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La derecha, contra la ley y el orden
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La derecha, contra la ley y el orden

El mundo ha cambiado lo suficiente como para que podamos definirlo a través de sus contradicciones. Es difícil que nos sirvan ya los viejos referentes para

El mundo ha cambiado lo suficiente como para que podamos definirlo a través de sus contradicciones. Es difícil que nos sirvan ya los viejos referentes para definir las nuevas categorías, que aparecen tan mezcladas y recogen tantas características de sus contrarias que resulta complicado fijar su esencia. Desde luego, la política es uno de los lugares donde más se han dejado notar los cambios, con Le Pen haciéndose con los barrios obreros que pertenecían al Partido Comunista Francés, con las clases bajas urbanas cada vez más receptivas al PP, con las nuevas clases medias, medias/altas, cada vez más ligadas al PSOE, o con el triunfo de Bush definido por los votos de los trabajadores manuales del interior del país. Alejandro Llano, catedrático de metafísica de la Universidad de Navarra, ex rector de la misma y una de las figuras más respetadas dentro del pensamiento ligado a la iglesia católica, acaba de publicar Cultura y pasión, (EUNSA), un texto donde esas contradicciones son retratadas a la luz del humanismo cristiano.

El primer terreno que Llano examina es el de la cultura, ya que si las cosas están cambiando, éste ha sido su mejor banco de pruebas. Y el resultado no es precisamente positivo, toda vez que ha acabado por triunfar el relativismo. De hecho, si la creación y el pensamiento fueron una vez el principal espacio donde nos encontrábamos con las ideas humanistas, hoy es el ámbito que parece mirarlas con el mayor desprecio. “Hay un fenómeno intelectual, el posthumanismo, que cree que la educación humanística ya no sirve para nada y que quienes piensan lo contrario no son más que melancólicos. Y hay filósofos como Sloterdijk, que afirman que como ya nadie cree en esa tendencia, la realidad es que no nos puede aportar nada. Y esa es una forma de pensar que definen como progresista… Incluso los restos del humanismo marxista, como es el caso de Habermas, están perdiendo la batalla contra esas concepciones posmodernas”.

Al mismo tiempo, para Llano, ha habido una mutua influencia entre cultura y comercio: la primera se ha convertido en un bien de consumo y el segundo se ha visto penetrado por formas culturales. “Hoy se intercambian muchas menos materias primas y manufacturas que en la sociedad industrial. Además, ahora son el diseño, el estilo y la moda lo más importante, lo que se paga en los productos de marca (que, por otra parte, suelen utilizar materiales de lo más corriente). Esa distinción que antes, en el marxismo, era un modo de dominio y una seña de clase, ahora lo es de grupo. Lo importante es diferenciarse, establecer nuevas formas de identificación y de diálogo con los demás. En ese sentido, la cultura ya no pertenece a las minorías sino a las masas”. Así, mientras antes el artista era quien buscaba épater le bourgeois, hoy “el provocador es el comerciante, que hace productos que rompen las convenciones y las convicciones”.

Y todos estos cambios en la cultura y en el comercio han encontrado también traducción en la vida política, donde hallamos conceptos mezclados, “como el conservador que es liberal desde el punto de vista económico, el libertario cultural o el progresista económico que se ha hecho conservador en lo cultural como ha ocurrido con Habermas”. Y todas estas transformaciones son producto de una sociedad en la que “nadie discute el bienestar que hemos alcanzado. Pero el problema es que esos logros materiales conviven con peligros reales (“estamos en una sociedad de riesgo, desde la cosa atómica a los microorganismos pasando por aquello del cambio climático”) que han llevado a pensar a buena parte de la sociedad “que ya no nos queda nada por descubrir, que ya lo sabemos todo, que ya hemos leído todos los libros y que por lo tanto, sólo podemos esperar del futuro que sobrevenga alguna catástrofe que termine con la humanidad”.

El optimismo de los neoconservadores

Frente a esa visión que desconfía de las posibilidades de conocimiento del hombre, aparece la visión neoconservadora, mucho más optimista, según Llano, “respecto del progreso tecnológico, con sus alabanzas a la competitividad y a la economía”. Llano apuesta por algo diferente, ya que cree que en el fondo están la cultura y la ética. En definitiva, que lo importante es formar seres humanos que hayan leído a clásicos y modernos y que tengan una base de lenguaje suficiente como para afrontar los nuevos tiempos. Claro que eso sólo es posible “en grupos pequeños que sepan formar a la gente y que puedan conspirar para difundir bases éticas”.

Frente a ellos se situaría una izquierda cada vez más aburguesada. Según Llano, cuando el presidente Zapatero dice, respecto de la educación para la ciudadanía, que “nadie puede ponerse frente a la ley, está utilizando un valor típicamente burgués, la ley y el orden, para detener a quienes se oponen a la norma por considerarla inmoral”. Y, al mismo tiempo, emplea con mucha frecuencia el recurso burgués de dictar normativa sobre la vida privada, con el tabaco, la velocidad en las carreteras, las carnes grasas, etc. Lo que provoca dos tipos de respuesta.

De una parte, cierta derecha contesta diciendo “dejadnos en paz y permitidnos hacer lo que nos apetezca” pero, de otra, también se producen contraefectos perversos, “evidentes en el incremento del consumo de las hamburguesas de mayor tamaño o en asuntos graves como el aumento de la violencia de género a consecuencia de las noticias que diariamente aparecen en los medios sobre el asunto. Todas las noches aparecen en los telediarios un par de muertes de mujeres por parte de sus parejas que parecen inducir a otros locos a hacer lo mismo”. Por eso, “habría que pensar que las funciones del Estado no son moralizantes”.

¿Qué se puede hacer ante el antihumanismo imperante?

Pero si el mundo contemporáneo cada vez es más antihumanista, si cada vez está más cerca de valores mercantiles y si las respuestas políticas no son del todo adecuadas, ¿qué se puede hacer? Y más aún en un entorno en el que los medios de comunicación no son favorables a formas de pensar diferentes. Para Llano, “resquicio hay siempre, porque hay un límite invulnerable, un etos social a partir del cual se produce un efecto rebote, una especie de backlash”. Y, advierte, “ya estamos viendo señales de esta reacción”.

En ese sentido, Llano recomienda aprender de la izquierda. En varios aspectos, pero sobre todo estratégicamente. Porque los comunistas entendieron la importancia de los pequeños grupos, algo que estaba muy presente en Lenin, “que ponía todo el énfasis en los soviets y en los comités porque sabía que todos los cambios sociales importantes se han hecho desde pequeños grupos”. En cierta medida, el ejemplo estadounidense, con una sociedad civil conservadora muy activa y con numerosos grupos de influencia podría ser una inspiración, “ya que éticamente EEUU es superior a la Europa actual”, pero también debe considerarse como útil, para Llano, el plano conspirativo de estos grupos y su capacidad para establecer una resistencia civil.

“Uno de los reproches que se podrían hacer a nuestro país es que hayamos cambiado éticamente tanto en tan poco tiempo. Por ejemplo, hay un alto porcentaje de la población que está incómoda con cosas como el matrimonio homosexual, pero esa oposición no ha implicado que ninguna autoridad haya tenido que cesar de su cargo. No ha habido resistencia real. Pero podría haberla, porque existe un sustrato notable. Y ahí es donde tendrán que incidir esos pequeños grupos”.

El mundo ha cambiado lo suficiente como para que podamos definirlo a través de sus contradicciones. Es difícil que nos sirvan ya los viejos referentes para definir las nuevas categorías, que aparecen tan mezcladas y recogen tantas características de sus contrarias que resulta complicado fijar su esencia. Desde luego, la política es uno de los lugares donde más se han dejado notar los cambios, con Le Pen haciéndose con los barrios obreros que pertenecían al Partido Comunista Francés, con las clases bajas urbanas cada vez más receptivas al PP, con las nuevas clases medias, medias/altas, cada vez más ligadas al PSOE, o con el triunfo de Bush definido por los votos de los trabajadores manuales del interior del país. Alejandro Llano, catedrático de metafísica de la Universidad de Navarra, ex rector de la misma y una de las figuras más respetadas dentro del pensamiento ligado a la iglesia católica, acaba de publicar Cultura y pasión, (EUNSA), un texto donde esas contradicciones son retratadas a la luz del humanismo cristiano.

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