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"Sé tú mismo" o el extenso catálogo de tópicos tontos
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LOS HAY DE IZQUIERDAS Y DE DERECHAS

"Sé tú mismo" o el extenso catálogo de tópicos tontos

Pongamos que volvemos de visitar París y un vecino nos pregunta: “¿Es mejor o peor que nuestra ciudad?” La respuesta, casi obligada y de corrido será: “Ni mejor

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"Sé tú mismo" o el extenso catálogo de tópicos tontos

Pongamos que volvemos de visitar París y un vecino nos pregunta: “¿Es mejor o peor que nuestra ciudad?” La respuesta, casi obligada y de corrido será: “Ni mejor ni peor, simplemente distinta”. Recurrimos a los tópicos, casi de manera inconsciente, por una tradición arraigada pero también por pereza.

En Tantos tontos tópicos (editorial Ariel), el filósofo y catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco Aurelio Arteta, desgrana los tópicos de la conversación que, más allá de la mera rutina verbal, van asentando el poder de la mayoría en el discurso social dominante. “Creo que tengo un oído fino para captarlos y para entrever su significado profundo, lo que no es muy frecuente. Y, junto a tópicos bastante inocuos, hay otros que pueden ser venenosos en la vida de una persona o de su comunidad. Sobre todo los de carácter moral y político”, asegura el filósofo.

-       Es una persona normal “resulta un tópico negativo, porque no subraya la excelencia del individuo, sino que es como cualquier otro, del montón, un mediocre”, opina Arteta.

-       Todas las opiniones son respetables “ya es peor: renuncio a todo criterio de valor, aquí vale todo igual, carezco de argumentos contra la barbarie, incurro en el relativismo y en el nihilismo y si proclamo que los judíos son bichos asquerosos, entonces justifico el genocidio”, razona.

-       Tras un atentado terrorista, solemos decir: Condenamos la violencia, venga de donde venga “o sea, lo mismo da que esa violencia venga de ETA o del policía que nos defiende de ETA”, desaprueba el filósofo.

Nos servimos de los tópicos porque nos facilitan y aseguran hablar con frases hechas por otros sin tener que pensar por cuenta propia, “pero también, y sobre todo, porque así somos de los nuestros, encajamos en el grupo y no desentonamos. Decimos lo que se dice, luego estamos en lo correcto. Los tópicos por lo general revelan que somos intelectualmente perezosos, bastante cobardes y con miedo a la soledad. Como son expresión de las creencias o prejuicios dominantes en el grupo, y nosotros no queremos contrariar al grupo, ¿cómo no van a influir en el modo como pensamos?”, analiza Arteta.

-       En un funeral hay alguien que siempre dice: No somos nada. “Sólo lo decimos para quedar incluidos en el grupo de los cercanos al difunto”, opina.

-       Repetimos una imagen vale más que mil palabras “porque ya no estamos dispuestos al trabajo de discernir y argumentar como exige el discurso razonable”, lamenta el autor.

-       Uno es como es, qué le vamos a hacer, cada cual es cada cual y yo sé lo que me hago son otros tópicos muy socorridos. “En tan solemnes tautologías se encierra la trampa de que el sujeto encubra una indolencia o cobardía culpables ante la permanente tarea de su humanización”, asegura el autor.

Como reflejan las colecciones de refranes o sentencias de todos los tiempos y lugares, los tópicos siempre se han utilizado “y hoy seguramente más, porque somos muchos más los alfabetizados, estamos más en relación con la palabra, vivimos en sociedades conectadas entre sí...”, razona el filósofo. Está claro que todos echamos mano de los tópicos, pero ¿de los mismos? "En el libro sostengo que, en general, tanto izquierda y derecha como jóvenes y viejos incurren en los mismos tópicos: Es una persona muy normal o Una cosa es la teoría y otra la práctica. Pero insinuaré alguna tendencia”.

Más propios de izquierdas:

-       Hay que democratizar la familia o la escuela. “Carece de sentido extender el principio democrático a la familia, al menos mientras los hijos sean menores de edad; y otro tanto se diría, dado su cometido específico, para las instituciones de enseñanza o las de la sanidad”, opina el autor.

      Desapruebo lo que dices pero defiendo tu derecho a decirlo. “Antes de prestarse a defender el supuesto derecho a decir lo que sea, habrá que dejar bien sentadas las razones de nuestra desaprobación”, matiza Arteta.

Más propios de derechas:

-       La política es cosa de los políticos. “Lo más normal es que se acompañe de porque para eso les pagamos. Estos dos tópicos unidos nos vienen de perlas para dispensarnos de nuestros quehaceres civiles”

-       Somos mayoría, y punto para justificar una votación u opinión. “Lo mayoritario no es sinónimo de democrático, pues la regla de la mayoría no encarna la sustancia de la democracia, sino sólo una de sus expresiones primordiales”.

Más propios de jóvenes:

-       Déjate de filosofías.  “Más que una filosofía, lo probable es que cada cual tenga sus propias creencias o supersticiones que no se aviene a poner a prueba”.

-       Sé tú mismo. “En realidad, el lema insta primero a conocer eso que queremos ser y sólo después a ser fieles a ello”.

Más propios de viejos:

      Seamos tolerantes. “No hay tolerancia sin límites y no cabe tolerar al intolerante, es decir, a quien niega el respeto que todos nos debemos”.

      No tengo madera de héroe. “Al héroe ya no se le mira con admiración, cada vez más se le mira con cierto resentimiento, pero sobre todo con sospecha”.

La inexorable reflexión a la que Arteta somete cada una de las arraigadas muletillas del ámbito de la filosofía moral y política en las que nos apoyamos para salir del paso en diversas situaciones, pone al descubierto un gran vacío de libertad: “No somos originales en lo que decimos porque en el fondo nos resistimos a ser responsables de nuestras propias ideas”. De los tópicos recogidos en el libro, ninguno cuenta con el favor de Arteta, pero ¿cuáles son los que más odia? “Nadie es más que nadie, Eso es muy relativo, Bueno, es su cultura…, muchos”. ¿Un consejo para no incurrir en estos tópicos? “Pensar es siempre pensar contra los tópicos establecidos. El primer enemigo de la Filosofía es el dogma, y con él el estereotipo, lo que está mandado, lo que se comenta... Su divisa, la misma de la Ilustración: ¡Atrévete a saber!”

Pongamos que volvemos de visitar París y un vecino nos pregunta: “¿Es mejor o peor que nuestra ciudad?” La respuesta, casi obligada y de corrido será: “Ni mejor ni peor, simplemente distinta”. Recurrimos a los tópicos, casi de manera inconsciente, por una tradición arraigada pero también por pereza.