El 'engaño' del tabaco de liar: no es más 'sano', sino más dañino para las arterias
Un 30% de los fumadores de picadura lo son porque piensan que es más saludable que el cigarrillo manufacturado. Se equivocan
El tabaco de liar, junto con los puros, resiste a la crisis. La noticia llegaba esta semana, con las cifras de la Comisión Nacional del Mercado de Tabacos. La coda a esos datos llega ahora a través del estudio "El tabaco de liar", que recalca que la causa puede estar no sólo en su menor precio, sino en que un 30% de los fumadores de picadura lo son porque piensan que es más saludable que el cigarrillo manufacturado. Se equivocan. La realidad es que, aunque fuman menos cigarrillos de media (18,5 al día frente a 27,9), las concentraciones de monóxido de carbono (CO, la sustancia tóxica del humo) en su aire espirado son mayores que las de los consumidores de tabaco clásico (27,9 ppm frente a 21,4 ppm), lo que daña sus arterias. El monóxido es precisamente el agente que hace más frecuente la patología vascular (infartos, anginas, aneurismas de aorta...) en los fumadores.
Las razones las explica Carlos Jiménez Ruiz, director del Programa de Investigación en Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) y coautor del citado estudio: "En el cigarrillo manufacturado el papel rodea y compacta el tabaco, mientras que el de liar requiere más papel". Se quema más papel y se produce más CO, a lo que se añade que los adictos a la picadura "tienden a dar más caladas y más profundas, quizá para compensar el hecho de fumar menos cigarrillos". El resultado no sólo es más CO, sino también unos niveles de cotinina (el metabolito directo de la nicotina, que permanece en la sangre más allá de la hora-dos horas que dura la nicotina) que no se diferencian en gran medida de los que presentan los fumadores de cigarrillos manufacturados, como sería esperable por el menor consumo.
La conclusión: "Una buena parte de los fumadores se pasan a la picadura por una razón de salud. Pero no es menos perjudicial. Al contrario, es incluso más peligroso que el manufacturado, por el monóxido de carbolo y por la dependencia de la nicotina, que no presenta diferencias significativas entre uno y otro tipo de fumador". Es más, el análisis desvela que los que utilizan el tabaco de liar tienen un grado mayor de lo que se denomina "autoeficacia", esto es, la capacidad que el fumador siente que tiene para abandonar el hábito. Esta sensación, unida a una menor motivación para dejarlo (puesto que piensan que es más saludable) lleva a que disminuyan los intentos de dejarlo.
El perfil del fumador de tabaco de liar es el de un hombre (53%) de unos 46 años, con estudios de bachillerato superior (37%) y con ingresos de entre 10.000 y 25.000 euros, según detalla el estudio. Pocos de ellos saben el contenido en nicotina y alquitrán de los cigarrillos que lían, puesto que sólo un 33% de las marcas los detalla, y ninguna, el de monóxido de carbono, según otro análisis del Instituto Nacional del Consumo. Es de 2011, pero lo cierto es que a día de hoy, entre las cinco marcas más vendidas -Ducados, Pueblo, Winston, Chesterfield y Pall Mall- sólo Pueblo indica el contenido de nicotina y alquitrán, y nada dice del CO. Algo que, por otro lado, va en consonancia con la reciente Directiva Europea sobre el Tabaco, que está a la espera de su trasposición al derecho nacional y que prohíbe (art. 13, 1, a) incluir esta información, puesto que "induce a error, puesto que induce a los consumidores a pensar que determinados cigarrillos son menos nocivos que otros".
El tabaco de liar, junto con los puros, resiste a la crisis. La noticia llegaba esta semana, con las cifras de la Comisión Nacional del Mercado de Tabacos. La coda a esos datos llega ahora a través del estudio "El tabaco de liar", que recalca que la causa puede estar no sólo en su menor precio, sino en que un 30% de los fumadores de picadura lo son porque piensan que es más saludable que el cigarrillo manufacturado. Se equivocan. La realidad es que, aunque fuman menos cigarrillos de media (18,5 al día frente a 27,9), las concentraciones de monóxido de carbono (CO, la sustancia tóxica del humo) en su aire espirado son mayores que las de los consumidores de tabaco clásico (27,9 ppm frente a 21,4 ppm), lo que daña sus arterias. El monóxido es precisamente el agente que hace más frecuente la patología vascular (infartos, anginas, aneurismas de aorta...) en los fumadores.