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El emprendedor que dormía en un Starbucks y resucitó gracias a la programación
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lo perdió todo en su primera 'startup'

El emprendedor que dormía en un Starbucks y resucitó gracias a la programación

Los patrones del éxito. A Ali Hamed le sonreía la vida. A sus 19 años era un brillante estudiante en la prestigiosa universidad de Cornell, en

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Los patrones del éxito. A Ali Hamed le sonreía la vida. A sus 19 años era un brillante estudiante en la prestigiosa Universidad de Cornell, en la que además destacaba como jugador de béisbol, hasta el punto que optaba a dedicarse profesionalmente a esto último y disfrutar de una vida regalada. En ese momento el devenir de las cosas sólo le ofrecía un horizonte positivo: si acababa jugando en la liga profesional el dinero y la fama estaban asegurados, pero si se resignaba a terminar sus estudios en Cornell, con el prestigio del lugar el futuro pintaba de color rosa.

Todo iba viento en popa, pero el joven pronto descubrió que en esta vida no hay nada seguro y nos parecemos más a hojas moviéndose al capricho del viento. Y éste sopló súbitamente en contra. El libre albedrío tiñó de negro de la noche a la mañana el azul del cielo de Hamed.

Hamid pensaba que había nacido para estrella, así que se la jugó todo a una carta: decidió invertir todos sus ahorros en su primera startup

Durante un partido, un choque fortuito provocó una caída y ésta la rotura en dos partes de su espalda. Adiós para siempre a la seductora idea de ser una estrella de béisbol y vivir a cuerpo de rey. Pero el joven aprovechó su larga convalecencia a aprender a programar y así no malgastó las interminables jornadas viendo el techo de su habitación. El plan A había muerto por accidente, pero todavía le quedaba el plan B. Todo seguía yendo razonablemente bien.

Hamid pensaba quehabía nacido para estrella, así quese la jugó todo a una carta: decidió invertir todos sus ahorros en su primera startup, una especie de agregador de noticias que nació herido de muerte. El tortazo fue tan estrepitoso como el que le llevó de bruces al suelo aquel maldito día que rompió su espalda y su futuro.

Un golpe de mala suerte

El que arriesga ya sabe a qué se expone: éxito rápido o batacazo monumental, y como quiera que los nubarrones del mal fario seguían acompañando al joven, su negocio se fue por el sumidero arrastrando todo lo ahorrado. ¿Todo? Sí, hasta el dinerillo para pagarse el caro alquiler de un apartamento en el Bronx. Hamid parpadeó dos veces intentando borrar de sus retinas la devastadora realidad a la que se vio abocado: de ser un joven con un futuro brillante a convertirse en un homeless sin perro que le ladre. La moneda cayó del lado equivocado y Hamid tuvo que luchar por sobrevivir.

Ya no era decidir qué modelo de móvil se iba a comprar, sino dónde iba a pasar la siguiente noche. Los amigos estaban ahí y tragándose el orgullo y la vergüenza que todavía resistía, nuestro protagonista comenzó a pernoctar de forma aleatoria en casa de estos.

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Demasiado duro, pero la alternativa fue peor: como no quiso abusar de la generosidad de los suyos comenzó a pasar las 24 horas del día en la calle. "Las noches las pasaba deambulando con mi maleta por Nueva York, y por el día aprovechaba para dormir en un Starbucks".

Aprendiendo programación durmiendo en la calle

Pero nunca se dio por vencido. Aprendió las artes de la supervivencia y además de la conocida cadena de cafés, Hamid comenzó a frecuentar un Barnes & Noble en el que huyendo de los guardias de seguridad del local, comenzó a leer libros sobre programación. Fue su secreto durante meses, pero en realidad había trazado ya el camino de un destino mucho más brillante. El empuje y la ilusión le ayudaron a abandonar la calle y consiguió convencer a la propietaria de un ático que se lo alquilara por 250 dólares al mes. Trabajaba de día y dormía de noche... en el suelo.

El esfuerzo no tardó en ofrecer sus frutos y en poco tiempo dio a luz CoVenture, una empresa que hace desarrollo de 'software' para startups a cambio de un 5% de su capital

Pero el tesón y el esfuerzo no tardaron en ofrecer sus frutos y en poco tiempo dio a luz CoVenture, una empresa con un curioso modelo de negocio: hacía desarrollo de software por valor de 30.000 dólares para prometedoras startups a cambio de un 5% de su capital y ayudarles a cerrar su primera ronda de financiación.

Amigo, aquello sí que funcionó. El dinero llegó rápido y hoy es el día en el que Hamid, ese astro estrellado, da empleo a la friolera de cuarenta personas y la trayectoria de su criatura es espectacular. La vida le vuelve a sonreír: tiene ya su propio apartamento y se ha centrado en concluir sus estudios en Cornell y por supuesto, orientar su futuro a CoVenture, la firma que nació del frío de la calle y del hambre.

Los patrones del éxito. A Ali Hamed le sonreía la vida. A sus 19 años era un brillante estudiante en la prestigiosa Universidad de Cornell, en la que además destacaba como jugador de béisbol, hasta el punto que optaba a dedicarse profesionalmente a esto último y disfrutar de una vida regalada. En ese momento el devenir de las cosas sólo le ofrecía un horizonte positivo: si acababa jugando en la liga profesional el dinero y la fama estaban asegurados, pero si se resignaba a terminar sus estudios en Cornell, con el prestigio del lugar el futuro pintaba de color rosa.

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