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Confesiones de un banquero cocainómano en Hong Kong
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TRAS LA DETENCIÓN DE UN BRITÁNICO POR ASESINATO

Confesiones de un banquero cocainómano en Hong Kong

Hong Kong puede romperte como persona. Ese escenario de Wan Chai con prostitutas, cocaína, beber toda la noche… al final crees que es lo común

Foto: Imagen del distrito financiero de Hong Kong poco después del atardecer, en junio de 2014 (Reuters).
Imagen del distrito financiero de Hong Kong poco después del atardecer, en junio de 2014 (Reuters).

El autor de este artículo publicado en la CNN es un banquero británico que residió durante años en Hong Kong y que actualmente recibe tratamiento profesional para superar sus adicciones. El hombre, que ya no vive en la ciudad, ha pedido que su identidad no sea revelada.

La primera vez que caminé por la avenida principal Wan Chai en Hong Kong no podía creer lo que veía. Todos los bares mamá (clubes de alterne) y las prostitutas a la vista en las calles intentado conseguir que los hombres entrasen en ellos. En la primera semana ya me habían ofrecido cocaína, aunque la había rechazado en aquel momento. Cuando la compre, fue fácil de conseguir.

Conozco a 100 tipos de entre 20 y 50 años, y diría que alrededor de 30 eran consumidores habituales de cocaína. De ellos, no todos trabajaban en bancos, pero la mayoría sí. Y todos eran occidentales.

Hong Kong puede romperte como persona. Ese escenario de Wan Chai con prostitutas por todas partes, cocaína cuando quieras, noches enteras bebiendo… al final crees que eso es lo normal

Conozco a empleados del sector financiero que trabajan en Londres, Chicago y Sydney y todos están sometidos a la misma presión que en Hong Kong. Y sí, conozco a consumidores de cocaína en esas ciudades, pero el ratio de personas que toman drogas es mínimo, casi inexistente. Así que, realmente, sólo puede deberse a dos factores: la disponibilidad (de cocaína) y la cantidad de gente que consume; y la aceptación general del hecho en Hong Kong.

Cuando leí las informaciones sobre los asesinatos en Wai Chai (la Policía arrestó el domingo a un empleado de Bank of America de 29 años tras hallar los cadáveres de dos mujeres en su apartamento) de los que se culpa a un banquero británico, mi primera reacción fue “espero no conocerle; por favor, que no sea alguien que conozco”, porque fácilmente podría haberlo sido. Sé de tipos que estaban realmente jodidos y ahora me doy cuenta de cuánto he cambiado en Hong Kong, hasta convertirme en alguien casi inhumano algunas veces.

El amistosoclub de la cocaína

El tipo al que utilizaba (el camello), podías mandarle un mensaje de texto o llamarle a partir de las 4 p.m. y en menos de una hora (creo que su récord eran diez minutos) uno de sus conductores estaba sentado en un coche en la puerta de tu oficina. Sólo tenías que decirle a la gente que bajabas a fumarte un cigarro.

Te zambullías en su coche, él daba simplemente una vuelta a la manzana, y para cuando salías del vehículo 30 segundos después ya tenías la cocaína y le habías entregado el dinero. Tenía cuatro o cinco puntos de venta que eran sus favoritos y todos estaban a un paseo de la oficina. Y si tu hombre estaba ocupado o no respondía al teléfono sabías que alguien tendría a otro camello y podría conseguirte algo. De las cientos de noches en las que quería conseguir cocaína, creo que sólo recuerdo una en que no pude comprar nada.

Podías casi entrar en cualquier bar en Wan Chai y quedarte de pie, beber algo y pronto captarías las señales de otro consumidor de cocaína: va al baño cada 20 minutos, tiene la nariz congestionada y dice estupideces a gran velocidad. Nunca te dirán que “no” si tienen algo encima. Me sentía como si perteneciera a un club en el que sólo conoces a sus miembros por su nombre de pila, pero en el que todos cuidan de todos en el frente de la droga.

Un gramo podía costar entre 90 y 130 dólares. Al principio lo hacía una vez al mes. Después de unos cuantos años me descubrí comprando cuatro veces por semana. Comparaba un gramo para una noche de fiesta. Pero después, a menudo acababa en juergas de tres o cuatro días. En Hong Kong es posible hacerlo porque hay un par de bares en Wan Chai que están abiertos hasta las 9 de la mañana. No eran los mama bars con las chicas en la puerta, pero dentro siempre había prostitutas pidiéndote que les compraras una bebida a un precio desorbitado. Después generalmente no tardaban mucho en preguntarte si querías volver al hotel con ellas. Nunca tenías que pedírselo tú. Yo personalmente siempre decía “no”, porque estaba más interesado en mi cerveza y mi cocaína.

“Nadie estaba realmente preocupado”

Si no te corrías una juerga y simplemente salías a beber hasta las tres de la madrugada podías ir a trabajar y funcionar. Yo era uno de esos: yo seguía funcionando. Pero cuando me metía en una borrachera de tres días tenía que inventar excusas para justificar que estaba enfermo, o lo que fuera, o lograr que alguien me cubriese.

Generalmente, a nadie le preocupaba de verdad. En mi oficina había tres tipos que regularmente se ausentaban sin permiso durante tres o cuatro días. Y, por supuesto, a sus mujeres sí les preocupaba; llamaban por teléfono a todo el mundo. La gente intentaba cubrirles, pero tú pensabas “están bien, sólo están en algún bar, puestos de cocaína, y aparecerán en unos días simulando estar avergonzados y prometiendo que no volverán a hacerlo… durante una semana”.

Me sentía como si perteneciera a un club en el que sólo conoces a sus miembros por su nombre de pila, pero en el que todos cuidan de todos en el frente de la droga

Si salías de fiesta por Wan Chai sabías que no tendrías problemas con la ley. Podías ir al baño, al retrete, y volcar tu cocaína sobre la taza del wáter. Podías ver con claridad lo que estaba sucediendo: la gente que regularmente iba al baño cada 20 minutos, y que no se limpiaba la nariz después.

Las mujeres eran obviamente muy, muy accesibles si querías. Conocí a tipos cuya prioridad era beber; a hombres cuya prioridad eran las drogas y a otros tipos para los que eran las mujeres. A estos últimos no solías verlos rondando a menudo, porque siempre se habían ido a algún sitio con una mujer.

Hong Kong puede romperte como persona. Ese escenario de Wan Chai con aquellas bailarinas de barra por todas partes, conseguir cocaína cuando la necesitases, ser capaz de aguantar toda la noche bebiendo… terminas creyendo que eso es lo común, lo normal. Cuando vas a otras ciudades es como “por qué no hay ningún lugar que esté abierto toda la noche. Es un dolor en el culo intentar conseguir cocaína de alguien”.

No habría logrado salir de ello en Hong Kong.

Me habría destruido.

El autor de este artículo publicado en la CNN es un banquero británico que residió durante años en Hong Kong y que actualmente recibe tratamiento profesional para superar sus adicciones. El hombre, que ya no vive en la ciudad, ha pedido que su identidad no sea revelada.

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