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La felicidad cabe en un pastelito japonés
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naomi kawase estrena 'una pastelería en tokio'

La felicidad cabe en un pastelito japonés

La directora, primera mujer japonesa en ganar un premio en Cannes, estrena su nueva película, en la que busca la "alegría de vivir" en la cocina tradicional nipona

Foto: Fotograma de 'Una pastelería en Tokio'
Fotograma de 'Una pastelería en Tokio'

Cuenta la leyenda que un samurái de nombre Benkei se escondía de sus enemigos en casa de un granjero. Con las prisas para huir, dejó allí olvidado su gong. El dueño de la granja lo encontró abandonado y le dio un particular uso: freír tortitas a las que puso de nombre dorayakis. Y así hasta hoy, cuando los dorayakis se han convertido en los pastelitos más famosos de Japón. Dos bizcochos redondos que esconden dentro el secreto de su éxito: el anko, una pasta de judía dulce típica del país nipón. En estos manjares encuentra Naomi Kawase la felicidad más absoluta. La directora demuestra con su última película, 'Una pastelería en Tokio', que en los pequeños detalles de la vida cotidiana se encuentra la satisfacción personal.

De hecho, la propia Kawase reconocía en la Seminci, donde presentó la película y fue reconocida con el premio a la mejor dirección, que detrás de este proyecto no había más pretensión que transmitir “la alegría de vivir”.

Para ello se aleja de los clásicos escenarios naturales a los que nos tenía acostumbrados en filmes como 'El bosque del luto' o 'Aguas tranquilas' para meternos de lleno en el frenético Tokio, aunque en los ojos de Kawase hasta una gran urbe desprende serenidad, paz y sabiduría. Incluso en un momento dado se las apaña para sacarnos de la ciudad y llevarnos a un sanatorio en medio de la naturaleza donde las hojas se mecen a su antojo y la luz llega entrecortada. Marca de la casa.

Sobre este distanciamiento de su estilo habitual, Kawase cuenta a El Confidencial que vino dado por la novela en la que se basa, pero que tuvo claro que tenía que rodar en ese edificio “cerrado y aislado del mundo”. “En este filme hay una contraposición diferente entre ciudad y naturaleza, porque es en la ciudad donde la gente está disfrutando de la libertad y el sanatorio es un mundo aparte, cerrado, en el que no entra nadie”, explica.

La sociedad da mucha importancia a la rapidez, pero creo que reconocer el tiempo que requieren las cosas conlleva gratitud y agradecimiento

'Una pastelería en Tokio' cuenta la historia de Sentaro, dueño de una pastelería que aceptará a regañadientes la ayuda de la anciana Tokue, que con su receta del anko ayudará a que el negocio prospere y a que ambos encuentren sentido a su vida. Todo esto a fuego lento. Kawase se toma su tiempo para contar el proceso de preparación de los dorayakis, y su cámara trata cada paso de la receta con mimo, defendiendo una forma de actuar que ya ha desaparecido.

“Hacer las cosas por uno mismo requiere su tiempo, algo que es la contraposición del dinero. Cuando compras algo lo obtienes de forma instantánea. La sociedad da mucha importancia a esa rapidez, pero creo que reconocer ese tiempo que requieren las cosas conlleva la gratitud, el agradecimiento, y eso es lo que quería transmitir. Así es la forma en que se hacen las cosas en Japón. Por ejemplo, la comida allí requiere mucho tiempo para elaborarse, y los jóvenes prefieren la comida rápida. Siento que se está perdiendo esa tradición y eso me da mucha pena”, opina Kawase.

Historia de los marginados

Naomi Kawase utiliza esta pastelería y a sus personajes para acercarse, como es habitual en su cine, a los seres a quienes la sociedad abandona. “Siempre intento dar luz a la gente que está al margen, que no está bajo los focos, me gusta darles importancia en mis películas”, asegura la directora. En esta ocasión son los enfermos de lepra, que durante décadas fueron excluidos de la vida pública en Japón y recluidos en centros.

La situación de los enfermos de lepra en Japón está retrasada unos 30 años respecto a otros países desarrollados. La ley que obligaba a apartarles ha desaparecido pero siguen estando discriminados

“La situación de los enfermos de lepra en Japón está retrasada unos 30 años respecto a otros países desarrollados, porque hasta hace 15 años estaban completamente aislados. La ley que obligaba a apartarles ha desaparecido pero siguen estando discriminados. Quería retratar eso, pero si la película habla directamente de la lepra la gente no va a ir a a verla, así que empezando con la pastelería quería narrar esa historia de los enfermos en Japón”, criticaba Kawase sobre el contexto actual de los leprosos.

Por primera vez se enfrenta a una adaptación de una novela, algo que ha tomado con mucho respeto y hasta lamentándose por todas las partes que ha tenido que cortar para “crear mi mundo cinematográfico”. “No podía incluir todo”, se justifica casi pidiendo perdón.

placeholder Presentación de la película.
Presentación de la película.

Como siempre, se toma su tiempo para mostrarnos cada detalle, cada mirada, un estilo que se vincula con sus propios documentales. Kawase piensa que el “realismo” es fundamental, ya que lo más importante para ella es “mostrar la existencia”. Por ello, los actores aprendieron a hacer dorayakis, para que cada gesto desprendiera verdad. Llegaron a abrir una tienda y los clientes iban a comprar esos pastelitos de la felicidad.

A pesar de ser la primera mujer japonesa en ganar un premio en Cannes, Naomi Kawase quita peso al discurso de género asegurando que nunca le ha dado importancia: “Yo soy Naomi Kawase, y esa mentalidad es la que me ha llevado a estar aquí”.

Cuenta la leyenda que un samurái de nombre Benkei se escondía de sus enemigos en casa de un granjero. Con las prisas para huir, dejó allí olvidado su gong. El dueño de la granja lo encontró abandonado y le dio un particular uso: freír tortitas a las que puso de nombre dorayakis. Y así hasta hoy, cuando los dorayakis se han convertido en los pastelitos más famosos de Japón. Dos bizcochos redondos que esconden dentro el secreto de su éxito: el anko, una pasta de judía dulce típica del país nipón. En estos manjares encuentra Naomi Kawase la felicidad más absoluta. La directora demuestra con su última película, 'Una pastelería en Tokio', que en los pequeños detalles de la vida cotidiana se encuentra la satisfacción personal.

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