Es noticia
"La juventud desligada de los libros lleva a la violencia y al totalitarismo"
  1. Alma, Corazón, Vida
EL COMBATE CONTRA EL RELATIVISMO, OBJETIVO PEDAGÓGICO DE ISMAEL GRASA

"La juventud desligada de los libros lleva a la violencia y al totalitarismo"

Ismael Grasa, licenciado en Filosofía y Letras, es un escritor (De Madrid al cielo y Trescientos días de sol, entre otros) que hace seis años se

Foto: "La juventud desligada de los libros lleva a la violencia y al totalitarismo"
"La juventud desligada de los libros lleva a la violencia y al totalitarismo"

Ismael Grasa, licenciado en Filosofía y Letras, es un escritor (De Madrid al cielo y Trescientos días de sol, entre otros) que hace seis años se encontró con un inesperado destino entre las demandas de empleo que publicaba un periódico. Hoy es profesor de filosofía de bachillerato en el colegio Liceo Europa y acaba de publicar La flecha en el aire donde narra su experiencia en las aulas.

Ismael trata de inculcar el gusto por la Filosofía con mayúsculas, universal y sin otros adjetivos (“no hay una filosofía occidental u oriental, del mismo modo que no hay medicina de uno u otro lado, sino medicina que cura”, nos dice), a través de debates sobre temas de actualidad, películas y lecturas, sin olvidar la necesaria memorización de ciertos contenidos. No era algo vocacional (“pocos licenciados en filosofía tienen como vocación la enseñanza a la manera en que Platón hablaba de la paideia”) pero ha acabado encontrando la grandeza que hay en la enseñanza a bachilleres. De ellos dice que están muy preocupados por estudiar y conseguir las notas que les permitan acceder a la universidad, suficientemente motivados para una asignatura como la que él imparte y, paradójicamente, muy desinformados respecto a temas de cultura general (“no saben quién es Unamuno, dónde está la plaza de Tiananmen, o qué es la UCD”) pese al gran acceso que tienen a fuentes de información.

Ismael no huye del necesario ejercicio de la autoridad y el castigo cuando es necesario y defiende los exámenes como instrumento para valorar el esfuerzo y el mérito (“a mí me da igual suspender o no, pero no me da igual que tenga la misma nota el que se esfuerza y el que no. Creo que eso también es educativo”). Para él, la tarea fundamental del profesor debe ser despertar la curiosidad en sus discípulos, labor en la que deben implicarse los padres, hacer ver a los alumnos que la enseñanza que se transmite en las clases tiene que ver con su vida en sociedad, y ayudarles a descubrir su pasión, lo que les motiva. Lo peor en el camino de ser maestro, el Curso de Aptitud Pedagógica, CAP, (“una experiencia nefasta, una pérdida de tiempo”), el encuentro con ciertos puntos de vista dentro de la pedagogía (“creo que Mercedes Rosúa en Archipiélago Orwell está muy acertada cuando habla de una cierta inspiración maoísta en la LOGSE”) y el desprecio de algunos hacia el libro como instrumento de enseñanza (“la inocencia y juventud desligada de los libros a lo único que da lugar es a lugar a violencia y totalitarismo. El anarquismo es algo con lo que deberíamos acabar y es una responsabilidad nuestra”).

El Confidencial.- En una cultura eminentemente audiovisual, en la que los jóvenes están inmersos, ¿corre peligro el futuro del libro o de la filosofía misma?

Ismael Grasa.- Lo importante es mantener un nivel de cultura y libertad y luego los formatos ya se irán definiendo.  Quizá en mi generación los profesores tenían que dar más explicaciones y ahora a los chavales no tienes que darles tantas explicaciones porque lo han visto en muchos sitios antes, tienen una información más amplia que antes. Pero eso no quiere decir que los profesores, las clases, las herramientas tradicionales y la tiza dejen de ser necesarios. Para empezar a buscar en internet tienen que saber algo porque si no, se ponen a leer y no entienden nada y ni siquiera saben buscar las referencias.

E. C.- ¿Cómo haces para que tus alumnos vean la asignatura de filosofía como provechosa?

I. G.-  No me he encontrado con una resistencia de uñas hacia la filosofía, creo que entienden la importancia de los temas que se tratan. También es verdad que se han eliminado, sobre todo en los últimos años, algunas cuestiones que tenían que ver con la lógica o la metafísica, que aparentemente les pueden resultar más extrañas, y ahora hay más contenidos de carácter sociológico o político. No estoy seguro de que eso sea un buen giro.

E. C.- En tu libro haces una cierta crítica al mismo nombre de la asignatura, filosofía y ciudadanía.

I. G.- Igual que la democracia, la filosofía no admite adjetivos. Es filosofía y todo lo demás va incluido. Veo innecesario  el cambio de nombre de la asignatura porque poner apellidos o acompañantes a la filosofía, por más que se presenten como amigos, al final siempre acaban siendo comisarios políticos.

E. C.- Se habla de una posible eliminación de la asignatura.

I. G.- Pues no lo sé, pero en todo caso, lo que sí que hay es una sensación (y los alumnos lo captan) de que hay un mejunje de asignaturas, que si la ética, la atención educativa, educación para la ciudadanía, etc.  Al final, a los profesores nos da igual que la asignatura tenga un nombre u otro, y hacemos lo que podemos, porque luego lo que cuenta es estar delante de 25 chicos en un aula y tener que llenar una hora. A mí me da igual, voy a intentar que sea de provecho aunque mi clase sea de ciudadanía o ética. Enseño cosas relativas a derechos humanos, a la constitución o a la emancipación de los negros, de las mujeres y de tantas cosas. 

E. C.- Dices en el libro que filosofía sólo hay una y los estudios de filosofía son muy eurocéntricos. ¿Ves alguna bondad en introducir pensamientos de otros lugares, tradiciones milenarias de países asiáticos?

I.G.- Aceptamos con naturalidad que existen distintas filosofías y eso puede ser peligroso, pues anularía la posibilidad de diálogo entre Oriente y Occidente al encerrarse cada uno en su universo cultural. Debemos ser firmes en combatir el relativismo cultural, porque en el fondo encubre un velado racismo, pues estamos aceptando para otros lo que no aceptaríamos para nosotros mismos. Eso es una de las ideas que recorren el libro, que el límite de mí libertad es la libertad del otro, no las ideas del otro. El diálogo debe tratar de alcanzar una razón común, porque la razón sólo  puede ser una. Y ojalá haya cada vez más filósofos que procedan de áreas orientales, pero no en tanto representantes de una filosofía china, sino como buenos pensadores. Me siento incómodo con la categoría occidental. Lo primero que les hago tachar del libro a mis alumnos es el rótulo occidental. Eso es arbitrario. Si hablamos de la filosofía que se desarrolla sobre todo en Europa no es porque seamos europeos, sino porque contiene las características de universalidad que la hacen especial.

E. C.- Acabas de tocar un tema de gran actualidad: el relativismo. En el libro hay un debate en torno al velo, donde tú te posicionas contra su presencia en las aulas.

I.G.- En los seis años que llevo en mi colegio no he tenido que enfrentarme a este problema y quizá hable desde una perspectiva distinta de la que tienen los profesores que sí se han enfrentado a él. Lo que veo claramente en el barrio en el que vivo es que el velo significa algo que va en contra radicalmente de lo que enseña un profesor, y más un profesor de filosofía, que trata de despertar el espíritu cívico y de inculcar la noción de que todos somos iguales en derecho. Y quizá por un sentido de prudencia no haya que hacérselo quitar a la chica, pero entiendo que es mejor que se lo quite, ya que en el ámbito familiar está obligada a llevarlo. Escribí en el libro que en Irán está prohibido jugar al fútbol (en realidad está prohibido que las mujeres corran) y alguien lo refutó en internet diciendo que era mentira, que en realidad somos los occidentales los que prohibimos a las mujeres iraníes jugar al fútbol e incluía un link a una página de la FIFA en la que se prohibía competir a la selección femenina iraní de fútbol porque sus jugadoras llevaban velo. Pero el problema es que si una sola de esas mujeres no quisiera llevar el velo, no podría. Dicen que lo llevan voluntariamente, pero no pueden actuar de otro modo. Y creo que eso es suficiente razón para que la FIFA las expulse del campeonato del mundo. E igual debe ocurrir con su prohibición en los colegios.

E. C.-  Dices en el libro que sería positivo introducir la sanidad y alfabetizar a las tribus menos desarrolladas. ¿Y después, qué? ¿En qué vamos a transformar a ese hombre salvaje rousseauniano? ¿No les estaríamos imponiendo un modelo que no nos hace felices?

I. G.- A mí me hace feliz. Si creyera que iba a ser más feliz en el monte, me iría al monte. Pero nadie se va al monte. Una de las ideas más perniciosas de los últimos tiempos, más aún que la lucha de clases marxista, que se ha ido disolviendo, es la del buen salvaje, la de Rousseau. Esa idea del buen indígena ha formado parte de nuestro ADN y es muy perniciosa.

Ismael Grasa, licenciado en Filosofía y Letras, es un escritor (De Madrid al cielo y Trescientos días de sol, entre otros) que hace seis años se encontró con un inesperado destino entre las demandas de empleo que publicaba un periódico. Hoy es profesor de filosofía de bachillerato en el colegio Liceo Europa y acaba de publicar La flecha en el aire donde narra su experiencia en las aulas.