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Del billete a las pancartas: así se explican las protestas en Brasil
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CIUDADANOS Y EXPERTOS ANALIZAN LAS RAZONES

Del billete a las pancartas: así se explican las protestas en Brasil

Seguramente Eduard Zvirigila le cuente a su hijo Tom, cuando deje de ser un bebe, que todo empezó en Sao Paulo, allá por junio de 2013,

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Del billete a las pancartas: así se explican las protestas en Brasil

Seguramente Eduard Zvirigila le cuente a su hijo Tom, cuando deje de ser un bebe, que todo empezó en Sao Paulo, allá por junio de 2013, por 20 centavos de real. Que esa suma que iba a engrosar el precio del transporte público a 3,20 reales en la capital paulista –y en otras ciudades de Brasil- despertó al gigante y provocó las manifestaciones más grandes de los últimos 20 años.

Sin duda esa conversación que tengan en el futuro va a ser larga, porque Eduard, que es profesor de Biología y tiene 47 años, va a tener que explicarle a Tom que aunque parecía que en Brasil todo funcionaba perfectamente y que la mayoría de la población estaba orgullosa de ser el país que albergaría la Copa del Mundo de 2014, un sentimiento de insatisfacción estaba creciendo entre los brasileños. Las palabras corrupción, insatisfacción, inflación, economía, falta de salud y educación van a formar parte, con seguridad, del discurso de su padre.

Es jueves 20 de junio y es la sexta protesta convocada por el Movimento Passe Livre (Movimiento Pase Libre, MPL), una organización formada por jóvenes que se autodefine como movimiento social y que busca la tarifa cero para el transporte público. Después de cinco protestas multitudinarias, que empezaron el 6 de junio, el MPL consiguió que el gobierno de San Pablo (y el de muchas otras ciudades brasileñas como Río de Janeiro, Porto Alegre y Recife, entre otras) diera marcha atrás con el aumento de 20 centavos. Por eso el jueves es un día de festejos, pero también un día que deja todavía más en claro que los 20 centavos son una excusa, porque el descontento de los brasileños no cede: ellos lo que quieren es mejor educación, más hospitales y menos corrupción.

La combinación de cansancio por la corrupción y la pérdida del valor económico es lo que explica el despertar del pueblo brasileño

El investigador en Ciencia Política de la Fundación Getulio Vargas, Marco Antonio Teixeira, ensaya una explicación de por qué las protestas no acabaron tras la suspensión del aumento, sino que se volvieron más multitudinarias, se expandieron y radicalizaron: “En este momento, se mezclan dos cosas que son diferentes: una la subida del transporte público y otra los varios grupos que se sumaron ante el descontento general que existe, en especial por los gastos de la Copa del Mundo. Ese aglutinamiento engrosó al movimiento, lo volvió heterogéneo y de ahí resultó una protesta que es contra todo y todos, porque van contra el gobierno de la ciudad, del Estado y de Brasil”.

Eduard llegó temprano a la Praça do Ciclista (Plaza del Ciclista), en el inicio de la avenida Paulista, símbolo del Sao Paulo próspero y pujante, con Tom cargado en la espalda. El recuerdo de la represión policial, las balas de goma, los gases lacrimógenos y el vandalismo de parte de unos pocos que destruyeron el centro de la ciudad en las manifestaciones del martes pasado y del jueves 13 contrasta con los centenares de personas que caminan en paz cargadas con pancartas, banderas de Brasil y flores. “Basta con ver los carteles para darse cuenta de que los veinte centavos fueron un disparador de las protestas, aunque que la tarifa vuelva a los tres reales es una gran conquista. Las manifestaciones de estos días son en realidad por la corrupción, por la inflación, el alto costo de vida, por los gastos desmedidos para la Copa del Mundo, la insatisfacción es general”, comenta Eduard. 

Brasil gastó solamente en estadios para el Mundial 2014 siete billones de reales, (1.572 millones de euros) el coste de la vida es altísimo, un brasileño trabaja más de cuatro meses sólo para pagar impuestos, los servicios son cada vez peores y la tarifa de transporte es una de las más caras del mundo, en relación a los minutos que una persona tiene que trabajar para pagarlo (en Sao Paulo, una persona debe hacerlo 13,89 minutos contra 6,52 minutos de otra en Madrid, según un cálculo realizado por el diario Folha de Sao Paulo).

Eduard se aleja de la multitud, se quita la mochila en donde lleva a Tom y lo toma en brazos, juega con su hijo mientras observa esperanzado a los jóvenes que cantan canciones, especialmente contra la clase política. “La corrupción en Brasil es muy grande, los políticos se han olvidado de la gente y hacen todo en beneficio propio, en cuanto llegan al poder cambian los intereses políticos por los intereses personales, pero ahora sé, gracias a estos jóvenes, que mi hijo va a crecer en un país mejor del que yo crecí”, reflexiona.

A una persona como Eduard, que dedicó su vida a la educación, a formar a las nuevas generaciones y que cree en la juventud le cuesta entender la cabeza de los políticos. Él no está en la protesta como usuario del transporte público, sino como un indignado más, y está convencido de que con educación todo puede revertirse.

Río, en ebullición

A 400 kilómetros de San Pablo, Río de Janeiro está también en ebullición, también por el descontento por el aumento de la tarifa del transporte público y los billones de reales invertidos por el gobierno para deslumbrar al mundo cuando la cidade maravilhosa albergue a miles de turistas durante el Mundial de Fútbol del año que viene y los Juegos Olímpicos, en 2016.

Sabrina Fidalgo vive en Río, tiene 30 años, es productora y directora de cine y está indignada. Por eso se sumó a las protestas y se convirtió en activista de la causa a través de su página de Facebook. A ella le pasa lo que a muchos ciudadanos de Río: le hiere la dualidad en la que vive constantemente. “Río es una ciudad hermosa, pero no tiene infraestructura. Los millones de reales invertidos para la Copa y los Juegos Olímpicos no beneficiaron a nadie, sólo a unos pocos empresarios, y lo peor es que casi no se puede vivir, esta ciudad es más cara que París, los precios de los alquileres son desorbitantes y subirse a un ómnibus o al metro depende sólo del azar. No hay réplicas de las inversiones millonarias en servicios para el ciudadano común ni mucho menos mejoras en la calidad de vida, el día a día del carioca no cambió”, se queja.

No es la única mujer dedicada al cine  decidida a dar a conocer el motivo de las protestas. Este vídeo (aquí transcripción al español) de la   joven cineasta brasileña Carla Dauden, que vive en California, se ha convertido en un fenómeno viral.

“Durante mucho tiempo los brasileños aceptaban lo que se les decía desde la formación del país que supone la identidad nacional: Brasil sería un pueblo amigo del orden, bendecido por la naturaleza y con diversidad cultural. Todos esos estereotipos impidieron que los individuos reaccionaran de un modo activo, cuando los gobiernos actuaban de forma inconsistente con la función pública.

Pero ahora las personas reaccionaron porque la violencia cotidiana sigue, los políticos continúan robando y los servicios públicos son cada vez peores. Esa combinación de cansancio por la corrupción y la pérdida del valor económico es lo que explica el despertar del pueblo brasileño, poco acostumbrado a las grandes manifestaciones”, explica la socióloga carioca Amanda Leal

La pérdida del valor económico principalmente causada por la inflación, que en lo que va del año ya llega al 6,6%, es, según el analista Teixeira,  un factor que motivó a la gente a salir a la calle. “Brasil creció, hay mejor renta, millones ingresaron en la clase media y son esas personas que percibieron mejoras las que están asustadas por la inflación, porque no quieren volver a su vida anterior”, apunta el investigador de la Fundación Getulio Vargas.

Sabrina reconoce que hay mucho descontento y que la vida en Río es difícil, más aún después de haber vivido en Alemania y Francia, pero no piensa en volver a Europa, y mucho menos en este momento, porque se quiere quedar a pelear por un Brasil mejor y ser parte de este momento histórico. Su mayor deseo, como el de millones de brasileños, es ayudar a generar consciencia y vivir el cambio de su país. El pueblo ya hizo su jugada, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, habló ayer en cadena nacional y dijo haber tomado nota de los reclamos. Ahora falta esperar el próximo movimiento de la clase política y saber si puede darle al pueblo el cambio que Brasil tanto está esperando.  

Seguramente Eduard Zvirigila le cuente a su hijo Tom, cuando deje de ser un bebe, que todo empezó en Sao Paulo, allá por junio de 2013, por 20 centavos de real. Que esa suma que iba a engrosar el precio del transporte público a 3,20 reales en la capital paulista –y en otras ciudades de Brasil- despertó al gigante y provocó las manifestaciones más grandes de los últimos 20 años.