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De la lujuria al adiós: los cinco pasos que seguirán tus relaciones
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De la lujuria al adiós: los cinco pasos que seguirán tus relaciones

Nacer, crecer, trabajar y morir. Y, en algún momento a lo largo del camino, reproducirse (y, si puede ser, amarse). El amor es una parte esencial

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De la lujuria al adiós: los cinco pasos que seguirán tus relaciones

Nacer, crecer, trabajar y morir. Y, en algún momento a lo largo del camino, reproducirse (y, si puede ser, amarse). El amor es una parte esencial de la existencia de todos los seres humanos, y como tal, también tiene sus propias fases y momentos críticos. Hay quien mantiene que el amor es eterno, aunque sabemos que en la mayor parte de casos no es así. La ciencia y la psicología se han preguntado en multitud de ocasiones qué puede hacer un simple mortal para salvar el amor de su vida, si es que tal cosa es posible. O, al menos, para sobrevivir en el intento.

Muchos estudios han intentado definir en qué consiste cada una de las etapas de la relación amorosa, con el objetivo de librar a los enamorados de la inevitable frustración al comprobar que no todo es siempre como cuando la relación empezaba. Aún más, existe cada vez más evidencia que defiende que, afortunadamente, no podemos amar durante toda nuestra vida con la fuerza del primer día, ya que ello acabaría irremediablemente con nuestra salud, debido a las exigencias (mentales, pero también físicas) que el enamoramiento tiene en los enamorados.

Una investigación realizada por Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, identificó tres etapas diferentes, atendiendo a los procesos químicos que tenían lugar en nuestro cerebro, muy diferentes en cada uno de estos momentos de la relación. Esta sea quizá la división más utilizada, en cuanto que identifica los habituales ciclos de lujuria, atracción y compromiso inherentes a toda la relación de pareja.

Nuestro cerebro reacciona de manera diferente según la fase de la relación que estemos atravesandoSegún Fisher, autora de Anatomía del amor (Anagrama), la testosterona y los estrógenos son los que marcan la primera etapa de la relación, que es la que se centra en el sexo. Después de que los ánimos se calmen, llega el turno de la atracción, más relacionada con el amor íntimo, en la que la dopamina y la serotonina son las hormonas que llevan el ritmo de la relación. La última etapa es la del compromiso; en teoría, la final. Es en ese momento en el que abundan la oxitocina y la hormona antidiurética, que garantizan las ganas de mantenerse juntos de la pareja.

Estas tres etapas son las canónicas, claro está, si la relación va bien. Si no lo hace, quizá haya que añadir al menos otra más: la ruptura. Y también quizá se pueda colocar otra más al principio, relacionada con ese primer paso que muchos han vivido en sus propias carnes, por más que otros piensen que no es más que un mito: el flechazo.

El amor a primera vista, ¿existe?

¿Leyenda o realidad? Según un grupo de neurólogos del Trinity College de Dublín, lo segundo. Existe un área del cerebro, localizada en su lóbulo frontal, que es la que nos permite realizar rápidos juicios sobre aquellas personas que conocemos y que nos permitirían establecer en apenas milisegundos si dicha persona nos resulta atractiva o no. Según el estudio, la decisión tomada en este corto período de tiempo no cambiaba sensiblemente en el largo plazo, por lo que parece ser que la primera impresión es, efectivamente, la que cuenta. Sin embargo, otros expertos han alertado ante el peligro que conlleva que nos dejemos guiar únicamente por nuestra intuición. Este juicio atiende únicamente a los criterios físicos de la otra persona, pero no a esos factores que determinan el éxito o el fracaso de una relación, como son las competencias sociales, su predisposición sentimental o su estabilidad mental.

El nacimiento de la pasión

Como decíamos, llega la hora de que se disparen los niveles de testosterona y estrógenos, que marcan las relaciones sexuales que, como es de rigor, abundan durante esta etapa. Aquí el atractivo físico percibido sigue siendo clave, pero si no hay nada más detrás de ello, la relación está destinada a concluir en este punto. Respecto a este tema siguen existiendo dos escuelas de pensamiento difícilmente compatibles: la que afirma que el atractivo de la persona es algo aprendido, producto de cada época y cada cultura, y la que señala que el atractivo es una cualidad objetiva de cada persona, independiente de otras variables. Los guapos lo son ahora y lo serán siempre, puesto que nacen así. Es la tesis que defiende un grupo de investigadores de la universidad de Nuevo México, que en un estudio de 2011 señalaron que los hombres que son aplaudidos por las mujeres por su mayor atractivo son aquellos que mantienen menores niveles de estrés oxidativo. Otro estudio realizado por el mismo grupo señalaba que las mujeres solían preferir a los hombres con rostros de rasgos masculinos más marcados.

Florece el amor

Pero la pasión, como bien sabemos, no es un equivalente del amor. ¿Qué ha de ocurrir para que aparezca este? En primer lugar, que exista algo más allá de la pasión. Es entonces cuando entra en juego la “ansiedad de cariño” (attachment anxiety), relacionada con lo emocional, y en concreto con esa necesidad que sienten todas las personas de “buscar la proximidad de los demás, cultivar una relación de cariño con aquellos hacia los que se siente afecto y atenuar el miedo al abandono”, según señalaban Paul W. Eastwick y Eli J. Finkel de la Universidad del Northwest.

Es este el estado que fue calificado por Helen Fisher como “poco eficiente” y “metabólicamente costoso”. La ansiedad es la pauta principal, tanto de manera positiva cono negativa. Positiva, porque sin ella no habría ninguna clase de relación de pareja. Negativa, porque si el amor no es correspondido, la ansiedad tardará en desaparecer. Pero si lo es, el nerviosismo se extinguirá y entraremos en una nueva fase: la consolidación de la relación.

La convivencia nunca es fácil

Una vez concluye la primera etapa de la relación amorosa, que suele rondar los dos años, parece que tenemos que conformarnos con mantener una cordial amistad aderezada, eso sí, con ocasionales visitas a la cama. Sin embargo, diversos estudios han intentado establecer qué es lo que garantiza la pervivencia de la relación una vez la pasión se ha consumido. Básicamente, la respuesta es la siguiente: intentar continuamente cosas nuevas, y así, evitar por todos los medios posibles la monotonía amorosa. Introducir nuevos componentes excitantes a la relación parece clave a la hora de renovar nuestra relación con la pareja. Arthur Aron señaló en su estudio Does a Long-Term Relationship Kill Romantic Love? que la prolongación de una relación no tiene por qué implicar la desaparición del amor romántico, sino que simplemente, la situación mejora, ya que la obsesión y la inseguridad de las primeras fases de la relación desaparecen y sólo queda el cariño entre ambos.

El fin

Muchas relaciones concluyen con lo relatado en el anterior epígrafe. Si es su caso, enhorabuena. Si no lo es, aprender a afrontar una ruptura es seguramente uno de los retos más complicados que ha de atravesar cualquier enamorado, pero una condición importante para ser felices mientras dura dicho trance. También resulta vital ser capaces de localizar los signos que anuncian el declive de nuestra relación antes de que sea demasiado tarde. Según un estudio publicado en 2010 por un grupo de psicólogos de la Universidad de Rochester, las primeras señales que nuestro cuerpo presenta de que algo marcha mal nos pasan absolutamente desapercibidas. En otras ocasiones, los consultados percibían dichos signos pero les otorgaban poca importancia porque ello sería aceptar que su relación no era satisfactoria.

El estudio ponía de manifiesto que, en la mayor parte de casos, lo que los enamorados (o, mejor dicho, desenamorados) admitían en voz alta se correspondía en un grado muy pequeño con lo que realmente sentían, y que era lo que latía en su subconsciente lo que de verdad daba la medida del estado de la relación. ¿La solución? Como en tantas otras cosas, ser sinceros con el estado de la propia relación, tanto con uno mismo como con la propia pareja. Al menos, si el amor se acaba, nuestra mente y nuestro corazón nos lo agradecerán.

Nacer, crecer, trabajar y morir. Y, en algún momento a lo largo del camino, reproducirse (y, si puede ser, amarse). El amor es una parte esencial de la existencia de todos los seres humanos, y como tal, también tiene sus propias fases y momentos críticos. Hay quien mantiene que el amor es eterno, aunque sabemos que en la mayor parte de casos no es así. La ciencia y la psicología se han preguntado en multitud de ocasiones qué puede hacer un simple mortal para salvar el amor de su vida, si es que tal cosa es posible. O, al menos, para sobrevivir en el intento.