'Fat talk': por qué las mujeres siempre se ven gordas
“El 93% de las mujeres ha afirmado en un momento u otro sentirse gordas. Y un tercio de ellas lo hace continuamente”. Este es el quizá
Una de las respuestas más habituales que reciben las mujeres de parte de sus parejas es cómo pueden verse rellenas si no lo están. Aunque en ocasiones pueda lindar con lo patológico –por ejemplo, en los casos de anorexia–, se trata de algo bastante común y que, sin embargo, conduce a la confusión de muchos hombres y mujeres. El primer problema es decir “soy gorda”, pero aún mayor es considerar que “tengo que ponerme a dieta”, pues en muchos casos estamos distorsionando nuestra propia imagen y adquiriendo unos hábitos alimenticios que no se encuentran en consonancia con nuestras necesidades.
Las mujeres bellas son las que se sienten más inseguras porque son las que más pendientes están de su propio cuerpo
En ese sentido, la psicóloga Renee Engeln-Maddox de la Northwestern University, una de las realizadoras del estudio y que ha trabajado recurrentemente en el tema, señalaba que “la mayor parte de mujeres que se quejan de su peso suelen ser delgadas”. Y continuaba recordando que “si dicen que están gordas, es porque así lo sienten. Pero se trata de un sentimiento que va y viene en diferentes contextos, que puede surgir en cualquier persona, y que no tiene nada que ver con el peso real”.
La culpa, la inseguridad, o el miedo a la exposición del cuerpo son algunas de las razones más comunes que conducían a este tipo de expresiones. Según Engeln-Maddox, dicha preocupación surge principalmente cuando se produce una comparación: “Es probable que dichas expresiones aparezcan cuando una mujer se siente consciente de su cuerpo. Por ejemplo, en la playa, o mirando una revista de moda”. No se trata de haber engordado o no, señala la psicóloga, sino de expresar su angustia emocional por sentirse inferior a otra.
Un ritual femenino
Ante la no tan infrecuente situación en la que las mujeres más bellas son las que se sienten más inseguras, el estudio explica que es normal porque son las que más conciencia tienen de su propio cuerpo debido a la gran importancia que este tiene en sus carreras. Por ejemplo, la actriz de Titanic (James Cameron, 1997), Kate Winslet, aseguraba hace un par de años que se había llegado a sentir muy infeliz por su apariencia física. En una línea semejante se manifestaba Rosario Dawson en la revista Total Film, al decir que se sentía “gorda y fea”. Además, llevar ropa ajustada contribuye de forma muy negativa a esta percepción. Según el artículo, las mujeres delgadas suelen llevar ropa más estrecha, de forma que cuando tienen el estómago lleno son mucho más conscientes de ello que las que portan ropa ancha; lo mismo ocurre cuando se coge un poco de peso, algo que se percibe mucho antes si se suelen llevar pantalones de una talla pequeña, por ejemplo, más sensibles al engorde.
Las chicas no llevan a cabo tantas dietas como parece, pero sí hablan mucho sobre ellas
La antropóloga Mimi Nichter se mostró sorprendida a comienzos de los años noventa cuando se dio cuenta de que, mientras trabajaba con varios grupos de adolescentes, el ritual referente a este “fat talk” se repetía una y otra vez. En el mismo, una de sus estudiantes le decía a otra que “estaba gorda”. Y a continuación su compañera le decía que de ninguna manera, que no lo estaba. Una situación que Nichter presenciaba prácticamente a diario. La investigación de Nichter le llevó a descubrir que el “fat talk”, término que ella misma acuñó, era, en resumidas cuentas, “una metáfora omnipresente que quiere decir que una se siente mal”.
Ello dio lugar al libro Fat talk. What girls and their parents say about dieting (Harvard University Press), en el que analizaba la influencia de los medios de comunicación, los amigos y la familia en el sentimiento de las jóvenes respecto a sus cuerpos. Y llegó a la conclusión tranquilizadora de que, a diferencia de las imágenes que los medios de comunicación difunden, las chicas no llevan a cabo tantas dietas como parece, pero sí hablan mucho sobre ellas. Estas discusiones tienen un papel social tranquilizador que busca el refuerzo continuo (ese “no seas tonta, estás perfecta”) que sirve para mejorar la autoestima de la mujer que realiza la pregunta.
A largo plazo, es perjudicial
En ese sentido, Engeln-Maddox asegura “las mujeres que afirman continuamente sentirse bien consigo mismas y con su apariencia son percibidas como arrogantes por sus compañeras”, en cuanto que estas no compartirían esa exigida solidaridad. Otra función de estas expresiones descubiertas por Nichter es la comunicacional. “Es una forma de señalar que todas tenemos sentimientos de inseguridad. Para las mujeres, es una manera de relacionarse con sus amigas”.
Sin embargo, Engeln-Maddox no está completamente de acuerdo con esta percepción. En su artículo If you are fat, then I’m a humongous! mantiene que esta habitual conversación producía el efecto completamente opuesto, ya que se trata de “una norma social que refuerza el malestar de las mujeres”. En primer lugar, las que más hablaban del tema eran las que menos a gusto se sentían con su apariencia. Y en segundo lugar, aunque se sientan temporalmente mejor después de esta charla, a la larga es perjudicial en cuanto que fomenta la concepción de que deben adelgazar a toda costa.
Los engaños del cerebro
Otro estudio reciente señala que el cerebro distorsiona sistemáticamente la imagen que tenemos de nosotros mismos. Realizado en la Universidad de Londres por el neurocientífico Michael Longo en 2010 y publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences, su descubrimiento principal era que “el cerebro piensa que el cuerpo puede llegar a ser dos tercios más grande de lo que realmente es”. Una explicación para explicar un gran número de los casos de anorexia y desórdenes alimenticios basados en la distorsión de la enferma de su propia imagen.
Todos pensamos que nuestro cuerpo es más grande de lo que realmente es
El estudio creó un mapa mental de la percepción que los estudiantes tenía de su propio cuerpo. En él, la distancia entre el índice y el pulgar parecía ser nada menos que un 69% mayor de lo que realmente era. Y sin embargo, los dedos medían un 27,9% menos.
Los encargados del estudio afirmaban que partes del cuerpo como el estómago o los muslos, pueden ser muy deformadas por aquellas mujeres que sientan ansiedad por su imagen corporal. En definitiva, señalaba Longo en el estudio, “el ser humano suele crear una representación precisa de su cuerpo a través lo visual, pero aún es difícil escaparse del modelo mental que impone el cerebro. Ya sabíamos que el ser humano tiende a alterar su percepción del cuerpo, pero lo que acabamos de descubrir es que esta es aún mayor en las zonas del cuerpo más táctiles”. En resumen, todos pensamos que nuestro cuerpo es más grande de lo que realmente es. Una situación que lleva a muchas personas a sentirse extraña ante su propia figura cuando se miran al espejo, pero que es un producto de nuestras mentes, no de nuestra alimentación.
Una de las respuestas más habituales que reciben las mujeres de parte de sus parejas es cómo pueden verse rellenas si no lo están. Aunque en ocasiones pueda lindar con lo patológico –por ejemplo, en los casos de anorexia–, se trata de algo bastante común y que, sin embargo, conduce a la confusión de muchos hombres y mujeres. El primer problema es decir “soy gorda”, pero aún mayor es considerar que “tengo que ponerme a dieta”, pues en muchos casos estamos distorsionando nuestra propia imagen y adquiriendo unos hábitos alimenticios que no se encuentran en consonancia con nuestras necesidades.