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En busca de una historia para los Modlin
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LOS EFECTOS PERSONALES DEL ACTOR DE HOLLYWOOD APARECIERON EN LA CALLE PEZ DE MADRID

En busca de una historia para los Modlin

La historia de los hombres está escrita en los contenedores de basura. La cita se atribuye a un tal Rosman Varenga y es muy cierta, como

Foto: En busca de una historia para los Modlin
En busca de una historia para los Modlin

La historia de los hombres está escrita en los contenedores de basura. La cita se atribuye a un tal Rosman Varenga y es muy cierta, como se verá en el relato que sigue.

Mientras Mía Farrow se acerca cuchillo en mano a la cuna negra de su hijo en La semilla del diablo, un japonés hace fotos. Justo detrás, un hombre alto de frialdad siniestra contempla la escena y eleva por un instante la mirada al cielo.  Se llamaba Elmer Modlin, de profesión eterno secundario en series como Embrujada y anuncios televisivos. Aquella fue su  primera gran película, en cuyos créditos ni siquiera apareció. Treinta y cinco años después, en junio de 2003, sus fotos, cartas y vídeos familiares aparecieron tirados en plena calle Pez de Madrid. Los restos del naufragio de una excéntrica familia norteamericana que llegó a España a principios de los setenta buscando la fama y se extinguió.

El director Sergio Oksman ha buscado entre todas esas fotos la historia del actor que en 1969, un año después de filmar el clásico de Polanski, decidió venir a España con su mujer, la pintora Margaret Modlin, y su hijo Nelson persiguiendo un éxito que les era esquivo.  De su paso por el mundo hoy quedan aquella escena con Mia Farrow, algún vídeo casero y esas fotos arrojadas en la calle. “Son personas que hipotecaron sus vidas en busca de la  fama y la posteridad. E, irónicamente, todas sus cosas aparecieron en la basura para que unos desconocidos las reconstruyesen”.

Al intentar hacerlo, Oksman y su equipo (los coguionistas Carlos Muguiro y Emilio Tomé) cayeron en una trampa. “Cuántas más fotos tienes para recomponer una historia más huecos hay que rellenar”. Buscando la masa conque amalgamarlos, escribieron y montaron durante varios años 20 cortometrajes diferentes sobre la familia, pero ninguno les satisfacía. Oksman, director de películas como la deliciosa Goodbye América -un retrato del abuelo de la televisiva Familia Monster-, es periodista. Pero abandonó la profesión cuando se dio cuenta de que, en los relatos que le interesan, la investigación y la imaginación están a la misma altura. Y sobre esa premisa encontró la solución para recrear la vida de la historia de la familia Modlin: "Para acercarnos a la vida de gente que no conocemos es necesario usar el filtro de la ficción". Esa es la máxima del falso documental contemporáneo sobre la que Isaki Lacuesta inventó la vida del misterioso boxeador y poeta de los años 20 Arthur Cravan en Cravan versus Cravan (2002) y que después siguieron otros muchos.  

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En el cortometraje del director brasileño, los Modlin son una familia extraña que gira alrededor de Margaret, pintora de excéntricos cuadros en los que su hijo Nelson, ideal de belleza para ella, siempre es el modelo. Una mujer que firma sus obras con un anagrama "formado por tres emes mágicas" a quien su marido idolatra y considera "la mejor pintora del Apocalipsis de todos los tiempos". Ambos crean un microcosmos turbio y asfixiante dentro de un piso de la calle Pez de Madrid, del que su hijo Nelson escapa en cuanto puede. En la película, las fotos que aparecieron en la basura cobran vida. "Puede que algunos hechos de los que aparecen sean ciertos y otros no", admite Oksman. "Es posible que el espectador se pregunte qué es verdad y qué no. Sin embargo, al acabar de ver la película acaba conociendo realmente a esas personas".

Las otras vidas de un actor

Margaret y Elmer Modlin  se casaron en 1949 en Carolina del Norte. Poco después se instalaron en Hollywood en busca de la fama. Allí nació Nelson, a quien educaron para convertirlo en una estrella de cine. Después de los anuncios en Hollywood y su fugaz paso por el clásico de Polanski, desaparecen. El fotógrafo Paco Gómez fue quien encontró décadas después sus cosas tirada en la calle. Y a partir de ahí empezó a recomponer su vida en España. 

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Logró entrar, por ejemplo, en el piso de la calle Pez número 3 dónde vivían, un inmueble de la universidad de Salamanca donde aún les esperaba el caballete de Margaret. Pero durante su estancia en España Elmer no vivió tan encerrado en aquella casa como sugiere la cinta de Oksman. Cuando su hijo se marchó, le sustituyó como modelo onmipresente en las pinturas de su mujer. Y aunque siguió consagrado a la obsesión de ella, los españoles pudieron verle en las pantallas.  Fue un acaudalado empresario en  Ellas las prefieren locas, de Mariano Ozores; se peleó con José Luis Garci en Viva la clase media, de José María González Sinde; apareció junto a Sancho Gracia en un episodio de Curro Jiménez y fue la cara de las rebajas de El Corte Inglés

Elmer Modlin, antes que actor, fue soldado. Y, según contaba, el primer hombre en pisar Nagasaki después de la bomba. Aquello le obsesionó de por vida, como le obsesionó su propio final. Tras la partida del hijo, que se alejó del arte para hacerse empresario, la pareja se dedicó en cuerpo y alma a preparar su legado para el futuro. Lo último que Elmer pidió a Margaret fue una escultura, un extraño busto de dos cabezas, para albergar sus cenizas. Jamás se utilizó. Los Modlin murieron en cinco años. Primero Margaret, en 1998. Después Nelson, a los 49 años. Y finalmente Elmer, en 2003. Los tres, se cree, de un ataque al corazón.

La extraña urna funeraria reposaba, vacía, en el piso abandonado de la calle Pez cuando Paco Gómez logró entrar en él. Hoy se guarda en un almacén de arte. Las cenizas de los Modlin, se dice, descansan en el fondo del Lago de la Casa de Campo sin saber que el mundo, hoy, les recuerda. La película de Oksman ganó el primer premio internacional en el festival Documenta Madrid , y ha recogido varios galardones más en festivales españoles. Ahora participará en los certámenes de Karlovy Vary, Marsella, Vila Do Conde (Portugal) y Corea. Su historia, imaginada por Oksman, dará la vuelta al mundo. "Espero -escribe Gómez-  que algun día puedan perdonarme".

La historia de los hombres está escrita en los contenedores de basura. La cita se atribuye a un tal Rosman Varenga y es muy cierta, como se verá en el relato que sigue.