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De niño soldado a atleta olímpico
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la dura y apasionante aventura de López Lomong

De niño soldado a atleta olímpico

‘El Confidencial’ charla con López Lomong, atleta nacido en Sudan del Sur que pasó de ser niño soldado a atleta olímpico con EEUU, sobre su libro 'Correr para vivir'

Foto: Lopez Lomong fue abanderado de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Beijing (Reuters)
Lopez Lomong fue abanderado de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Beijing (Reuters)

“Estábamos en misa cuando unos hombres armados entraron en la iglesia gritando y disparando al aire. Querían llevarse a todos los niños. La gente comenzó a huir. Mi madre me ocultó debajo de su falda, pero de nada sirvió. Me secuestraron”.Así comienza la durísima historia del atleta olímpico estadounidense López Lomong y que ha plasmado en el libro 'Correr para vivir',con el que pretende concienciar a la sociedad occidental del secuestro de niños con el fin de usarlos en las guerras.

Nacido en Kimotong, Sudán del Sur en enero de 1985, Lomong fue secuestrado con tan solo seis años por el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán para convertirle en un niño soldado. “Secuestraron a 75 niños de mi aldea y nos encerraron a todos en una misma celda. Por la noche el carcelero nos tiró varios platos de comida, eran cereales”, recuerda el atleta. Pero aquellos cereales contenían algo más. “Estaba hambriento así que me metí un puñado en la boca. Al masticarlos me di cuenta que había algo extraño en ellos. Era arena. Los habían mezclado con arena. Así que fui comiendo uno en uno para no tragarme la tierra”, afirma López Lomong en charla con El Confidencial.

Durante las primeras semanas de cautiverio murieron una veintena de niños que ocupaban la misma celda que Lomong. Algunos compañeros de celda sufrieron torturas. “Les pegaban cuando iban al baño. Usaban el látigo”, recuerda. “El objetivo era que sobrevivieran los más fuertes para convertirlos en máquinas de matar. Sin miedo. Sin sentimientos. Sin dolor”, afirma Lomong.

Una noche, tres de sus compañeros idearon un plan para escapar de aquella prisión. Lomong se iría con ellos. “Esperamos a que todos estuviesen dormidos y fuimos saltando sobre los cuerpos de los demás niños. En el exterior, los guardias dormían o estaban borrachos. Vi a niños de mi edad con armas automáticas bebiendo alcohol, fumando y drogándose; estaban como poseídos. Aprovechamos para huir por un agujero que había en la alambrada”, recuerda. Durante tres días Lomong y sus tres compañeros de viaje caminaron y caminaron sin mirar atrás. Comían lo que iban encontrándose por el camino. Dormían de día y corrían de noche. “Aquella fue la primera gran carrera de mi vida”, afirma.

Al tercer día llegaron a un campamento de refugiados. Habían llegado corriendo hasta Kenia. Durante nueveaños, Lomong sobrevivió en ese campo de Kenia. “Los martes era el mejor día de la semana porque los niños del campamento rebuscábamos entre la basura que tiraban los trabajadores de Naciones Unidas para poder comer. A nosotros sólo nos daban de comer una vez al día”, denuncia el atleta olímpico. Pero en el año 2000 su vida iba a cambiar radicalmente. Lomong, amante del fútbol, quedaría fascinado por algo llamado ‘Juegos Olímpicos’. “Vi por televisión a Michael Johnson correr la final de los 400 metros lisos. No entendía muy bien porqué corría. En Sudán la gente corre para huir o porque quiere llegar a algún lado. Me pasé dos días pensando en aquel atleta”, recuerda.

Lomong, desde ese día, comenzó a correr todas las mañanas por el perímetro del campo de refugiados. “Corría sin ningún sentido. La gente me miraba y me decían que estaba loco. Que no tenía sentido dar vueltas al campo, que fuese a jugar al fútbol con los demás niños… Pero yo seguí entrenándome”, explica.Un año después, en 2001, personal de Naciones Unidas acudió al campo de refugiados para ofrecer a 3.500 niños vivir con una familia de acogida en Estados Unidos. Para ello tenían que escribir una carta motivacional. “No lo dudé ni un segundo. Escribí sobre aquella carrera que vi por televisión. Sobre las lágrimas de Michael Johnson. Y me seleccionaron para viajar a Estados Unidos”, recuerda.

Aquellas primeras semanas en su nuevo hogar fueron complicadas. “La primera noche que dormí en mi nueva casa lo hice con la luz de la habitación encendida porque no sabía cómo se apagaba. Tenía un balón de fútbol sólo para mí cuando en el campo de refugiados lo compartía con otros 200 niños. Pero lo que más me llamaba la atención era que mis nuevos padres eran blancos… Así que empecé a ducharme con agua fría y a frotarme el cuerpo con mucho jabón para ver si mi piel también se cambiaba de color”, comenta en tono jocoso Lomong.

Pero lo que de verdad le cambió fue el colegio. “Yo no entendía absolutamente nada de lo que decían en el colegio. No entendía inglés y sólo había aprendido a escribir mi nombre y a leerlo… Tenía 16 años y en el colegio sugirieron a mi madre adoptiva que no perdiese el tiempo conmigo; pero ella se empeñó y logró que en sólo tres años me graduase en la escuela”, afirma. Por aquel entonces Lomong ya era un destacado atleta en el colegio, por lo que pudo ir a la universidad gracias a una beca.

2007 se convirtió en un gran año para Lomong. Recibió la nacionalidad estadounidense y pudo regresar a su país después de más de diez años. Aquel joven López Lomong daba por muerta a toda su familia. “Iba en el coche por las calles de Kimotong y entonces vi a dos de mis hermanos. Los reconocí como si los hubiera visto el día anterior… Y detrás de ellos estaba mi madre. No me lo podía creer”, afirma.

Aquel emotivo reencuentro sería el impulso definitivo para el futuro de López Lomong. “Mi madre me preguntó cuándo podría volver a verme; así que le dije que en el verano de 2008 estuviese atenta a la televisión porque iba a verme. Ella no entendía nada pero me prometió que así lo haría”, destaca emocionado.

Lomong, con una pulsera que le regaló su madre como amuleto- y que aún lleva con él- logró clasificarse para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 en la modalidad de 1.500 metros lisos. “Mis compañeros de selección votaron para que yo fuese el abanderado, querían que la historia de los niños soldados de Sudán diese la vuelta al mundo. Querían que yo fuese un ejemplo para todos”, recuerda.

Lomong fue eliminado en semifinales de los 1.500 metros lisos. Cuatro años después volvió a competir al más alto nivel en los Juegos Olímpicos de Londres en la modalidad de 5.000 metros, donde tampoco logra un registro reseñable. Pero lo importante en esta historia no es el número de medallas que logró, sino su lucha por llegar a convertirse en un atleta olímpico después de haber sido niño soldado. Lomong, con su ejemplo, lucha en la actualidad para que ningún niño pase por lo mismo que él.

“Estábamos en misa cuando unos hombres armados entraron en la iglesia gritando y disparando al aire. Querían llevarse a todos los niños. La gente comenzó a huir. Mi madre me ocultó debajo de su falda, pero de nada sirvió. Me secuestraron”.Así comienza la durísima historia del atleta olímpico estadounidense López Lomong y que ha plasmado en el libro 'Correr para vivir',con el que pretende concienciar a la sociedad occidental del secuestro de niños con el fin de usarlos en las guerras.

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