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Los progres, "esa versión 'trendy' de las beatas meapilas"
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A FONDO: ESTEREOTIPOS DE LAS DOS ESPAÑAS II

Los progres, "esa versión 'trendy' de las beatas meapilas"

(Esta es la segunda parte del reportaje sobre Los estereotipos de las dos Españas, cuya primera entrega, sobre los conservadores, se publicó ayer)Ah, los progres, esa

Foto: Los progres, "esa versión 'trendy' de las beatas meapilas"
Los progres, "esa versión 'trendy' de las beatas meapilas"

(Esta es la segunda parte del reportaje sobre Los estereotipos de las dos Españas, cuya primera entrega, sobre los conservadores, se publicó ayer)

Ah, los progres, esa clase de gente que no solamente sabe de todo, sino que además exhibe al hablar un inquebrantable aire de superioridad moral. Los progres, o como dice Álvaro, un ingeniero en la cuarentena, “esa versión moderna de las beatas meapilas de pueblo de los años 60, con ropa más trendy, pañuelo palestino y gafas de pasta”, son un punto nodal de nuestra sociedad por su tendencia a imprimir a las discusiones el sello definitivo sobre lo que es bueno o malo. Y llevan haciéndolo mucho tiempo, asegura Juan Carlos Jiménez, profesor de sociología de la Universidad San Pablo CEU, porque les funciona como arma política.

Hay cosas de los progres que les hacen rápidamente reconocibles, como su hipocresía. Como afirma Alberto, amigo de Álvaro, “suelen actuar de forma radicalmente opuesta a lo que pregonan: por ejemplo, son capaces de argumentar durante horas sobre lo positivo, humanitario y socialmente justo de subir los tipos impositivos a los ricos, para, de repente, atender la llamada telefónica de su gestor de activos de banca privada y decidir cómo invertir para minimizar su tributación en este ejercicio”. También les gusta teorizar, y analizan lo que sea, pero resultan escasamente pragmáticos. Tienen tiempo libre: mientras los demás trabajan, ellos se dedican a hacer teorías, y bastantes de ellos, incluso consiguen vivir de su verborrea. Por ejemplo, en la universidad, escribiendo libros, o como firma de los medios de comunicación.

Los progres creen que lo que ellos piensan es lo moralmente correctoEl progre no cae bien, ni siquiera entre aquellos que teóricamente le deberían ver con buenos ojos. Sus amigos perroflautas, esos a los que a menudo ensalza, también le miran con desprecio. Les molesta mucho que el progre tenga teorías y piense que lleva razón (algo intolerable: con esa actitud reduce la necesaria pluralidad de los hechos a una innecesaria y fascista unidad) y creen que es un farsante y que debajo de esa máscara de tolerancia siguen estando presentes los habituales prejuicios del hombre blanco de clase media, que odia a los inmigrantes, a los gais y a las minorías genéricamente consideradas.

En fin, el progre, ese tipo que es majete hasta que se queda sin argumentos y entonces “llama facha a su oponente”, según José Luis, un profesional en la treintena, es alguien que “sufre de una peligrosa tendencia a pensar con el corazón, y que tiene una nula capacidad de abstracción en general y muy en particular de las consecuencias económicas a medio y largo plazo de las decisiones políticas que proponen, todo ello aderezado de un fanatismo que les lleva a despreciar a quienes no opinan igual, producto de creer que lo que ellos 'piensan' es lo moralmente correcto, aunque no proceda de razonamiento alguno, dado que sus opiniones están más vinculadas a la visceralidad que a la razón”.

Pero lo que dice José Luis, al igual que lo que afirman Álvaro y Alberto, no son otra cosa que lugares comunes que todos quienes critican a los progres entienden a la primera, un conjunto de estereotipos  sobre los progresistas que los connaisseurs utilizan como argumentario. Porque hablamos de estereotipos, esto es, como explica Jordi Rodríguez Virgili, profesor de la Universidad de Navarra, “de atajos cognitivos que permiten describir de forma rápida y sintética un mundo complejo”. Son modos de acceder a una realidad muy amplia a través de su reducción a un mínimo común denominador, lo que es particularmente útil cuando se quiere que un mensaje cale. “En un entorno de muchos inputs como el nuestro, en el que prima la economía de la atención”, explica Rodríguez Virgili, “quien consigue estereotipar tiene mucho ganado porque establece un frame (un marco)  a través del cual se entiende esa realidad. El problema es que tales estereotipos son siempre generalizaciones, que a veces dibujan los hechos con trazos muy gruesos y a veces simplemente no son ciertos. Pero, a pesar de ello, si el frame está bien establecido, van a funcionar estupendamente”.

Además, su utilización presenta una ventaja añadida, explica Fermín Bouza, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, porque permite que salgan a relucir esos elementos identitarios siempre presentes en la política. “Hay un interés por identificarse y diferenciarse, que en momentos como estos se multiplica. Todo se radicaliza, con lo que se termina por regresar donde se ha sido feliz en términos ideológicos. La cabra tira al monte, y en periodos críticos más, con lo que el empleo de estos estereotipos que nos definen o definen a los otros se hace mucho más frecuente”.

El estereotipo funciona en todas las parcelas

El problema es que estas visiones simplificadas de la realidad impregnan el discurso público. Las discusiones en tertulias, diarios y foros se articulan con más habitualidad de la recomendable a partir de reduccionismos ideológicos. La división política entre izquierda y derecha se alimenta a partir de demasiados lugares comunes, señala Juan Carlos Jiménez, que nos llevan a malentender la realidad. “Hay ideas preconcebidas, como que si eres de derechas tienes que ser un hombre de orden, católico, contrario al matrimonio homosexual, al que le gusta ir a las procesiones y que viste de una manera determinada. Y, por supuesto, eso es así a veces y otras no. Pero los clichés funcionan, y lo preocupante no es tanto que calen en la gente, como que lo hagan entre aquellos a los que se les debe exigir un nivel de conocimiento de la realidad política”.

Y esos clichés, ese montón de estereotipos que suelen aparecer en las discusiones pueden resumirse en los siguientes. Si eres progre:

  • Culpas a los ricos, te metes con los banqueros y odias a los empresarios. Pero tienes dinero que te permite vivir de la sopa boba, ya sea de familia o porque se lo chupas al Estado o a las comunidades autónomas.
  • Si eres mujer, eres fea y no te depilas. Cuando son ministras, suelen vestir con carísima ropa de marca, pero hasta que llegan ahí… Eso sí, siempre están con el rollo ese de que si las mujeres mandaran, todo sería mejor en el mundo y de que lo que las empresas necesitan es tener más mujeres en los consejos de administración.
  • Te encanta la memoria histórica. Aprovechas cualquier excusa para volver al pasado y recordar la dictadura. Todos los que no son tú, son franquistas.
  • Si te ponen al frente de algo, lo hundes. Como no sabes más que de ideología y no tienes ni idea de lo que es pragmatismo, acabas llevando lo que gestionas al desastre. En ese sentido, todos los progres son Zapatero.
  • El diálogo lo es todo. Si eres progre, tu solución siempre será el diálogo. Salvo cuando estés en el poder, que entonces harás lo que quieras y echarás la culpa a los otros. Si eres perroflauta, querrás dialogar, pero digitalmente. Y cuando alguien se oponga a lo que dices, chillarás que te están censurando.
  • Te molan los artistas combativos como Willy Toledo, los Bardem, Bebe, Manu Chao, Candela Peña, que lo mismo sirven para protestar contra la nueva ley del aborto que para decir que se van a vivir a Cuba. Eso sí, tú no te irías a Cuba o a Venezuela ni loco.
  • Crees que Aznar está detrás de todo. En realidad, todas las personas de derechas son una panda de retrógrados fachas. Si rascas debajo de cualquier conservador aparece Jose Mari.
  • No te gusta la palabra España, pero sí utilizas Cataluña o Euskadi. Crees que el Estado centralista oprime a las nacionalidades históricas que no encuentren un acomodo adecuado entre esa panda de nacionalistas madrileños que siempre están con banderita española.
  • Defiendes a los gais. Tienes amigos gais. Te encanta que se casen. Pero te gusta más aún cuando la iglesia se enfada y puedes acusar a los católicos de retrógrados.
  • Eres un pseudo intelectual. Se te llena la boca de nombres y de teorías, y pareces saberlo todo, pero en realidad eres un cantamañanas que no tiene ni idea.
  • Te gusta utilizar Twitter para demostrar a los demás lo tontos que son.

(Esta es la segunda parte del reportaje sobre Los estereotipos de las dos Españas, cuya primera entrega, sobre los conservadores, se publicó ayer)