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Recesión y depresión
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Recesión y depresión

Leyendo las noticias cada día me pregunto si estamos entrando en acontecimientos históricos del tipo que vivieron generaciones anteriores y que nosotros no habíamos conocido. A

Leyendo las noticias cada día me pregunto si estamos entrando en acontecimientos históricos del tipo que vivieron generaciones anteriores y que nosotros no habíamos conocido. A menudo había escuchado que nosotros éramos mucho más blanditos que nuestros antepasados porque no habíamos vivido guerras y grandes epidemias. Si es cierto que estamos “al borde del abismo”, entonces nos va a tocar por fin hacernos más duros.

En mi último artículo hablaba del estado natural de alegría curiosa que se ocultaba dentro de todos nosotros. Y la introspección es precisamente el camino más corto para encontrar este estado. De lo que no hablé mucho es del precio a pagar por encontrarlo. Y es que cuando uno comienza a mirar hacia dentro en lugar de seguir buscando soluciones fuera, despierta a las temibles fieras dormidas.

Por si no nos llega voluntariamente el momento de ponernos a mirar nuestras entrañas, la vida se asegura de irnos dando empujoncitos más o menos amables cada cierto tiempo. Y esta enorme crisis económica que arrastramos desde hace ya unos años es un detonador imperturbable de muchas crisis personales. El problema es que nuestra filosofía actual está empeñada en encontrar el pensamiento positivo aunque uno esté hundiéndose en deudas, enfermedades y soledades inconfesables. Es decir, queremos llegar directamente a la alegría de vivir sin pasar por las capas de resistencia y negatividad que nos separan de ella.

La intolerancia generalizada de nuestra sociedad con las emociones negativas se transmite en la publicidad, los cuentos y películas que nos contamos, y el modo en el que juzgamos a los que sí se atreven a confesar su negatividad: se les trata de débiles, quejicosos, incluso defectuosos. Cualquier marciano que quisiese comprender la mentalidad humana leyendo nuestros escritos y viendo nuestros vídeos quedaría completamente convencido de que nos pasamos la vida disfrutando, que nunca envejecemos y que nunca nos faltan ganas ni compinches para jugar a las acrobacias en la alcoba. El anuncio que sale estos días del viejecito con tres divorcios que hace surf antes de ir a comprar congelados es un ejemplo de estas ridículas batallitas hiper-positivas que nos contamos unos y otros.

La huida despavorida del sufrimiento

¿Será por tanto cuento optimista que nos hemos endeudado tanto todos, intentando construirnos negocios envidiables, vidas perfectas, cuerpos sin defectos y romances de plástico? En nuestra huida despavorida del sufrimiento y el miedo, hemos construido castillos en el aire con dinero que no teníamos. Unos más que otros, claro está. Pero ahora el pastel lo estamos pagando entre todos.

Y en nuestro persistente miedo a sentirnos mal, seguimos buscando nuevas oportunidades, nuevos trabajos y nuevos negocios que nos permitan seguir corriendo en lugar de enfrentarnos a nuestra depresión. Retrasamos las admisiones de quiebra todo lo que podemos, nos enzarzamos en peleas indignadas y búsqueda de culpables, y volcamos toda nuestra energía en evitar sentir miedo, tristeza o, ¡Dios no lo quiera!, depresión. 

Como encima los psiquiatras se empeñan en recetar un montón de fármacos evita-dolor a cualquiera con síntomas de depresión, lo atascan en un estado vegetativo de no sentir nada en lugar de ayudarlo a depurar sus emociones negativas. Con lo cual nadie quiere encontrarse en la consulta del psiquiatra o con el diagnóstico de depresión, no vaya a ser que acabe como ese primo o el otro amigo que lleva años estancado en su sin vivir.

Lidiar con nuestras capas emocionales negativas no es un asunto fácil. La gran mayoría no tenemos experiencia y nuestra educación no nos prepara en absoluto para enfrentarnos a lo negativo. E incluso entre los profesionales sigue habiendo grandes desacuerdos sobre cómo se trata el dolor emocional, si es curable o no y qué papel deben jugar los fármacos en el proceso.

Pero si esta recesión va para largo y profundo, seremos cada vez más los llamados a dejar de tomar la vida como un reto en positivo y dejarnos hundir en nuestras tareas pendientes de limpieza emocional. Irónicamente, será este el camino que nos lleve a la verdadera alegría de vivir que tanto buscamos: la que no juzga y no necesita perfecciones. La que acepta y agradece cada momento exactamente como viene.

*Pino Bethencourt es asesora de alta dirección y profesora del IE Business School. Socia de IWF.

Leyendo las noticias cada día me pregunto si estamos entrando en acontecimientos históricos del tipo que vivieron generaciones anteriores y que nosotros no habíamos conocido. A menudo había escuchado que nosotros éramos mucho más blanditos que nuestros antepasados porque no habíamos vivido guerras y grandes epidemias. Si es cierto que estamos “al borde del abismo”, entonces nos va a tocar por fin hacernos más duros.