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El soldado más letal de la historia de EEUU
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EL FRANCOTIRADOR CHRIS KYLE AFIRMA HABER MATADO A 255 PERSONAS EN LA GUERRA DE IRAK

El soldado más letal de la historia de EEUU

Su primer muerto certificado fue una mujer. Era abril de 2003, al inicio de la invasión, y Chris Kyle vigilaba apostado en una azotea la entrada de

Foto: El soldado más letal de la historia de EEUU
El soldado más letal de la historia de EEUU

Su primer muerto certificado fue una mujer. Era abril de 2003, al inicio de la invasión, y Chris Kyle vigilaba apostado en una azotea la entrada de una compañía de marines en un pueblo de Nasiriya. Todos los vecinos se habían escondido en sus casas, excepto unos cuantos niños y una mujer que merodeaba por las calles. Desde la mira telescópica de su rifle, observó como se acercaba a los infantes de marina acompañada de un niño. Su superior, a su lado, le advirtió que la mujer llevaba una granada en la mano. Titubeó y le gritaron. Apretó el gatillo.

Mis balas salvaron a varios estadounidenses cuyas vidas sin duda valían mucho más que la de aquella mujer de alma retorcida. Era mi deber, no me arrepiento (…) Era la primera vez que mataba a una persona. No sabía si sería capaz de hacerlo, fuese hombre o mujer. Todo tipo de pensamientos pasan por tu cabeza. ¿Lo tengo claro?, ¿es correcto, está justificado? Y después de hacerlo, ¿me freirán cuando vuelva a casa?, ¿me demandarán diciéndome que maté a una mujer? Ella tomó la decisión por mí. O la eliminaba o mis camaradas morían”, cuenta.         

Aquella iraquí fue el inicio de una larga lista. En la comunidad de los guerreros de élite, Kyle se ha elevado sobre todos los rangos para convertirse en una pieza única de la maquinaria bélica estadounidense. Con 160 "objetivos" abatidos según los registros del Pentágono (él dice que fueron por lo menos 255), Kyle es el soldado más letal de la historia militar de EEUU. Nacido en Odessa (Texas), este antiguo cowboy de rodeos sirvió como francotirador de los SEALs durante cuatro despliegues en Irak. Hasta los insurgentes iraquíes pusieron precio a su cabeza: 20.000 dólares para quien acabara con Al-Shaitan Ramad (el Demonio de Ramadi), según los servicios de inteligencia del Ejército. Ahora cuenta sus extraordinarias experiencias en combate -que para algunos marines que han servido con los SEALs son puras mentiras- en una biografía, American Sniper. Uno de los relatos de guerra más increíbles de la historia para la crítica estadounidense.

"El número no es importante para mí. Me hubiese gustado haber matado más gente. No para presumir, sino porque creo que el mundo es un lugar mejor sin salvajes que atenten contra la vida de estadounidenses". ¿Salvajes?, le han preguntado en más de una ocasión. "El modo en el que viven y la violencia que cometen contra las tropas estadounidenses -las decapitaciones, la violación de aldeanos inocentes solo para intimidarles. Viven atemorizando los corazones de otras gentes. La gente civilizada no actúa así".   

Kyle participó en algunas de las batallas más importantes de la guerra, como la de Ramadi, Anwar y la sangrienta toma de Faluya, en 2004, donde hizo frente a un fuego intenso para rescatar a un grupo de marines atrapados en una calle y acabó con 40 insurgentes. El Pentágono le ha premiado con dos estrellas de plata y cinco de bronce por su valor. Asegura haber sido herido en dos ocasiones por disparos y sufrido seis atentados con explosivos improvisados (los IED, la pesadilla de los estadounidenses) cuando iba en vehículos, con múltiples heridas por metralla. 

Pero no todo son alabanzas. Para algunas webs que informaron de su libro es un asesino sin escrúpulos, un carnicero que se vanagloria de sus acciones. Una le definió como "el asesino de la democracia americana". Principalmente porque Kyle no se arrepiente de nada de aquella guerra. “Me gustó lo que hice. Si las circunstancias fuesen diferentes, si mi familia no me necesitase, volvería en un abrir y cerrar de ojos”. Decidió retirarse en 2009 para “salvar su matrimonio con mi esposa Taya”. Tiene dos hijos y actualmente dirige la compañía Craft International, una empresa de seguridad y entrenamiento militar. Ha regresado a Texas.

¿Héroes o asesinos?

Su libro es crudo. Narra la compleja y tensa psicología de la guerra. También es una aventura inédita en la psicología de un soldado que espera, detecta y mata. Un reciente estudio difundido por la BBC del antropólogo israelí Neta Bar, que analizó a 30 francotiradores israelíes desplegados en los territorios palestinos, afirma que estos soldados tienden a deshumanizar al enemigo en mucho menor grado que otros. En parte, dice, porque los francotiradores suelen ver a sus objetivos con mucha claridad y, en ocasiones, los observan durante horas e incluso días antes de disparar. Bar escogió a los francotiradores porque, al contrario que los artilleros o los pilotos que disparan a objetivos como edificios, los francotiradores disparan a un objetivo individual. Bar dice que mientras el Gobierno israelí habla de los milicianos palestinos como “terroristas”, los francotiradores generalmente se refieren a ellos como "personas".

“Estoy viendo a alguien a quien aman sus amigos y familiares y estoy seguro de que era una buena persona porque no hace lo que hace por ideología”, contó a Bar un francotirador israelí que observaba a una familia lamentar la muerte del hombre al que acababa de matar. “Pero nosotros, desde nuestra perspectiva, tenemos que evitar la muerte de inocentes así que no me arrepiento por ello”. Esta justificación -la de contar con el apoyo de su familia, sus conocidos y de toda la sociedad israelí- podría ser una de las razones por las que los francotiradores raramente informan de traumas postcombate. En la mayoría de los ejércitos, los aspirantes al cuerpo deben superar un riguroso proceso de análisis y entrenamiento. El curso de francotirador de los marines es uno de los más duros del Ejército. Más de un 60% de los aspirantes fracasa. “En general, son muy equilibrados, jóvenes muy estables”, asegura Peter Bradley, de la Real Escuela Militar de Canadá, quien estudia actualmente a 150 francotiradores desplegados en Afganistán. “Cuando los conoces te sorprende lo sensibles y juiciosos que son”.

Su primer muerto certificado fue una mujer. Era abril de 2003, al inicio de la invasión, y Chris Kyle vigilaba apostado en una azotea la entrada de una compañía de marines en un pueblo de Nasiriya. Todos los vecinos se habían escondido en sus casas, excepto unos cuantos niños y una mujer que merodeaba por las calles. Desde la mira telescópica de su rifle, observó como se acercaba a los infantes de marina acompañada de un niño. Su superior, a su lado, le advirtió que la mujer llevaba una granada en la mano. Titubeó y le gritaron. Apretó el gatillo.