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“Yo era multiorgásmico sin saberlo”: una aproximación científica al sexo
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SEGÚN PERE ESTUPINYÀ

“Yo era multiorgásmico sin saberlo”: una aproximación científica al sexo

El científcio Pere Estupinyà ha protagonizado una de las aproximaciones al sexo más innovadoras y originales de los últimos años

Foto: Lo difícil no es ser multiorgásmico, sino conseguir experimentarlo como algo extremadamente placentero. (Corbis)
Lo difícil no es ser multiorgásmico, sino conseguir experimentarlo como algo extremadamente placentero. (Corbis)

El científico Pere Estupinyà ha protagonizado una de las aproximaciones al sexo más innovadoras y originales de los últimos años que, a buen seguro, revolucionará nuestra mente y quizá también nuestro comportamiento. En La ciencia del sexo(Debate), el autor relata numerosas anécdotas, consejos prácticos, reflexiones profundas, y respuestas a qué nos ocurre cuando estamos disfrutando de la actividad que más nos interesa, pero que paradójicamente la ciencia tiene más reparos en explorar. Por ejemplo, ¿podemos ser multiorgásmicos sin saberlo? Así responde Estupinyà en primera persona:

Cuando escuchaba a los practicantes de sexo tántrico asegurar que todos los hombres pueden controlar sus músculos eyaculatorios y ser multiorgásmicos, la verdad es que era bastante escéptico. Me imaginaba a alguien haciendo el amor, eyacular y continuar como si nada, y sinceramente no lo veía nada claro. Por eso, cuando entrevisté a la pareja de profesores de tantra Mark Michaels y Patricia Johnson, una de las cuestiones que quería abordar era ese misterio del multiorgasmo masculino.

Introduje el tema con cuidado, pues sabía que a los practicantes de tantra no les sienta demasiado bien que todo el mundo se interese por este aspecto concreto de su sexualidad, que en realidad ellos consideran secundario. De hecho, el sexo es un aspecto menor de esta filosofía nacida en la India alrededor del siglo V, que guarda estrechos vínculos con el taoísmo, el hinduismo, el budismo y prácticas como la meditación y el yoga, y cuyo objetivo en la pareja es trabajar la conexión emocional, física y espiritual. De hecho, en lo referente al aspecto estrictamente sexual, la finalidad de sus largas sesiones de caricias e intimidad física no es tener muchos orgasmos, sino acumular gran cantidad de energía sexual que, según ellos, vigoriza cuerpo y mente.

Muchos hombres recurren a pensamientos inhibitorios para intentar, normalmente sin éxito, retrasar la eyaculación

Esta concentración de energía sexual la consiguen manteniéndose el máximo tiempo posible en ese estado intensísimo de excitación y sensibilidad extrema preorgásmica, que parece de no retorno, pero que ellos pueden controlar y dilatar de manera que cuando al final se alcanza el clímax, la emisión de energía se experimenta como una liberación. Incluso si se decide evitar el orgasmo, esa energía sexual puede quedarse en el interior del cuerpo y hacernos sentir muchísimo más vitales. Interesante, muy interesante. Pero, para qué engañarnos, yo lo que quería era aprender a ser multiorgásmico. La sorpresa fue mayúscula. ¡Ya era multiorgásmico sin saberlo! De verdad, ésta fue una de las grandes revelaciones durante la preparación de este libro. Yo ya había sido multiorgásmico en el pasado, lo que ocurría es que mis multiorgasmos habían pasado desapercibidos. Me explico.

La clave está en el punto de no retorno, ese momento en que en los hombres se produce un aumento de sensibilidad genital, notamos la inmediata llegada del orgasmo, y sabemos que eyacularemos automáticamente a los pocos segundos aunque detengamos cualquier estimulación. Sí, es justo ese punto que a veces aparece por sorpresa antes de lo previsto y genera un considerable fastidio. A casi todos nos ha pasado.

Retrasando la eyaculación

Con el tiempo uno aprende a controlar ritmos, a saber en qué posturas la fricción nos excita “demasiado”, a utilizar los recursos de pensar en la nevera, el jefe, o recrear en la mente cualquier imagen que minimice la excitación (sí, chicas, por patético que resulte, muchos hombres recurren a pensamientos inhibitorios para intentar –normalmente sin éxito–retrasar la eyaculación). Cuando todo esto falla y notamos que se aproxima el punto de no retorno, otra opción es ingeniárselas para salir, parar unos segundos con la excusa del cambio de postura, comprimir los músculos pélvicos, sentir una especie de pulsaciones relativamente placenteras en el pene que pueden ir acompañadas de la expulsión de unas gotitas de líquido, notar a continuación un poco más de relajación, y sin perder la erección poder volver al coito casi como si empezara de nuevo.

Necesitamos un control mental para focalizar nuestra atención y sensibilidad en otras zonas fuera del área genital

Muy bien, pues justo esto es ser multiorgásmico. La enorme diferencia entre mis pulsaciones pseudorgásmicas y las de los practicantes de sexo tántrico era que ellos sabían reconocerlas, ensalzarlas y disfrutar del momento. Durante mis orgasmos encubiertos yo estaba luchando por inhibir el placer y evitar la eyaculación. En cambio ellos habían aprendido a controlar este proceso, a dominar su musculatura pélvica responsable de la eyaculación y a ser capaces de vivir el momento de manera intensa distribuyendo la tensión sexual por todo el cuerpo en lo que llaman un “orgasmo corporal”. Y evidentemente continuar si lo deseaban.

La diferencia entre una experiencia y otra era abismal, y esto es lo complicado de alcanzar y lo que requiere entrenamiento. En realidad, lo difícil no es ser multiorgásmico, sino conseguir experimentarlo como algo extremadamente placentero sin que desencadene la eyaculación. No pretendo hablar de mi vida, pero el día en que tras varias pruebas de repente noté esas pulsiones escaparse de los genitales y subir por el cuerpo generando escalofríos incluso en los brazos, me pareció estar sintiendo algo que ya me habían descrito algunas mujeres.

Semejanzas con el multiorgasmo femenino

Los tántricos hablan de dirigir la energía sexual hacia el interior del organismo distribuyéndola por todos los chacras del cuerpo e impregnando su espíritu. Está bien, cada uno utiliza su lenguaje, y al final todos nos referimos a lo mismo. Pero lo que está claro es que necesitamos un control mental para focalizar nuestra atención y sensibilidad en otras zonas fuera del área genital, que se puede entrenar, y que no es nada místico.

Los orgasmos sin eyaculación son claramente menos intensos, pero de verdad el cuerpo queda en un estado de mayor sensibilidad

Los orgasmos sin eyaculación son claramente menos intensos, pero de verdad el cuerpo queda en un estado de mayor sensibilidad, no se pierde ni un ápice de erección, se puede continuar con energía renovada, y el último orgasmo en el que nos liberamos del todo se vive con mucho más placer. Es imposible comprar, pero tengo la impresión de que no debe de ser tan diferente del multiorgasmo femenino.

He preguntado a investigadores y buscado bibliografía científica, pero nadie me ha podido explicar el mecanismo fisiológico por el que el orgasmo tras una sesión maratoniana de estimulación se vive mucho más intensamente que uno rapidillo de cuatro minutos. La mayor sensación de saciedad sexual podría deberse a más liberación de prolactina tras el orgasmo, y quién sabe si la intensidad del placer por una mayor acumulación de dopamina, activación más extrema del sistema nervioso simpático o algún efecto psicológico como la sugestión.

La visión normativa de la sexualidad

A ningún científico se le ha ocurrido estudiar qué ocurre con los practicantes del sexo tantra durante un encuentro sexual de dos horas, o utilizarlos para investigar la separación entre el orgasmo y la eyaculación. Sin duda podrían ofrecer información interesante, y fue una sorpresa ver que la ciencia normativa ni lo había contemplado. En realidad, la ciencia del sexo es bastante conservadora, y por mucho que diga, está demasiado influenciada por el obsoleto concepto de “normalidad”. Los miembros de diferentes comunidades sexuales tienen más interés hacia la ciencia que a la inversa.

A Mark y a Patricia les vi varias veces más en el Pleasure Salon que organizaban cada último jueves de mes en el Happy Ending Lounge del Lower East Side en Nueva York. Allí se reunían toda clase de personas sex-positive para compartir experiencias y charlar de manera distendida, desde parejas poliamóricashasta practicantes de sadomasoquismo, espectáculos burlesque, escritores de columnas eróticas, personas con diversas orientaciones sexuales, y otras interesadas en tantra o cualquier otra expresión sexual. Pero más allá de esto, lo que recibí fue un interés absoluto por mis aportaciones científicas.

Confieso que yo esperaba más reacciones negativas del tipo “¡qué sabrá la ciencia de esto!”, pero todo lo contrario. Mark, en concreto, tenía un profundo interés por la neurociencia y, en general, todo el mundo sentía que la información científica podía complementar algunas de sus experiencias. Y es que comprender la diversidad puede ser una vía para aceptarla y no tener una visión tan cerrada y normativa de la sexualidad.

El científico Pere Estupinyà ha protagonizado una de las aproximaciones al sexo más innovadoras y originales de los últimos años que, a buen seguro, revolucionará nuestra mente y quizá también nuestro comportamiento. En La ciencia del sexo(Debate), el autor relata numerosas anécdotas, consejos prácticos, reflexiones profundas, y respuestas a qué nos ocurre cuando estamos disfrutando de la actividad que más nos interesa, pero que paradójicamente la ciencia tiene más reparos en explorar. Por ejemplo, ¿podemos ser multiorgásmicos sin saberlo? Así responde Estupinyà en primera persona:

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