido como una fórmula de cortesía para librarse de él. Es patente que no tiene ningún interés en la obra de ese excéntrico y relamido comediante.

Algo semejante nos puede ocurrir si intentamos realizar networking a todas horas, en todas partes. Hacer y mantener contactos es vital para crecer profesionalmente, y hasta cierto punto, se entiende que podemos tomarnos ciertas confianzas, puesto que es un juego al que todos nos vemos obligados a jugar en un momento u otro. Sin embargo, si no somos conscientes de los límites, corremos el riesgo de que lo que en principio debería mejorar nuestra carrera sea altamente contraproducente, como ocurría con De Niro y Lewis.

Si queremos saber cuándo no hacer networking, una buena herramienta es el sentido común. Sin embargo, este no nos ayuda a averiguar qué hacer en todos los casos, puesto que algunas personas son tan introvertidas que reducirán exageradamente las situaciones en las que se atreven a dar un paso adelante y otras tienen tan poco sentido de la vergüenza que no se pondrán ningún límite. Pensando especialmente en estos últimos, Maria Elena Duron ha seleccionado para AOL una serie de situaciones en las que no debemos hacer networking, a las que añadimos otras.

Cuando estás con tus amigos

Presentarse a un desconocido puede ser una situación estresante para las personas más introvertidas, por lo que suelen pedir a sus amigos que los acompañen para sentirse seguros. Hay una larga lista de razones por las que esta es una mala opción: es probable que nos centremos en nuestros amigos y olvidemos lo que hemos venido a hacer, que nuestros amigos destaquen por encima de nosotros –es como salir a ligar con alguien más simpático y guapo que tú–, que te sientas menos libre para, ejem, “maquillar la realidad”… Y, sobre todo, que esos amigos que tanto apreciamos quizá no se sientan muy bien al verse utilizados como herramienta, como sugiere un artículo publicado en Inc.

Cuando estás en la fiesta de otra persona

Cumpleaños, homenajes, bodas, comuniones, ascensos, bodas de plata y de oro, funerales… Son ceremonias que tienen en el centro de atención a una persona en concreto, por lo que cualquier intento por desviar el foco de atención de la misma será interpretado como un acto de egocentrismo que sólo otro egocéntrico considerará normal. Lo mejor es centrarse desinteresadamente en la razón por la que todos estáis reunidos y, en el caso de que quieras conocer a alguien, hacerlo de forma sutil. Lo bueno que tienen dichas situaciones es que ya preparan esas preguntas para romper el hielo: ¿de qué conoces a X? ¿Qué te parece su trabajo? ¿Sabe que yo también he trabajado con él? ¿Quieres echarle un vistazo a mi currículum?

Cuando ha ocurrido algo trágico o negativo

Sobre el papel, a todos nos parecería el colmo del mal gusto hacer contactos en un funeral. La realidad es muy diferente, y puede ocurrir que veamos el cielo abierto en el sepelio de una lejana tía abuela que no llegaste a conocer para reencontrarte con ese primo que tiene una firma en expansión y que quizá podría estar interesado en tu tarjeta. Como recuerda Duron, en dichas ocasiones las acciones dicen más de nosotros que las palabras, así que lo mejor que podemos hacer por los demás y por nosotros es acompañar en el sentimiento a los que sufren, ofrecer nuestra ayuda y, sobre todo, hacerlo de forma sincera.

Cuando el ambiente es demasiado informal

Un eufemismo que podemos traducir por “cuando la gente lleva unas copas de más”. A determinada hora de la noche o en ciertas situaciones estresantes, es normal que la gente baje la guardia. A veces más de lo recomendable pero, ¡eh!, no olvidemos que todos somos humanos, incluso los jefes. Dicho contexto puede parecer el propicio para acercarnos a nuestro objeto de deseo, pero siempre que lo hagamos con los pies de plomo. En la mayor parte de casos, ser esa persona que no se conoce de nada pero que nos ha visto u oído hacer o decir lo que no debíamos nos puede convertir en una persona a evitar. Duron recomienda abandonar todas las fiestas cuando la concurrencia empieza a menguar, porque ese es el momento a partir del cual tenemos más que perder que ganar.

Cuando estás con tus hijos

Como hemos explicado repetidamente, el tiempo de calidad del que disponemos para pasar con nuestros hijos es cada vez menor, por lo que nadie desea que un pesado les interrumpa en tan preciados momentos. Al mismo tiempo, nosotros mismos deberíamos pensar más en nuestros hijos y menos en medrar desesperadamente. Esto mismo puede extenderse a cualquier otra relación personal, ya sean cenas familiares, encuentros casuales en la calle o eventos distendidos. El mejor consejo es dejar que las cosas fluyan naturalmente, y la propia situación nos dará pie a meternos la mano en el bolsillo y extraer, por fin, esa tarjeta de presentación que tantas puertas creemos que nos abrirá.

En el arranque de la película de Martin Scorsese El rey de la comedia, el cómico Robert Pupkin, al que daba vida Robert De Niro, se las apañaba para escurrirse dentro de la limusina de la estrella del humor interpretada por Jerry Lewis. Allí consigue arrancarle el compromiso de que escuchará una de sus actuaciones, pero el espectador entiende –no así el propio Pupkin– que este ha cedido como una fórmula de cortesía para librarse de él. Es patente que no tiene ningún interés en la obra de ese excéntrico y relamido comediante.

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