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El fin del edén
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estreno de 'el país de las maravillas'

El fin del edén

La nueva película de la directora Alice Rohrwacher sigue a una pareja y sus cuatro hijas en su vida, alejados de la ciudad y de los medios de comunicación

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Este segundo largometraje de Alice Rohrwacher arranca con una secuencia inquietante. La oscuridad nocturna con que abre el film se ve entrecortada por los faros de una serie de coches. Sus ocupantes aparcan todavía en plena noche cerca de una granja aislada en la campiña italiana. Llevan ropajes militares, van armados y señalan el edificio. Los haces de luz iluminan intermitente el interior de la casa, donde una niña se despierta con ganas de ir al baño... Pocas escenas después deduciremos que aquellos hombres integraban una partida de caza. Pero una sombra de amenaza se ha cernido sobre los habitantes del caserón, como si se tratara de una familia que lleva a cabo una forma de vida clandestina siempre al borde de ser descubierta.

Y algo de ello hay en El país de las maravillas. Rohrwacher retrata desde los ojos siempre atentos de la hija adolescente, Gelsomina, el estilo de vida alternativo de una familia poco corriente. Alejados del entorno urbano, este grupo formado por madre (interpretada por la hermana de la directora, la actriz Alba Rohrwacher), padre, tía y cuatro hijas conviven a diario con la naturaleza y se ganan la vida gracias a la apicultura. En pleno tránsito hacia la vida adulta, Gelsomina descubre las dificultades para mantener una opción vital que difícilmente encaja en la Italia y la Europa del siglo XXI.

El país de la maravillas responde en cierto modo a qué fue de los idearios utópicos de tantos jóvenes de los setenta. Los protagonistas conforman una suerte de comuna familiar autosuficiente liberada de muchas de las convenciones de la vida burguesa, y representan un penúltimo bastión de resistencia ante la sociedad de consumo. Rohrwacher pone de manifiesto las complicaciones de llevar a cabo este tipo de vida en los tiempos que corren, pero en ningún momento la idealiza ni articula ningún discurso político explícito a su propósito.

Wolfgang, el padre anarquista de origen alemán, ejerce sin embargo de patriarca autoritario en un entorno configurado solo por mujeres. Mientras que las niñas se ven obligadas por momentos a asumir unas responsabilidades que las sobrepasan teniendo en cuenta su edad. Desde un naturalismo que no rehúye cierta vena poética, la directora perfila la cotidianidad insólita, con sus más y sus menos, de este grupo familiar.

En un momento de la película Monica Bellucci irrumpe en escena, como paseándose sobre las aguas, con una fuerza icónica parecida a la de Anita Ekberg en La Dolce Vita de Federico Fellini. La comparación no es baladí porque Rohrwacher (que ha bautizado a la protagonista del film con el nombre del personaje de Giuletta Masina en La Strada) entronca además con una de las preocupaciones recurrentes del director italiano: la alienación de la Italia popular a causa de los medios de comunicación de masas. La invasión por parte de los programas televisivos de los últimos rincones de libertad en el país es, en El país de las maravillas, literal. Wolfgang, que se ha llevado a sus hijas a disfrutar de una mañana de sol en lo que parece una playa aislada y paradisíaca, ve como un técnico les insta a callar porque están grabando un programa a pocos metros de allí. Buena parte de los habitantes del lugar se ofrecerán para participar en él. En la Italia berlusconiana, parece decirnos el film, las formas de vida popular solo pueden legitimarse si pasan por el filtro de la espectacularización televisiva.

Gelsomina descubre en la presentadora mediática que encarna Bellucci una figura femenina, mitad bellísima sirena mitad hada madrina protectora, que le evoca un imaginario muy diferente del que vive día a día. La participación en el programa televisivo será para ella una forma de escapar por un momento del cercado universo donde vive con su familia. Pero lejos de abandonarse al discurso tremendista sobre la manipulación de los medios, Rohrwacher desarrolla este episodio como una etapa más en el rito de tránsito adolescente que está viviendo la joven protagonista.

Alice Rohrwacher debutó como directora en 2011 con Corpo celeste, otra película centrada en una adolescente que también intenta sintonizar sus propias transformaciones interiores con un mundo a su alrededor que no acaba de comprender. En ese caso la protagonista intentaba integrarse, después de que su familia se mudara a un pueblo de la Italia meridional, en un ambiente de religiosidad popular que la fascinaba y le producía extrañeza a partes iguales. En ese caso, la cineasta entonaba igualmente una elegía por una Italia profunda en plena decadencia, allí manifestada a través de unas prácticas religiosas que perpetuaban unos ritos vaciados de toda espiritualidad.

En El país de las maravillas Rohrwacher demuestra que ha crecido como cineasta al ofrecer un film al mismo tiempo más poderoso en sus imágenes y más sutil en su subtexto sobre la situación del país. Ambas películas ponen de manifiesto el ojo de Alice Rohwacher para captar todos los matices (admiración, rabia, sentido de la protección, impaciencia...) que envuelven las relaciones entre hermanas de diferentes edades. Y sobre todo su capacidad para plasmar con una extraordinaria precisión ese estado de ánimo entre el desconcierto, la profunda curiosidad y la hipersensibilidad propio de la adolescencia femenina.

El país de las maravillas

Dirección: Alice Rohrwacher

Duración: 110 minutos

Nacionalidad: Italia

Género: Drama

Intérpretes: Maria Alexandra Lungu, Sam Louwyck, Alba Rohrwacher, Sabine Timoteo, Agnese Graziani, Monica Bellucci

Este segundo largometraje de Alice Rohrwacher arranca con una secuencia inquietante. La oscuridad nocturna con que abre el film se ve entrecortada por los faros de una serie de coches. Sus ocupantes aparcan todavía en plena noche cerca de una granja aislada en la campiña italiana. Llevan ropajes militares, van armados y señalan el edificio. Los haces de luz iluminan intermitente el interior de la casa, donde una niña se despierta con ganas de ir al baño... Pocas escenas después deduciremos que aquellos hombres integraban una partida de caza. Pero una sombra de amenaza se ha cernido sobre los habitantes del caserón, como si se tratara de una familia que lleva a cabo una forma de vida clandestina siempre al borde de ser descubierta.

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