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"Estoy centrada en mí misma; ahora quiero disfrutar al máximo"
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¿EL CAPITALISMO ESTÁ MATANDO EL AMOR?

"Estoy centrada en mí misma; ahora quiero disfrutar al máximo"

(Segunda parte del reportaje «¿Por qué duele el amor?». Puede leer aquí la primera parte del mismo) "Mira, en esta edad disfrutas más de

Foto: "Estoy centrada en mí misma; ahora quiero disfrutar al máximo"
"Estoy centrada en mí misma; ahora quiero disfrutar al máximo"

(Segunda parte del reportaje «¿Por qué duele el amor?». Puede leer aquí la primera parte del mismo)

"Mira, en esta edad disfrutas más de las cosas. Antes tenías un sentido de la propiedad respecto de tu familia y de tu pareja, y lo orientabas todo hacia ellos. Ahora no, disfrutas de otras cosas y te preocupas menos, y tampoco lo consideras tuyo. Puedes estar con alguien pero no tienes sentido de la exclusividad". Alicia, que acaba de pasar los 40 años, define cómo su mentalidad se ha transformado con los años, y cómo, en esa evolución, ha tendido a desprenderse de cosas que ante le hubieran parecido impensable, y a centrarse más en sí misma. Algo que también le ocurre a María, una mujer cerca de cumplir 50, que desde que se divorció ha priorizado su bienestar personal. “Quieres disfrutar más de ti. No tienes por qué estar con nadie, y te encuentras bien así. Ahora quiero disfrutar al máximo. Y puedo. Tengo mi vida hecha y no debo estar pendiente de los demás”.

Lo curioso de este nuevo mundo es cómo ha cambiado de orientación aquello que nos resultaba inexplicable del amor. La atracción por otra persona permanecía como ese elemento misterioso al que no le podíamos encontrar todo su sentido. Te enamorabas de alguien sin saber por qué y tampoco querías encontrarle demasiadas razones: simplemente se vivía el sentimiento. Hoy ocurre algo similar con su opuesto. Personas como María, Alicia o Raúl tienen muchas parejas, pero no se enamoran de ninguna.  No conocen bien el porqué, y parece que no tampoco les importa demasiado: sacan el partido que pueden de la situación, sin plantearse nada más.

La competencia sexual generalizada hace que nos comportemos según las leyes de la oferta y la demandaY no, no es que nos hayamos convertido en personas que sólo piensan en sí mismos, sino que nuestra mentalidad está cambiando porque ha cambiado la sociedad. Según el psicólogo Esteban Cañamares, nos estamos desprendiendo de algunas actitudes que entendíamos negativas, lo cual beneficiará nuestra vida sentimental. “Antes existía un grado mayor de compromiso por el qué dirán, el qué pensará la familia y razonamientos similares. Ahora no, estamos juntos mientras estemos bien, y si no, cortamos. Ahora me siento libre y si no estoy bien contigo, te digo adiós”.

De lo sentimental a lo económico

Sin embargo, apunta la profesora de sociología de la Universidad de Jerusalén Eva Illouz, el problema no está causado por una simple evolución de las costumbres que nos libera de los males del pasado, sino que hay nuevos y peculiares elementos en juego. El principal es la deriva hacia el plano sentimental  de actitudes y modos de elección típicos de lo económico: “La competencia sexual generalizada transforma la estructura misma de la voluntad y del deseo, y este último asume las propiedades del intercambio económico, o sea, que empieza a regularse según las leyes de la oferta y de la demanda, la escasez y  la sobreabundancia”.

Sólo se presta atención a quienes cumplen nuestros criterios físicos y económicosEl poder de elección define al yo moderno, pero no sabemos elegir entre tantas posibilidades. Las páginas de búsqueda de pareja son un buen ejemplo. Como señala José Ruano, director general de Meetic para España y Portugal ”nosotros no hemos inventado nada nuevo sino que lo hemos hecho más fácil. Todo el mundo quiere tener pareja, y páginas como la nuestra ayudan a que elijas con seguridad. Hay toda clase de perfiles, es un instrumento muy práctico.

–Ya, pero si hay tanta gente y tan variada, ¿cómo elegimos con quién contactar?

–Sobre todo por la foto. Cuando conoces a una persona, en lo primero en que te fijas es en cómo es físicamente. En nuestro caso, es en la foto".  

Según cuenta Eva Illouz, la mayoría de quienes tratan de encontrar pareja (o amigos) de esta manera tienen criterios muy claros, saben lo que están buscando, y no suelen apartarse de ellos. Si en sus aspiraciones figura una determinada apariencia físico o un nivel socioeconómico concreto o el compartir aficiones concretas, sólo indagan en los perfiles que parecen cumplir con sus expectativas. Y eso porque, asegura una de las personas entrevistadas por la socióloga para Intimidades congeladas (Katz Editores) no hay motivo para actuar de otra manera. Si es lo que quiero, por qué apartarse de ello. Hay tantas posibilidades, tantas opciones que pueden responder a lo que busca, que no tiene sentido incorporar también a quienes no cumplen esos criterios.

Pero este tipo de elecciones, basadas en lo racional, están causando más dolor que beneficios. Utilizar los criterios más eficaces no parece lo más adecuado para la salud emocional. 

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“El hecho de que compartamos un mismo nivel cultural y un estatus social similar no garantiza que nos vayamos a llevar mejor con alguien. Si buscamos alguien que se ajuste a nosotros en esos aspectos, y elegimos sólo con esos criterios, estamos dejando fuera los factores emocionales, que son muy relevantes a la hora de que alguien nos atraiga”. Miren Larrazábal, psicóloga y autora de Sexo para torpes, señala cómo al valorar principalmente  los pros y contras objetivos de una posible pareja estamos dejando fuera aquello que solía definir al amor, como son los sentimientos y la pasión. 

Saber que hay muchas opciones disponibles hace que seamos menos comprensivos con los demás

Y con consecuencias  negativas, señala  Eva Illouz en Por qué duele el amor. “El efecto más significativo de la abundancia en el proceso de selección es que la gran cantidad de opciones disponibles deriva en un fenómeno que el economista Herbert Simon define como un desplazamiento de la satisfacción a la maximización”. Como hacen Philippe, Raúl o Alicia, no se buscan las mejores experiencias, algo que sólo puede encontrarse en la profundización en las relaciones, sino el mayor número de ellas.

El hecho de saber que hay muchas opciones disponibles provoca que el rechazo sea más rápido, que en cuanto encontremos en las otras personas algo que no nos satisface plenamente tomemos distancia, o que seamos menos tolerantes con las cosas de los demás que no nos gustan. Somos poco comprensivos porque la sobreabundancia provoca que prestemos escasa atención a lo que ya tenemos, y mucha más a lo que vendrá. Como advierte Illouz, ”. De modo que si siempre hay algo mejor esperando al cruzar la esquina, ¿por qué detenernos? Quizá sintamos algo, pero nada comparable con lo que vendrá a continuación.

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Esta perspectiva, que parece conducirnos a un mundo de satisfacción continua y variada produce, no obstante, inesperados efectos perniciosos. La sobreabundancia de personas con las que ligar puede convertirse también la sobreabundancia de personas que no merecen la pena, en un cúmulo de experiencias insatisfactorias que minen la ilusión, como si se estuviera zapeando por  un montón de canales televisivos que no programan nada interesante. Una de las entrevistadas por Eva Illouz en Intimidades congeladas, afirma que  “en el 99% de los casos no disfruto de las citas. Lo hago porque quiero conocer a alguien y me canso de estar sola. Pero también me cansa conocer tanta gente, decir los mismos chistes, hacer las mismas preguntas, tener una sonrisa pintada en la cara”.

Un mundo muy frío

No todo en el mundo de la abundancia sexual es alegre, afirma Rosa, una mujer que acaba de cumplir 50 años y que tiene una experiencia amplia en este asunto de los encuentros en busca de pareja. “He conocido a mucha gente, y con algunos de ellos he tenido relaciones. Pero han sido breves, porque la gente no quiere implicarse. Están un tiempo, y en lugar de profundizar en la relación, prefieren buscar otras. Ha habido muchas mentiras y algunas desilusiones. Al final, lo que te queda es desilusión y una sensación de vacío”.

Los hombres necesitan el reconocimiento femenino en un grado menor al que las mujeres necesitan el reconocimiento masculino

No sólo le ocurre a Rosa. El amor, visto desde esta perspectiva, duele, pero sólo para aquellos que tienen sentimientos. Quien se deja llevar por la maximización de las opciones y va saltando de un lugar a otro, quizá viva en un mundo frío, a menudo inmunizado contra las desilusiones. Sin embargo, quien quiere apostar por el sentimiento, suele acabar sufriendo. Este es un mundo en el que quien se enamora, pierde.

Estas dos maneras de enfocar las nuevas relaciones poseen también una división en clave de género. Aunque no haya una correspondencia perfecta, sí suele ocurrir que quienes optan por el primer modelo son hombres y quienes buscan el segundo son mujeres. Según Illouz, en este mundo hipermoderno, donde se prioriza la afirmación de la autonomía, las dudas cartesianas suelen llevar a que los hombres reafirmen su postura varonil y a que las mujeres duden de sí, se sientan culpables y se vean minadas en su autoestima. Y ello porque “los hombres necesitan el reconocimiento femenino en un grado menor al que las mujeres necesitan el masculino. Esto es así porque tanto hombres como mujeres necesitan el reconocimiento masculino”.

(Segunda parte del reportaje «¿Por qué duele el amor?». Puede leer aquí la primera parte del mismo)