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¿Qué hace durar los amores de verano para siempre?
  1. Alma, Corazón, Vida
DEL ROMANCE PASAJERO A LA RELACIÓN ESTABLE

¿Qué hace durar los amores de verano para siempre?

Se acaba el verano, y con él, el relax, la playa, las bebidas espirituosas y las noches interminables. La vuelta a la vida diaria marca también

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¿Qué hace durar los amores de verano para siempre?

Se acaba el verano, y con él, el relax, la playa, las bebidas espirituosas y las noches interminables. La vuelta a la vida diaria marca también un cambio de hábitos y el retorno del estrés y las obligaciones familiares, por lo que aquellas parejas que se formaron durante la apacible ociosidad del verano y que pudieron ser felices en ese contexto relajado, quizá no funcionen en otro donde las presiones son mayores y la realidad impone su yugo. Este es uno de los grandes retos del retorno a la normalidad que plantea cada final de agosto.

¿Es posible prever si los amores de verano durarán en otoño, es decir, si es posible anticipar el fracaso o éxito de una relación? Quizá esta sea una de las grandes preguntas que se han planteado los investigadores en las relaciones personales, que han ofrecido respuestas para todos los gustos, desde las que se fijan en las actitudes de la pareja a las que se detienen en el lenguaje empleado pasando por las que directamente recurren al análisis del ADN para averiguarlo.

Las razones que nos llevan a iniciar una relación no son las mismas que garantizan su futuroComo señala Arthur Aron de la Universidad Stony Brook en La participación compartida de las parejas en nuevas actividades, hay que diferenciar entre las motivaciones que dan arranque a una relación amorosa y las que hacen que esta que se mantenga después de un tiempo, una vez que las primeras han desaparecido. Aron recuerda que la “ansiedad del afecto” consustancial a los seres humanos nos lleva a valorar positivamente cualquier relación de pareja, ya que da respuesta a las necesidades habituales de comprensión, afecto y aceptación por parte de los demás. Tan sólo cuando estas exigencias dejan paso a otras diferentes (compartir actividades, plantear objetivos comunes y el desarrollo de una mayor intimidad y complicidad) se puede decir que la relación es algo más que un amor pasajero.

Mirando hacia el futuro (lejano)

Uno de los investigadores que ha creado escuela en este campo es John Mordechai Gottman, profesor emérito de psicología de la Universidad de Washington que es considerado en su país como el gran analista de las relaciones de pareja, a pesar de que sus ideas no se encuentren exentas de polémica (como ocurre con el duro artículo publicado por Richard E. Heyman con el nombre El peligro de predecir el divorcio sin una validación cruzada). Gottman, autor de best-sellers como Siete reglas de oro para vivir en pareja: un estudio sobre las relaciones y la convivencia (DeBolsillo), es considerado el “gran consejero matrimonial de América” y defiende que su porcentaje de acierto se encuentra entre el 80 y el 85%.

Los niños taciturnos se divorcian con más frecuencia cuando son adultosEn un estudio realizado en 1998, Gottman intentó averiguar qué parejas recién casadas se mantendrían juntas y cuáles se divorciarían entre cuatro y seis años después. Según la teoría general del barbudo psicólogo, existen cuatro actitudes negativas que se repetían en aquellas parejas que no consiguieron mantenerse después de todo ese tiempo. En primer lugar, la crítica continua hacia la pareja desde una posición de superioridad; en segundo lugar, mantener una posición continuamente defensiva; también, la desaparición de las muestras de cariño y por último, la imposibilidad de manejar conjuntamente los problemas de la relación.

La importancia del lenguaje

Todas estas características aluden a problemas que suelen aparecer en momentos tardíos de la relación: es poco probable que una pareja que se acaba de formar se critique mutuamente de manera continua –y si es así, quizá no debamos apostar de manera muy fuerte por su estabilidad futura–, así que, ¿de qué otra manera se puede averiguar las posibilidades de éxito de la misma?

Un estudio realizado el pasado año por James Pennebaker y Molly Ireland de la Universidad de Texas, en Austin, mantiene que es posible averiguar el futuro de la pareja a través del lenguaje empleado por los recién enamorados. Es concretamente en los artículos, adverbios y complementos verbales donde se encuentra la clave, por extraño que pueda parecer. Es decir, son palabras como “el”, “la”, “un”, “este”, “mucho” y otras fórmulas semejantes, como son los deícticos, son las que marcan la diferencia: aquellos que comparten un uso semejante de las mismas son los que están destinados a ser más felices juntos.

Las parejas divorciadas tenían un nivel hormonal más altoEl primer estudio realizado por Pennebaker y Ireland juntó a parejas que no se conocían y se les pidió que mantuviesen una breve conversación sobre temas que no tenían ninguna relación con la vida en pareja, como su lugar de procedencia o el instituto en el que habían estudiado. Pues bien, aquellos que se expresaban de una manera semejante tenían una probabilidad cuatro veces mayor de querer reencontrarse en el futuro que las que no lo hacían. Lo mismo ocurrió cuando los investigadores de Austin trasladaron el experimento al lenguaje escrito: el 80% de las parejas que se expresaban de manera semejante seguían viéndose tres meses después, y tan sólo el 54% de las que utilizaban palabras distintas lo hacían pasado ese tiempo. Un curioso descubrimiento que recuerda, como señala Pennebaker, que “este tipo de expresiones son altamente sociales y requieren de habilidades muy concretas”. Es decir, pueden marcar la diferencia entre un malentendido y la comprensión necesaria para mantener una relación sana.

Sonrisas y hormonas

Otro estudio curioso en este sentido es el planteado por Matthew Hertenstein de la Universidad DePauw en Indiana, aunque no se refiera específicamente a la compatibilidad de una pareja, sino a la posibilidad que una persona en concreto tiene de divorciarse. El investigador utilizó para su análisis las fotografías de un grupo de ancianos formado por algunos que se habían divorciado y otros que habían permanecido toda su vida con la misma persona. Según Hertenstein, aquellas personas que aparecían sonriendo en las fotografías de su infancia apenas se habían divorciado (sólo un 11% de los encuestados lo había hecho), y por el contrario, los niños más taciturnos se divorciaron de manera mucho más frecuente: hasta un 31% de ellos lo había hecho. La razón aducida por el investigador es que “quizá sonreír sea el signo de una predisposición más positiva hacia la vida”, o que “sea esta sonrisa lo que atraiga a los demás”.

Por último, Janice Kiecolt-Glaser de la Universidad de Ohio encabezó un estudio centrado en lo puramente biológico, y descubrió que los niveles de hormonas de una persona son buenos predictores para averiguar el futuro de una relación. La investigación se centró en concreto en noventa parejas recién casadas, cuyos niveles hormonales de adrenalina, norepinefrina, ACTH y cortisol, relacionados con los comportamientos conflictivos, el estrés y las situaciones de confrontación, se revisaron diez años más tarde cuando muchas de ellas se habían separado. Pues bien, aquellas parejas que se habían divorciado después de ese período de tiempo eran aquellas que presentaban niveles más altos de estas hormonas en los momentos de tensión: la epinefrina se disparaba un 34% más durante una discusión, por ejemplo. Dicho de otra manera, los más nerviosos son los que están más inclinados a terminar mal. Aunque si la relación acaba de empezar, esperemos que falte mucho para este momento.

Se acaba el verano, y con él, el relax, la playa, las bebidas espirituosas y las noches interminables. La vuelta a la vida diaria marca también un cambio de hábitos y el retorno del estrés y las obligaciones familiares, por lo que aquellas parejas que se formaron durante la apacible ociosidad del verano y que pudieron ser felices en ese contexto relajado, quizá no funcionen en otro donde las presiones son mayores y la realidad impone su yugo. Este es uno de los grandes retos del retorno a la normalidad que plantea cada final de agosto.