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"Pidió lo más caro del menú, y luego se hizo la tonta; la dejé allí y me fui sin pagar"
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NUEVAS COSTUMBRES AMOROSAS

"Pidió lo más caro del menú, y luego se hizo la tonta; la dejé allí y me fui sin pagar"

Los cambios en los comportamientos amorosos han sido notables en las últimas décadas, produciendo un peculiar mezcla de roles

Foto: Las cotizaciones están siempre cerca de la sección de contactos. (Corbis)
Las cotizaciones están siempre cerca de la sección de contactos. (Corbis)

Charly tiene 32 años, está soltero y trabaja como abogado. Disfruta de un nivel socioeconómico bastante cómodo y goza de suficiente tiempo libre, buena parte del cual suele dedicar al juego de la seducción. Tiene relación con bastantes mujeres, y confiesa sentirse sorprendido con lo que se va encontrando. “Quedé con una chica a la que me quería ligar. Estaba bastante buena y no la conocía mucho. Fuimos a cenar, y la tía pide lo más caro de la carta. Y cuando pedimos la cuenta no hizo ni el menor amago de sacar la cartera... Me pareció tan indignante que la dije que me iba al baño y me largué del restaurante sin pagar”.

Los cambios en los comportamientos amorosos han sido notables en las últimas décadas, produciendo un peculiar mezcla de roles. Charly no ha tenido ningún reparo (y tampoco siente ningún remordimiento) a la hora de hacer algo impensable décadas atrás. En otras épocas, el varón hubiera agachado la cabeza, habría pagado la cuenta y se habría ido a casa pensado que una chica guapa se la había vuelto a jugar. Pero Charly se ha largado todo feliz del restaurante, pensando que esa lista se ha llevado su merecido.

¿Cambio de roles?

Esa actitud 'poco caballerosa' (si es que es dado utilizar ese término hoy) no es una excepción, sino que en determinados ámbitos, aquellos del 'machismo hipster', se ha convertido en la regla. Adoptar conductas que cosifican a la mujer, que la humillan y denigran, pero de forma irónica y con tono de burla, es la norma en ese entorno 'modernillo'. Las mujeres apenas se alejan, en ese imaginario, de las 'bitches' tan típicas en el hip hop: ellos las tratan mal y las insultan con una sonrisa en la boca. Los buenos chicos se comportan como los malos, y les gusta… Este machismo es cool, simpático y cínico, pero ¿deja de ser machismo?

Antes, el machista lo era por cojones, ahora por ironía. Y hay quien lo ve como un avance…

No, para Lucía, una periodista de 39 años. Estas actitudes sexistas nada tienen que ver con una actitud condescendiente hacia las mujeres, sino más bien con lo contrario, con “ofender en plan patán. Se usa mucho la ironía, el humor, la frivolidad para que parezca que esas ofensas no importan. Pero debajo de esa ironía se esconden los monstruos de la razón: machismo, racismo, clasismo. Si quieres ejemplos muy concretos no tengo que rascar nada: la'Vice'”.

Sí, han cambiado los roles, pero tampoco han ido muy lejos. Antes, el machista lo era por cojones, ahora por ironía. Y hay quien lo ve como un avance…Algunos expertos subrayan que el cambio en la mujer contemporánea, con la asunción de papeles más activos, ha provocado un repliegue en el hombre, inconscientemente asustado ante ese nuevo poder, que ahora se refugia en roles mucho más primitivos. Y puede que algo de eso haya… Como señala Blanca, abogada de 30 años, la transformación en la mujer se ha dado, ya que “una chica ya no se corta a la hora de pedir un teléfono o proponer al otro pasar la noche juntos .También son sexualmente mucho más activas. También veo chicas 10 años más jóvenes que yo que mantienen posturas casi demasiado agresivas a la hora de ir de caza, y otras que deciden formar familia solas sin la ayuda de un hombre”.

Y esa nueva actitud asusta: “Cuando un tipo que se tira el rollo de liberado te dice abiertamente que te quiere echar un polvo (porque somos adultos y es el siglo XXI y no vamos a andarnos con rodeos, nena) no hay más que sonreír y contestar con la naturalidad con la que hablas del tiempo claro, cielo, podríamos echar un polvo un día, ¿qué más da? En realidad no estás mal’ (mirándole de arriba a abajo, como quien le mira los dientes a un caballo) y ya te has librado de ellos para un rato largo, largo. A veces vuelven pero han tardado tanto en superar el'shock', que hasta puedes reírte sin quedar mal”.

Claro, cielo, podríamos echar un polvo un día, ¿qué más da? En realidad no estás mal

Y eso sin olvidar que no sólo se han vuelto sexualmente más activas, sino que también han entendido los nuevos tiempos como una posibilidad de ser más pragmáticas. Como señala Blanca, “en mi universo de niñas pijas no conozco a ninguna que se haya casado sin previo 'pedrusco' (rivalizan sobre sus respectivos tamaños -los de los pedruscos- en los reencuentros de amigas) o sin previa petición formal... Pero cuando ellos hicieron el gesto, el matrimonio ya estaba decidido, ya lo habían hablado y acordado y sabían en qué semana caía el anillo. Así que ninguno tuvo que languidecer suspirando, o aguardar en la reja del balcón a que llegase el feliz día en el que él se decidiese por fin... La petición y la joya, nuevamente, son una fórmula vacía y contienen una demostración de respeto. Es una forma de decir: soy yo el que tiene suerte de recibirte y soy yo el que tiene que currar para merecerte”.

Todas estas novedades en las relaciones hombre-mujer, producto de la época, y teóricamente evolución a mejor de las costumbres, están generando situaciones paradójicas. Como señala Alicia, artista plástica de 46 años, “yo no creo en el amor romántico, nos han vendido demasiadas patrañas en Hollywood. Rondando casi la cincuentena no tengo ninguna gana de convivir con nadie porque mi independencia está por encima de todo. Pero no entiendo una relación despojada de emoción. He vivido grandes pasiones con toda su carga etimológica (pasión viene del verbo griego pasjo, que significa sufrir) y he vivido muy buenas relaciones con emociones menos tóxicas, aunque no menos intensas. He convivido tradicionalmente con una pareja tradicional y he convivido a disgusto con algún hombre poco tradicional y en teoría más moderno, pero con actitudes más machistas que el tío supuestamente tradicional. En ese sentido, creo que la gente ahora se está perdiendo algo. Ya te digo, veo mucha superficialidad. Y a veces la gente confunde ser moderno y tratar a la mujer como un igual con ser directamente maleducado”.

Si los hombres saben que estás necesitada tendrán menos cuidado y menos respeto

Sin embargo, la postura más común es la que señala que, en el fondo, nada ha cambiado. Como señala Cristina Bajo, socióloga feminista, representante de la Asociación Morela, “las diferencias son formales -todo es más sutil-, pero no de contenido. Y no hay nada más patético e irritante que lo que estamos tan acostumbradas a ver: gente de izquierdas, que se cree 'progre' y vanguardista, que es compañero en la universidad, de igual a igual en los estudios, en las salidas de marcha, etc., y luego cuando empieza a convivir en pareja… y cuando tiene una hija o hijo… se pone en marcha todo el engranaje patriarcal, la reproducción pura y dura de roles, y la frustración total para ella que pensaba que estaba en otra dimensión. Por otra parte está también otro aspecto de la universidad, en la que se mantiene la ficción de igualdad, parece que ambos sexos tienen las mismas oportunidades, ellas hablan igual que ellos de que no notan diferencias, que la igualdad está conseguida, pero en cuanto salen al mundo laboral, ahí ya todo es distinto, ahí ya se caen del guindo, sobre todo ellas, porque ellos a veces, como no lo sufren, no se enteran, ni se quieren enterar, de nada”.

O quizá las cosas no cambien no porque los interesados hagan oídos sordos, sino porque a una mayoría de gente le gustan las cosas como están. Para Blanca, “la liberación de la mujer en el sentido más material y económico nos da una posición de ventaja evidente frente a nuestras antecesoras. Si tu único medio de subsistencia o de conservar el decoro es el matrimonio, estás bastante maniatada. Si los hombres saben que estás necesitada tendrán menos cuidado y menos respeto. Pero eso ya está superado. Si los viejos modos perviven eso porque facilitan la comunicación. Estamos acostumbrados a hablar un idioma de seducción que lleva siglos vigente y, aunque se introduzcan cambios por la variación de las coordenadas sociales, no hace falta inventar palabras nuevas”.

Este artículo es la segunda parte del reportaje "Nuevas costumbres amorosas. Cómo ligar dándoselas de moderno"

Charly tiene 32 años, está soltero y trabaja como abogado. Disfruta de un nivel socioeconómico bastante cómodo y goza de suficiente tiempo libre, buena parte del cual suele dedicar al juego de la seducción. Tiene relación con bastantes mujeres, y confiesa sentirse sorprendido con lo que se va encontrando. “Quedé con una chica a la que me quería ligar. Estaba bastante buena y no la conocía mucho. Fuimos a cenar, y la tía pide lo más caro de la carta. Y cuando pedimos la cuenta no hizo ni el menor amago de sacar la cartera... Me pareció tan indignante que la dije que me iba al baño y me largué del restaurante sin pagar”.

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