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“Los políticos son peores que los zombis”
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EL ESCRITOR LUIS NORIEGA CREA UN NUEVO GÉNERO LITERARIO: LA 'FARSA ELECTORAL'

“Los políticos son peores que los zombis”

“Estoy de acuerdo. Nunca me han gustado los payasos. No se puede confiar en ellos. Son los travestis de la política”. Es una conversación privada entre

Foto: “Los políticos son peores que los zombis”
“Los políticos son peores que los zombis”

“Estoy de acuerdo. Nunca me han gustado los payasos. No se puede confiar en ellos. Son los travestis de la política”. Es una conversación privada entre dos ministros. Están asustados. El Líder del partido L ha caído en popularidad y ahora el pueblo eleva a un payaso llamado Cucaracho a la categoría suprema. La reacción política ante la amenaza es la previsible: “Aplastarlo sí, como a una cucaracha”.

El escritor colombiano Luis Noriega es el autor de Donde mueren los payasos (Blackie Books). La novela, a simple vista, podría definirse como una disparatada fábula sobre la idea de la democracia como una farsa electoral que esconde una carrera de ratas por conquistar la presidencia de un país. Y, sin embargo, lo único que ha hecho Noriega es cumplir hasta las últimas consecuencias con la realidad, con lo que nos imaginábamos, con lo que esperamos, con lo que sabíamos pero por salud no queríamos escuchar. 

Noriega no es el primero en abrir las tripas de la corrupción y enseñar su pestilente contenido, a su favor cuenta la oportunidad y un endiablado sentido del humor y del tiempo, que hace de este libro un vibrante experimento capaz de hilar dos historias miserables: la de la política y la de un editor trata de acomodar su imaginación para hacer de él un escritor de éxito. “La novela, ya lo dijo Aristóteles, es ante todo un género clasemediero, arribista, la epopeya de los mediocres para los mediocres. El mercado natural  de la novela son los perdedores con ínfulas. Es ahí donde está el negocio. ¿Y qué quiere un perdedor? Para empezar, no quiere machos alfa que le recuerden su pequeñez por mucho que al final se acuesten con la mamá y se saquen los ojos”, recrea el autor la voz del editor que asegura que lo que la novela ofrece es un común denominador: todos somos igual de infelices.

Así corre Donde mueren los payasos, con un descaro insolente absoluto, degenerando al extremo la política, el periodismo y la novela para descubrir las trampas y el cartón de cada una de ellos. Rápida, directa e irónica. “No estoy seguro de conmocionar al lector, pero supongo que si logro que se ría oyendo a un alguien quejarse de que ‘con tanta paz aquí ya sólo se mataban sindicalistas’ y, lo que es más difícil, que luego se pregunte cómo ha podido reírse de semejante enormidad, alguna fibra habré tocado”, explica Noriega a El Confidencial.

Ironía contra moralina

Los cúmulos de corrupción que se amontonan en Italia y en España han colocado al libro en el centro de la actualidad, porque la ficción siempre habla del mundo real. Basta con leer las noticias sobre Italia para comprobar que la diferencia entre realidad y ficción es una invención. Beppe Grillo tiene tantas semejanzas con el personaje de Cucaracho que asusta, aunque el payaso de Noriega sea secuestrado antes de demostrar lo que habría sido capaz de hacer en unas elecciones: “Ambos se parecen en el descontento y la irreverencia, pero poco más. Antes de las elecciones Cucaracho ha desaparecido por orden del editor”. Si debe elegir entre “oportuna” u “oportunista”, Noriega se queda con “inoportunista”.

Cualquiera pensaría que el escritor nacido en Cali vino a vivir a España a documentarse para escribir un libro como éste. “Bueno, la verdad es que durante mucho tiempo pensé que había llegado a España huyendo de libros como éste”. El resultado es una “farsa electoral”, como él mismo define, que sortea el púlpito de la moralina (salvado gracias a la sátira). “Suele decirse que la política es un arte reservado a los miembros mejor vestidos de las clases criminales –explica Noriega-, pero mi impresión siempre ha sido que la política española es, con todos sus defectos, muy igualitaria: aquí si no tienes traje, te lo regalan”.    

Por cierto, ¿qué es peor la hipocresía o el cinismo? “La hipocresía. El hipócrita siempre podrá excusarse en que todo ocurrió a sus espaldas”. ¿Y la ironía es el único recurso que le queda al ciudadano o el pataleo es lo último que se pierde? “La ironía hace la vida más llevadera, pero, aunque igual puede meterte en problemas, es más un escudo que un arma. Sobre todo en un mundo en el que todo es falso salvo alguna cosa. Nunca hay que renunciar al derecho de pataleo”.  

Donde mueren los payasos es un clavo. Hurga en lo que la democracia consiente sin pretender enseñar nada a nadie, porque da por hecho el descrédito completo de la política. No del Estado. Es una novela escrita para ser la banda sonora de la hecatombe de los gobiernos corruptos, capaces de hacer tambalear la estabilidad de un país. “La virtud de la señorita Constitución pasa a segundo plano cuando quien llama a la puerta es el señor Mercados”. Es un buen resumen sobre estos días. Sin embargo, es la palabra del escritor fuera de la novela; en ella él mismo descree de la función política de las fábulas. A pesar de lo que pueda parecer.  

Todo apunta a que habrá segunda parte, porque, como los payasos, a los políticos les cuesta desaparecer de la política en vida. “Depende del político. Los hay que no desaparecen de la política ni siquiera después de muertos. Son peores que zombis. Imagino que desaparecerían con mayor facilidad si tuvieran vergüenza, pero la vergüenza suele ser incompatible con la vida política”. 

“Estoy de acuerdo. Nunca me han gustado los payasos. No se puede confiar en ellos. Son los travestis de la política”. Es una conversación privada entre dos ministros. Están asustados. El Líder del partido L ha caído en popularidad y ahora el pueblo eleva a un payaso llamado Cucaracho a la categoría suprema. La reacción política ante la amenaza es la previsible: “Aplastarlo sí, como a una cucaracha”.