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¿Te falta tiempo?
  1. Alma, Corazón, Vida

¿Te falta tiempo?

No sé cómo lo hemos hecho, pero en nuestro mundo civilizado de enormes ciudades, internet e i-cacharros ya no hay tiempo para nada. En cuanto el

No sé cómo lo hemos hecho, pero en nuestro mundo civilizado de enormes ciudades, internet e i-cacharros ya no hay tiempo para nada. En cuanto el pilotito rojo de la Blackberry brilla, nos asalta el impulso de buscar el nuevo mensaje que no hará más que darnos más trabajo para el día. ¿Somos adictos?

Cualquier paseo por poblaciones rurales de muchos países en el mundo nos muestra a muchas personas que pasean sin prisas, admiran la calle sentados durante horas, y no entienden que alguien se pase la vida pegado a un i-cacharro. ¿Por qué nos falta tanto tiempo a unos y les sobra tanto a otros?

Los cursos y libros sobre gestión del tiempo suelen dar muchos consejos prácticos que ayudan hasta cierto punto. Pero rara vez resuelven el problema. Aún cuando uno entiende la ventaja de priorizar, organizar, pararse a re-planificar, resulta casi imposible encontrar el tiempo para hacerlo.

Démosle la vuelta a la pregunta: ¿Realmente es tan imprescindible hacer todas las tareas de nuestra lista mental? Ya dice el dicho que el cementerio está lleno de gente imprescindible. Muy a menudo, el verdadero problema es que nuestras listas de quehaceres son demasiado largas.

¿Qué nos lleva a alargar nuestras listas de tareas en lugar de limitarlas a lo que es humanamente posible hacer? ¡Por supuesto! La clave es emocional. Por eso es tan difícil de encontrar, o de resolver una vez comprendida la causa.

Entre los directivos con los que trabajo se repiten una y otra vez las mismas causas sutiles:

• Faltas de autoestima, pérdidas de confianza y dudas de la propia capacidad.
• Necesidades imperiosas de conseguir el reconocimiento de alguien en particular o de la sociedad en general.
• Problemas sin relación alguna con el trabajo, escondidos o tapados con una adicción a la oficina.
• Huidas hacia adelante para olvidar pérdidas, sucesos y épocas difíciles del pasado.

Puede parecer obvio, pero como todo lo emocional, no lo es. Es mucho más fácil preocuparse por las tareas de la lista que se quedan sin hacer que centrarse en la verdadera causa emocional. Esta es la engañosa trampa de la psique humana.

Todos huimos de sentir dolor, miedo o rabia. Quizás los directivos y empresarios lo temamos que ninguno. Estos sabores negativos de nuestra paleta sensorial son como tsunamis que amenazan con ahogarnos, perdernos, incluso matarnos.

El propio cuerpo silencia la emoción antes de que empecemos a sentirla. En cuanto sube por la garganta el revuelo, cerramos la boca, tragamos, tosemos, cogemos un catarro o una úlcera. O se nos va la cabeza hacia los temas pendientes de la lista, y así nos lanzamos de nuevo a nuestra carrera sin fin. 

La lastimosa verdad es que muchas personas pierden sueño y pelean con el reloj en un esfuerzo inconsciente de evitar las emociones negativas. Se nos pasan meses y años jugando al escondite entre tareas, prioridades y agobios.

Sin embargo, la huida no sirve de nada, porque mientras el problema no se resuelve nos condiciona sin que podamos evitarlo. La parte inconsciente de nuestras mentes sigue haciéndonos sentir incapaces, o intentando conseguir el respeto de una madre o un marido que no nos lo dará. Sigue llenándonos la cabeza de sueños de grandeza futura que nos obligan a correr incansables hacia adelante.

Y el día que finalmente se nos vienen abajo todas nuestras protecciones y alertas. El día que las emociones escondidas se han hecho tan fuertes que nos secuestran sin remedio, descubrimos que los tsunamis duelen, pero no matan. Nos arrepentimos de haber dejado pasar tanto tiempo, y deseamos haberlo sabido antes.

Si te pasas la vida corriendo detrás del reloj,  y cavando en la bandeja de entrada del Outlook sin que se note nada, quizás deberías parar y hacerte la pregunta que tanto temes. ¿De qué huyes?

Está dicho por activa y por pasiva en tratados antiguos, poemas, manuales de psicología, películas y canciones. “La vida son dos días. ¡Vive este momento!”

Si no puedes pararte a disfrutar de este preciso instante porque te ahoga el impulso de seguir trabajando, es que algo te persigue. Y ese algo está dentro de ti. Deja de correr y párate a escucharlo. ¡Verás cómo se te colocan solas las prioridades!

No sé cómo lo hemos hecho, pero en nuestro mundo civilizado de enormes ciudades, internet e i-cacharros ya no hay tiempo para nada. En cuanto el pilotito rojo de la Blackberry brilla, nos asalta el impulso de buscar el nuevo mensaje que no hará más que darnos más trabajo para el día. ¿Somos adictos?