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PP y PSOE se dan una tregua para reformar juntos la Educación del siglo XXI
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PP y PSOE se dan una tregua para reformar juntos la Educación del siglo XXI

El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, sabe que camina sobre la punta de un frágil filamento incandescente como es el de la

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PP y PSOE se dan una tregua para reformar juntos la Educación del siglo XXI

El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, sabe que camina sobre la punta de un frágil filamento incandescente como es el de la Educación, materia especialmente sensible para las filas socialistas, y sobre la que cualquier reforma puede suponer toda una declaración de guerra. Quizá por eso, y, también, por el profundo calado reformista de su plan, Wert se haya persuadido de lo inconveniente que resultaría caer en la tentación de recurrir a la cómoda mayoría absoluta de su grupo parlamentario.

De momento, ha conseguido un tiempo de gracia con el PSOE y voluntad de cooperación en materias concretas como la propuesta de un nuevo Estatuto del Docente o la ampliación del Bachillerato. Aunque, eso sí, con una advertencia por parte de los socialistas: “Si traspasan y menoscaban las líneas rojas de la igualdad de oportunidades, seremos beligerantes”, anunció ayer el portavoz del PSOE en la materia, Mario Bedera.

Wert explicó ayer en el Congreso que el ciclón de reformas que se avecinan en la educación son una “prioridad absoluta” del Gobierno de Mariano Rajoy y uno de “los principales pilares” de su proyecto. Pero, aun así, tendió la mano al resto de las fuerzas políticas al señalar que su “voluntad de entendimiento es sincera”. “No hemos caído en la tentación de aprovechar la mayoría absoluta que nos han confiado los españoles para aprobar una nueva ley general educativa. No sería bueno que la educación española pasara de nuevo por un trance que solo genera inestabilidad y desconcierto”, apuntó. Algo a lo que el PSOE, por ahora, no se cierra en banda. “No van a inventar la pólvora, pero somos conscientes de que no hemos dejado cerrado el sistema”, respondió Bedera.

Los ejes de la reforma, como ya explicó este diario, giran en torno a un cambio radical de mentalidad por el que se premiará y fomentará “los valores del esfuerzo, el mérito, la satisfacción por el trabajo bien hecho, la autoexigencia, la responsabilidad o el respeto a la figura del profesor”. Y todo ello, a través de cambios trascendentales en el diseño de la secundaria y el bachillerato, con tres años de duración cada uno, con una selección más exigente del profesorado y con una mayor evaluación continua a alumnos y centros a través de pruebas similares a las de PISA en primaria y secundaria que, aunque sin valor académico, servirán para evaluar la calidad de lo que se enseña y de lo que aprenden los alumnos. Y todo, aderezado con una mayor autonomía de los centros en sus planes organizativos, curriculares y de gestión económica que  les obligarán, también, a rendir cuentas de sus resultados ante las familias.

Estatuto del Docente

El PSOE, de momento, está dispuesto a hablar de la reforma del Bachillerato y la FP en tres años, con un primer curso de introducción, aunque estará alerta ante cualquier medida que pueda suponer la introducción de un concierto económico en ese primer curso de bachillerato o en los posteriores, lo que supondría, a su juicio, una quiebra de la igualdad de oportunidades de los alumnos.

Wert también ha encontrado apoyo en las filas del PSOE a su propuesta de aprobar un Estatuto del Docente que ayude a mejorar la calidad del profesorado, columna vertebral de todo el sistema. “Un marco básico que mantenga el carácter estatal de los cuerpos docentes, que ofrezca a los profesores la posibilidad de desarrollar una carrera desde su entrada en el cuerpo hasta su jubilación, en el que hacerlo bien tenga recompensa, y que recoja el reconocimiento de los docentes como autoridad pública”, explicó. Medida esta última, por cierto, que ya puso en marcha la Comunidad de Madrid recientemente.

Wert no ofreció muchos detalles sobre cómo será ese nuevo modelo de selección y formación del profesorado que se podría asemejar más a lo que es el MIR para los médicos. Una propuesta en la que tanto PP y PSOE coincidían en sus programas electorales.

Escuelas bilingües a partir de 2013

Otra de las principales revoluciones que Wert piensa poner en marcha es la de los idiomas con un cambio, también, de la mentalidad “sustituyendo el viejo enfoque de estudiar inglés para pasar a estudiar en inglés”, dijo. El modelo bilingüe, que ya funciona en algunas comunidades autónomas, se pondrá en marcha a partir del curso 2013/14 desde el segundo ciclo de educación infantil hasta el Bachillerato. Para ello, Educación se reunirá primero con todas las comunidades para diseñar un programa de bilingüismo abierto a la participación de las autonomías que lo deseen. Wert añadió también que se promoverá la enseñanza de una segunda lengua extranjera porque, aseguró, España es uno de los países de la UE con un índice más bajo de lenguas extranjeras aprendidas por alumno. “Estamos a la cola junto a Polonia, Bulgaria o Hungría”.

EPC por Educación Cívica y Constitucional

Como ya se anunció en el programa electoral del PP y en el debate de investidura, el Gobierno sustituirá la polémica asignatura de Educación para la Ciudadanía, una de las principales señas de identidad de la era Zapatero, por una similar que llevará por nombre “Educación Cívica y Constitucional” y que, como prometió Wert, estará “libre de cuestiones controvertidas y susceptibles de adoctrinamiento ideológico”. El PSOE por su parte respondió ayer que continuar con ese debate “es una cosa de locos que en el resto de Europa no se entiende”.

El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, sabe que camina sobre la punta de un frágil filamento incandescente como es el de la Educación, materia especialmente sensible para las filas socialistas, y sobre la que cualquier reforma puede suponer toda una declaración de guerra. Quizá por eso, y, también, por el profundo calado reformista de su plan, Wert se haya persuadido de lo inconveniente que resultaría caer en la tentación de recurrir a la cómoda mayoría absoluta de su grupo parlamentario.