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Cumbres de leyenda para alcanzar París portando el ‘estandarte’ amarillo
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La alta montaña decidirá el ganador del tour

Cumbres de leyenda para alcanzar París portando el ‘estandarte’ amarillo

Desde la décima etapa, que coincide con el día de la Fiesta Nacional francesa, el pelotón afrontará 300 kilómetros de subida repartidos en un total de puertos

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Desde que la ronda francesa presentara su recorrido allá por el mes de diciembre, todos los expertos coincidieron en que se trataba de un Tour para escaladores. La primera semana, sobre todo con la temida etapa del pavés, ha servido para filtrar a los favoritos, para poner a cada uno en su casilla de salida cuando la alta montaña está a punto de cobrar el protagonismo. Desde la décima etapa que se afronta el día de la Fiesta Nacional francesa, el pelotón afrontará nada más y nada menos que 36 puertos de montaña. 300 kilómetros de subida con un desnivel acumulado superior a los 18.000 metros. No cabe duda, entonces, de que quien quiera estar en lo más alto del podio de París tendrá que ganarse su derecho en las alturas, cerca de las nubes.

Esta edición de la ronda gala ha apostado por dar más importancia al macizo de los Vosgos –hoy es la tercera etapa en estas montañas- y dejar de lado los Alpes –que casi que se pasarán de puntillas-. Es una idea concebida por el propio director de la carrera, Christian Proudhome, que viendo el éxito de laVuelta y el Giro con sus nuevos descubrimientos quiere seguir la rueda ganadora. No obstante, las montañas que se erigirán en jueces de la carrera serán los Pirineos. En las rampas de estos colosos se han escrito algunas de las historias que han convertido con el paso de los años al ciclismo en un deporte de héroes.

Froome se presenta al mundo

La primera jornada de alta montaña es, sin duda, la décima etapa. Un trazado con siete puertos de montaña: Fisrtplan (2ª categoría), Petit Balon (1ª), Platzerwasel (1ª), Oderen (2ª), Des Croix (3ª), Chevreres (1ª) y el final en Planche des belles filles (1ª). Algunas subidas son inéditas como Des Croix o Chevreres –Proudhome dice de ésta última que es como un Angliru en medio de un bosque, aunque habrá que ver cuando llegue el pelotón allí si realmente es digno de esa comparación-. La meta se sitúa en La planche des belles filles, el mismo lugar donde hace dos años Chris Froome se presentó al mundo como potencial ganador del Tour de Francia. Allí ganó su primera etapa y vio como su compañero Wiggins se vestía de amarillo para llegar así hasta París. Antes, sin embargo, los corredores tendrán que subir un coloso como Platzerwasel. En 1967 ninguno de los que ascenderán con su bici esta montaña había nacido, pero al menos les habrán contando que en el descenso de ese puerto Raymond Poulidor, el mítico Pou Pou, se estrellaba y destrozaba su bicicleta. Aún así reemprendió la marcha, pero desfalleció camino de meta dejándose una minutada que le hizo perder sus opciones de victoria en París.

El Izoard, la cumbre de Henri Pellisier

Tras la primera jornada de descanso habrá dos jornadas de media montaña –cuatro puertos cada día, pero ninguno alcanza los 1.000 metros de altitud- y una exigente décimo tercera etapa con tres duras subidas como la Croix de Montvieux (3ª), Palaquit (1ª) y el final en Chamrusse (Categoría especial). Sin duda, etapas que deben dejar las piernas de los corredores bien maduras antes de afrontar el día de despedida de los Alpes. En la jornada 14 el recorrido entre Grenoble y Risoul presenta tres colosos: Lautaret (1ª), Izoard (C.E.) y la subida final a la mencionada Risoul (1ª).

Ningún puerto en este Tour de Francia alcanzará los 2.360 metros de altitud del Izoard, donde se han escritos algunas de las historias más épicas de la ronda gala. Cabe destacar la que protagonizó Henri Pellisier en 1923. Eran los inicios de la ‘Grande Boucle’ y los ciclistas eran una especie de héroes locos. Pellisier, que se fugó de su casa con 16 años porque quería ser ciclista y no soportaba la tiranía de su padre, obsesionado con la producción de una pequeña granja y sus 16 vacas, alcanzó por fin la gloria que tanto le había costado en las rampas del Izoard. Allí le ganó el Tour de Francia a Ottavio Bottechia, después de cinco intentos frustrados. La gloria de Pellisier sigue intacta, incluso después de su trágica muerte en 1935 cuando fue tiroteado por su amante, como cuentan Carlos arribas y Sergi López Egea en el libro 'Cumbres de Leyenda'.

Tragedia y polémica cerca de Bagneres de Luchon

En la cordillera pirenáica es probable que se diriman las luchas definitivas de este Tour de Francia –con permiso de la contrarreloj del penúltimo día-. La etapa 16, después del día de descanso en Carcasona, el trazado de la jornada presenta cinco puertos de montaña. Algunos sin mucha historia, pero otros marcados por la tragedia y la polémica. La tercera ascensión de ese día será el Port d’Aspet, donde en 1995 Fabio Casartelli –campeón olímpico en Barcelona 1992 y amigo de Lance Armstrong, se dejaba la vida en el descenso tras golpear violentamente su cabeza con uno de los muros de protección de la bajada. Allí ahora hay un monumento en su honor y cada vez que el Tour pasa por frente a él es inevitable que a uno no se le encoja el corazón.

Varios kilómetros después, en la última subida del día, se sitúa el Port del Balés, desde cuya cima habrá 21 kilómetros de vertiginoso descenso hasta la meta. El mismo descenso que en 2010 Alberto Contador cubrió a tumba abierta para distanciar a su gran rival Andy Schleck. El luxemburgués sufrió un salto de cadena justo en el momento en que Contador contraatacaba a un movimiento suyo. En meta la pérdida fue de 39 segundos, los mismos que le valieron al madrileño para ganar en París el maillot amarillo final. Sin embargo, la polémica se adueñó esos días de la ronda francesa en un debate sobre si el español debía haber esperado a su rival, al sufrir este una avería mecánica. La buena relación que mantenían ambos corredores hasta entonces ya no volvió a ser la misma. Ese Tour, además, fue uno de los títulos que le quitaron a Alberto tras su positivo por Clembuterol.

El círculo de la muerte y cara y cruz para Indurain

Las etapas 17 y 18 son simplemente salvajes, más aún con lo que llevarán los corredores en sus piernas. Entre Saint Gaudens y Pla d’Adet otro día con cuatro colosos y final en alto: Portillon, Peyresoude –un gigante que junto al Tourmalet, el Aspen y el Ausbisque conforman el llamado círculo de la muerte-, Val Louron y Pla d’Adet. Para muchos se trata de la etapa reina de esta 101 edición de la ronda gala. Además, para más dureza, serán sólo 124 kilómetros, por lo que el ritmo de carrera puede ser infernal.

Al día siguiente, en la última etapa de montaña de este año, dos mitos: Tourmalet y Hautacan. El primero de ellos es la subida que más veces se ha repetido en la historia del Tour, 82 con la de esta edición, desde que en 1910 Octave Lapize lo hoyara al grito de “¡Asesinos! ¡Asesinos!”, por la dureza de sus rampas. Sin embargo, es de recibo detenerse en la subida a Hautacam, allí ganó en el año 2000 Javier Otxoa, pero antes esa pequeña estación de esquí de los Pirineos fue testigo del esplendor y el sufrimiento de Miguel Indurain.

En 1994, el navarro sentenció su cuarta victoria final en los Campos Elíseos tras una exhibición de bandera. Indurain, un ciclista que empezaba a ser cuestionado por su falta de agresividad en la montaña, destrozó a sus rivales –entre ellos Tony Rominger- para presentar al planeta bici la meta de Hautacam –gano Luc Leblanc-. Sin embargo, sólo dos años después ese mismo lugar fue testigo del principio del fin del gigantón de Villaba. Ese día de 1996 Indurain se despedía de sus opciones de ganar por sexta vez el Tour de Francia. Bjarne Rijs –ahora director de Contador-, respondía las embestidas del navarro con el plato grande. Miguel tenía que recuperar el terreno perdido en los Alpes, pero en Hautacam el ‘caballo’ ganador se le fue definitivamente y por la cabeza del navarro empezó a sobrevolar la idea de colgar la bicicleta.

Y es en estas rampas de leyendas donde los Contador, Nibali, Valverde y compañía se van a jugar el Tour y donde a buen seguro seguirán escribiendo renglones dorados de la historia del ciclismo. Por suerte, esta vez podremos ser testigos y no habrá que acudir a la hemeroteca para conocerla.

Desde que la ronda francesa presentara su recorrido allá por el mes de diciembre, todos los expertos coincidieron en que se trataba de un Tour para escaladores. La primera semana, sobre todo con la temida etapa del pavés, ha servido para filtrar a los favoritos, para poner a cada uno en su casilla de salida cuando la alta montaña está a punto de cobrar el protagonismo. Desde la décima etapa que se afronta el día de la Fiesta Nacional francesa, el pelotón afrontará nada más y nada menos que 36 puertos de montaña. 300 kilómetros de subida con un desnivel acumulado superior a los 18.000 metros. No cabe duda, entonces, de que quien quiera estar en lo más alto del podio de París tendrá que ganarse su derecho en las alturas, cerca de las nubes.

Tour de Francia Alberto Contador
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