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España pierde la fe: cae el número de sacerdotes en la última década
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España pierde la fe: cae el número de sacerdotes en la última década

El número de sacerdotes que se ordenan cada año en España desciende de forma progresiva desde 2001. Las nuevas tecnologías, claves para el futuro

Foto: Una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano. (EFE)
Una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano. (EFE)

La fe mueve montañas... pero cada vez a menos gente. Año tras año, el número de sacerdotes que se ordenan en España desciende de forma paulatina. Según los datos que ofrece la Conferencia Episcopal Española (CEE), es una realidad que cada vez menos personas sienten la llamada de Dios. “La crisis vocacional se debe a la crisis que sufre la institución eclesiástica. Es una crisis de valores, de mentalidad”, explica el teólogo y antropólogo Manuel Mandianes.

El baile de cifras de los ordenamientos no revela una caída drástica, pero sí acredita una peligrosa tendencia a la baja. Con una edad media de 65 años por sacerdote, el relevo generacional es ya una necesidad perentoria en el seno de la Iglesia. “El mundo occidental ha abandonado las referencias a Dios”, señala Mandianes. “Para la gente joven, la Semana Santa es una semana de vacaciones y las catedrales son obras de arte. Nada más, no entienden qué significa una misa o qué se celebra en ese periodo”.

Desde Roma, Daniel Arasa, profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, reconoce la situación aunque la circunscribe a Europa: “No se puede negar que las vocaciones sacerdotales son pocas. Seguramente es difícil encontrar una única causa: descenso del número de hijos, secularización, desorientación moral, marginalización de la Iglesia…”.

Para el antiguo antropólogo del CSIC, es fundamental que la Iglesia haga un ejercicio de autocrítica para abordar el tema: “Hablan de crisis de vocaciones pero mantienen todo igual desde hace 20 siglos. Si los jóvenes no van a la iglesia, por algo será”.

Sobre la actual estrategia de la Iglesia, Mandianes ensalza la labor llevada a cabo por el Papa: “Aunque está encontrando muchas resistencias internas, Francisco está tratando de reformar las instituciones de la Iglesia”, explica. “Habla con una claridad meridiana, habla para la gente en el idioma de la gente”.

Una tesis muy parecida a la de este teólogo es la que mantiene Ana, una profesora de catequesis de un colegio de Madrid. “Hay que hacer una revisión del discurso. No tanto en el contenido sino en la forma”, explica a este diario. “Fallamos a la hora de conectar con los jóvenes. Es clave ser coherente y dar ejemplo, aunque no hay que olvidar que la vocación es una cuestión de fe y nada más”.

“Que haya un descenso de las vocaciones en Europa se debe a varios factores. Uno, que las posibilidades de elección se amplían. Otro, que para algunos chicos la opción de ser sacerdote no parece suficientemente atractiva al menos para toda la vida. Otra, el descenso de la natalidad, que por fuerza disminuye posibilidades”, añade Miriam Díez Bosch, doctora universitaria y directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Cultura y Religión.

“Fallamos a la hora de conectar con los jóvenes. Es clave ser coherente y dar ejemplo, aunque no hay que olvidar que la vocación es una cuestión de fe"

Respecto a la necesidad de adaptar el lenguaje, Díez Bosch coincide con el resto en la necesidad de construir un discurso galvanizador que ‘active’ a la juventud: “No se logra conectar con lo que realmente mueve e interesa a la gente joven. Los que sí lo consiguen es porque usan música, vídeos, su lenguaje, vaya”.

Católicos, pero no practicantes

¿Y si el problema es que no hay creyentes? Los datos dicen lo contrario. Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de mayo de 2016, el 71,1% de los encuestados se define católico, el 2,4% creyente de otra religión, el 13,3% no creyente y el 9,8% ateo.

La misma encuesta revela que el 59,4% no asiste "casi nunca" a eventos religiosos, el 14,7% lo hace "varias veces al año", el 8,8% "alguna vez al mes", el 14,2% "casi todos los domingos y festivos" y el 1,8% "varias veces” a la semana. “Por tradición, la gente se autodefine como creyente, pero hay que saber distinguir entre ser católico, cristiano… No es todo lo mismo”, puntualiza Mandianes.

Iglesia 2.0

Conscientes de la falta de aspirantes, la Iglesia lanzó en 2012 su primera campaña en internet para atraer a jóvenes que estén pensando en abrazar la fe. "No te prometo un gran sueldo, pero sí un trabajo fijo", fue uno de los reclamos del vídeo promocional.

Te prometo una vida apasionante

La pieza audiovisual incluye testimonios de sacerdotes de todas las edades que prometen "una vida apasionante" y explican algunas de las partes más destacadas de su trabajo diario, desde la consagración hasta el oficio de bodas. En su momento, el vídeo fue recogido por los medios y en pocas horas se viralizó.

Consciente del tirón de la red y de la necesidad de llegar a la gente joven, el año pasado la plataforma católica Arguments publicó un vídeo en el que una chica de 23 años contaba cómo había sido su conversión hasta ingresar en las carmelitas descalzas.

Almudena: del mundo al Carmelo

'A priori', el testimonio no tendría nada de especial si no fuese por su protagonista: Almudena Rojas Estapé, hija del conocido psiquiatra Enrique Rojas y la notaria Isabel Estapé. Bajo el título 'Almudena: del mundo al Carmelo', la joven relata en seis minutos cómo pasó de ser una chica alejada de la religión a seguir los pasos de Santa Teresa de Jesús.

Un reclamo llamativo sumado a una impecable puesta en escena derivan en un contador de visitas que se acerca a las seis cifras a día de hoy, números que distan mucho de los cosechados por otros vídeos subidos en el mismo canal.

Estas campañas son efectivas porque son polémicas. Lo peor que le puede pasar a una institución es ser invisible e irrelevante. Son campañas, carteles… que tienen que llamar la atención, para después pasar a lo realmente importante”, explica Díez Bosch.

Para la agencia de comunicación 101, acostumbrada a trabajar con la Santa Sede, la clave reside en la humanización del mensaje: “El público desconecta en cuanto percibe lenguaje institucional. Las audiencias necesitan poner cara y ojos a los mensajes. Identificar historias y experiencias reales con las que poder sentirse identificadas”, señala a este diario.

Estos son solo dos ejemplos de la imagen digital de la Iglesia, la punta del iceberg de algo mucho más grande. Cuando el papa Francisco aterrizó en Roma en 2013, uno de sus objetivos prioritarios fue el de ofrecer una imagen mucho más moderna de la institución. No es baladí que hace unos días el pontífice recibiese en el Vaticano a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook. Francisco sabe qué canales de comunicación usan los jóvenes y quiere aprovecharlos.

“Creo que la figura del papa Francisco es un elemento unificador de gran valor y que las iniciativas 'online' se están aprovechando muy bien”, señala Daniel Arasa. “Las redes sociales son un canal increíble de difusión y, como dijo Benedicto XVI, el ámbito digital es el 'nuevo continente' [el continente digital] a evangelizar”.

De esta historia algo sabe el Papa: “Las redes sociales son un regalo de Dios”, afirmó hace unos meses. A las pocas horas de abrirse una cuenta en Instagram, una red social de fotos, el pontífice contaba con un millón de seguidores. En Twitter, el contador alcanza los 12 millones. Cifras de vértigo que para Mandianes tienen una explicación clara: “Francisco usa maravillosamente bien internet. Sabe decir lo mismo pero con otras palabras. Él demuestra que no hay que tener miedo a la renovación”.

Para la profesora Díez Bosch, hay que tener en cuenta que el caso de la Santa Sede es único: “El Vaticano creó su web en cuanto nació internet. En las diócesis, congregaciones, comunidades… todavía hay mucho por mejorar”. La Iglesia ya sabe dónde está la audiencia a la que quiere llegar. Ahora solo tiene que hablar en su mismo lenguaje.

Mujeres y tecnología: ¿la solución?

El pasado mes de mayo, el papa Francisco abrió la puerta a que las mujeres puedan ser ordenadas diaconisas en un futuro. “Es una posibilidad”, afirmó ante un nutrido grupo de religiosas durante una audiencia en el Vaticano. Ante la insistencia de sus oyentes, se comprometió a crear una comisión encargada de estudiar la petición. “¿Constituir una comisión oficial? Sí, sería bueno aclarar este punto”, admitió.

Un diácono es una figura que puede ejercer el llamado sacerdocio de tercer grado. En la práctica, supone poder impartir los sacramentos del bautismo y el matrimonio, aunque no otros como la confesión y la eucaristía. Además, también puede presidir algunas celebraciones. La posibilidad de ordenar diaconisas no solo respondería a las demandas de un sector de la Iglesia, sino que también serviría para destensar el debate en torno al relevo generacional.

Además de para promocionarse, la Iglesia ya explora la posibilidad de usar internet para ofrecer sus servicios, lo que lleva a muchos a preguntarse si la red podría suplir la figura del sacerdote. “Aunque las tecnologías no pueden suplantar al sacerdote ni tienen el poder transformador de la liturgia, sí permiten compartir, acercar, conocer, mantener…”, opina Arasa.

Desde la agencia 101 coinciden en que la figura del sacerdote no es sustituible, pero aseguran que “las nuevas tecnologías deben ser un complemento para acercar la religión y su propuesta de vida a las poblaciones más aisladas”.

Igualmente, todos los entrevistados coinciden en el rol que la tecnología puede jugar a favor del proceso formativo, desde la distribución de materiales de catequesis a la organización de coloquios digitales.

Llegados a este punto, ¿podemos decir que con la Iglesia hemos topado? Díez Bosch lo tiene claro: “Los católicos, a veces, han pensado que el mundo católico era el equivalente a su zona de confort, a su parroquia, a su vida litúrgica de toda la vida. Ahora descubren, gracias a la apertura mental que proporciona la red, que el mundo es fascinante, variado, contradictorio y lleno de dinamismo. Esto no es fácil de digerir, pero es una realidad maravillosa”.

La fe mueve montañas... pero cada vez a menos gente. Año tras año, el número de sacerdotes que se ordenan en España desciende de forma paulatina. Según los datos que ofrece la Conferencia Episcopal Española (CEE), es una realidad que cada vez menos personas sienten la llamada de Dios. “La crisis vocacional se debe a la crisis que sufre la institución eclesiástica. Es una crisis de valores, de mentalidad”, explica el teólogo y antropólogo Manuel Mandianes.

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