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Jutlandia, la gran batalla que cambió la historia de Europa para siempre
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Jutlandia, la gran batalla que cambió la historia de Europa para siempre

Se cumple un siglo desde uno de los enfrentamientos más recordados de la Gran Guerra, que sirvió para que en ambos bandos se pusiesen medallas. ¿Quién ganó de verdad?

Foto: El Seydlitz alemán, ardiendo durante la batalla de Jutland. (Imago/United Archives)
El Seydlitz alemán, ardiendo durante la batalla de Jutland. (Imago/United Archives)

Hace poco más de una semana, la tumba de Jack Cornwell, el “Niño Héroe”, fue declarada protegida por el gobierno británico, en conmemoración del primer centenario de la batalla de Jutlandia. Cornwell murió a los 16 años tras formar parte de la tripulación del HMS Chester, un crucero ligero inglés que fue arrasado por la armada alemana. Cuando el joven fue rescatado, el resto de la tripulación había muerto; algunos por efecto directo del armamento germano, otros desangrados al ser rebanados por la madera astillada de la cubierta. Cornwell aún esperaba órdenes de sus superiores, pero moriría apenas un par de días después, el 2 de junio de 1916, antes de que su madre pudiese despedirlo.

La batalla de Jutlandia es la gran confrontación naval de la I Guerra Mundial, en la que se enfrentaron la Flota de Alta Mar de la Marina Imperial Alemana y la Armada Real Británica durante 36 dolorosas horas, aunque la acción se concentrase en apenas cuatro. La costa occidental de Dinamarca fue testigo mudo de la muerte de alrededor de 8.500 hombres y el hundimiento de unas 25 embarcaciones: los ingleses perdieron 6.000 almas y 14 naves, por 2.500 hombres y nueve barcos de los alemanes. A pesar de los números, no está tan claro que los alemanes fuesen vencedores, y la disputa sobre el verdadero ganador de esta batalla aún pervive un siglo después de que cada uno de los bandos se intentase atribuir la victoria.

El objetivo de los alemanes era atacar la poderosa flota británica, considerada como la más potente del mundo, en condiciones desfavorables

Lo más probable es que el final de la Gran Guerra, que concluyó con la solicitud de un armisticio por parte de Alemania el 11 de noviembre de 1918, no hubiese sido igual si esta batalla no hubiese tenido lugar. Aunque hay que desconfiar de quien es parte interesada en un asunto, es muy probable que, como asegura 'The Telegraph' en un reportaje conmemorativo, la Flota de Alta Mar germana quedase prácticamente inutilizada –desde ese momento se vio obligada a recurrir a la guerra submarina– y el plan inicial del vicealmirante Reinhard Scheer de asestar un golpe irreversible a la Armada británica fracasase.

Una luz en el horizonte

La campaña del mar del Norte se extendió a lo largo de toda la confrontación, pero tuvo uno de sus momentos críticos en Jutlandia. Debido a la superioridad británica, el objetivo de la Armada alemana, manifestado por el propio Scheer, era “dañar la Flota Inglesa por medio de ataques rápidos contra las fuerzas navales ocupadas de vigilar y bloquear la bahía alemana, así como depositar minas en la costa y atacar con submarinos siempre que fuera posible”. Básicamente, el objetivo de los alemanes aquella noche de finales de mayo era atacar la poderosa flota británica, considerada como la más potente del mundo, en condiciones desfavorables para diezmarla.

Los números cantaban: la flota alemana tan solo tenía 18 acorazados frente a los 33 de los ingleses. Esta disparidad en la carrera armamentística, no obstante, tiene una interesante lectura matemática, como se desarrolla en un artículo publicado en 'The Conversation': se trata de las leyes de Lanchester (en honor al ingeniero y polímata inglés Frederick Lanchester) que modelizaban los choques entre fuerzas armadas para predecir las bajas y el poder de fuego; sus teorías empujaron a que los ingleses, animados por el almirante John Jellicoe, construyesen menos embarcaciones pero más potentes, siempre y cuando la armada luchase junta, sin dividirse, y con todos los cañones funcionando. En las ecuaciones de Lanchester, no importa el número de naves, sino la superficie que cubren.

Fueron los alemanes quienes, sufriendo el bloqueo inglés, decidieron dar el primer paso. Su objetivo era utilizar los cruceros de batalla del vicealmirante Franz von Hipper como cebo para atraer a la escuadra de sir David Beatty, un movimiento apoyado por submarinos situados por el lugar por el que pasaría la flota inglesa. Pero no contaban con que los británicos, gracias al equipo Room 40, llevaban tiempo interceptando órdenes alemanas, entre las que se encontraba una del 28 de mayo que ordenaba a la armada alemana a salir a alta mar el día 30. En definitiva, los ingleses eran conscientes de que se estaba produciendo un gran movimiento de barcos germanos, lo que facilitó que el almirante Jellicoe se reuniese con Beatty mientras los submarinos alemanes aún no estaban listos.

A las 15:45 del 31 de mayo de 1916, la flota de cruceros de batalla de Hipper abrió fuego contra los barcos de Beatty, aprovechando la posición del sol

Nada menos que 24 acorazados y tres cruceros de batalla ingleses partieron desde el fondeadero escocés de Scapa Flow hasta el estrecho de Skagerrak, donde Jellicoe y Beatty esperarían a los alemanes. Estos, por su parte, habían retrasado la operación ante el mal tiempo, que los ponía en una desventaja aún mayor. Sin embargo, los alemanes tenían a su favor varias ventajas: su blindaje antitorpedo era mejor, sus embarcaciones estaban preparadas para moverse de manera más rápida, amén de otros avances de ingeniería como la separación entre los cañones y al almacenamiento de la munición. Finalmente, ambas flotas se encontrarían en el mar del Norte, donde el 31 de mayo comenzaría uno de los enfrentamientos más cruentos de la guerra.

Muerte en las aguas

A las 15:45 del 31 de mayo de 1916, la flota de cruceros de batalla de Hipper abrió fuego contra los barcos de Beatty, aprovechando la ventajosa posición del sol. El HMS fue alcanzado por el SMS Lützow, y apenas un par de minutos después, el HMS Indefatigable explotaba, junto a sus 1.015 hombres a bordo. El arranque de la contienda fue letal para el bando inglés: menos de media hora después, el Queen Mary hacía lo propio causando la baja de 1.258 vidas. Sin embargo, contaban ya con la ayuda de los acorazados de Evan Thomas, que lograron alcanzar al Von Der Tann. Poco después, Beatty decide dar la vuelta, ante la llegada de la Hochseeflotte del almirante Scheer, con la intención de atraer a la flota alemana hacia los barcos de Jellicoe. Este no era consciente de la amenaza a la que se enfrentaba, ya que tuvo que preguntar por banderas dónde se encontraba el enemigo.

Algo menos de dos horas después, con la armada de Jellicoe por fin en fila, la posición que más rédito les permitía sacar en su superioridad numérica, comenzaría el contraataque inglés, no sin sumar algunas bajas más, como las del HMS Invincible (el primer crucero de batalla del mundo), con 1.020 hombres a bordo. Si hay que morir, pensaron los alemanes, morirían matando. El esfuerzo, no obstante, daría sus resultados, y alrededor de las siete y cuarto, todas las embarcaciones alemanas menos una habían sido dañadas. Poco a poco, los alemanes comenzarían a perder terreno, viendo cómo barcos como el SMS Frauenlob (320 hombres a bordo) eran hundidos.

A partir de ese momento, Scheer intentaría volver como fuese a Wilhelmshaven después de dar la orden de retirada. Lo hicieron con pasmosa velocidad, pero también con un movimiento estratégico que pasaría a la historia militar: la conocida como “cabalgata de la muerte”, que llevó a cuatro barcos alemanes (Deerfflinger, Moltke, Seydlitz y Von der Tann) a lanzarse contra la Gran Armada Inglesa para concentrar en ellos todo el fuego y permitir la huida del resto de la flota.

La campaña de submarinos llevada a cabo por Alemania, contraviniendo las Convenciones de La Haya, terminó llevando a la guerra a Estados Unidos

Hay que reconocer la habilidad de Scheer para salvar los restos de su flota aun cuando podía haber sido completamente aniquilada. Consiguió maniobrar y zafarse de las naves británicas antes de la llegada del amanecer, que era como firmar su sentencia de muerte. Como ocurre en las elecciones, ambos podían afirmar que habían ganado: no se produjo ninguno de los escenarios ideales para ninguno de los bandos, la flota del enemigo fue ligeramente dañada y, puestos a hacer recuento, la cosa podría haber salido un poco peor. Sin embargo, eso no quiere decir que la batalla no influyese en la guerra. Más allá del replanteamiento de su estrategia naval, la campaña de submarinos llevada a cabo por Alemania, contraviniendo las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907, terminó llevando (en parte) a la guerra a Estados Unidos, lo que terminaría desequilibrando la balanza. Eso, y un tratado de comercio con los Aliados. Donde hay guerra, suele haber dinero.

Hace poco más de una semana, la tumba de Jack Cornwell, el “Niño Héroe”, fue declarada protegida por el gobierno británico, en conmemoración del primer centenario de la batalla de Jutlandia. Cornwell murió a los 16 años tras formar parte de la tripulación del HMS Chester, un crucero ligero inglés que fue arrasado por la armada alemana. Cuando el joven fue rescatado, el resto de la tripulación había muerto; algunos por efecto directo del armamento germano, otros desangrados al ser rebanados por la madera astillada de la cubierta. Cornwell aún esperaba órdenes de sus superiores, pero moriría apenas un par de días después, el 2 de junio de 1916, antes de que su madre pudiese despedirlo.

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