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Una estadounidense da el 'Sí, quiero' a una empresa
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"LAS FIRMAS MERCANTILES SON PERSONAS"

Una estadounidense da el 'Sí, quiero' a una empresa

El ordenamiento normativo en el terreno empresarial ha evolucionado hasta el punto de transfigurar a las empresas en personas jurídicas, ostentando así derechos propios de los

Foto: Una estadounidense da el 'Sí, quiero' a una empresa
Una estadounidense da el 'Sí, quiero' a una empresa

El ordenamiento normativo en el terreno empresarial ha evolucionado hasta el punto de transfigurar a las empresas en personas jurídicas, ostentando así derechos propios de los seres humanos. Esta personificación, por la cual se diluyen las diferencias jurídicas entre las corporaciones y los individuos, tuvo su interpretación más retorcida hace unos días cuando se consumó en Seattle la primera boda entre una mujer… ¡y su amada empresa! El enlace matrimonial entre Angela Vogel y su marido, Corporate Person, se produjo con total normalidad ante unos cuarenta testigos en una ceremonia que ofició el pastor metodista Rich Lang.

A pesar de que se trata del primer enlace de estas características, la opinión pública norteamericana ha mostrado su cara más comprensiva y ha aceptado sin escandalizarse, aunque sí con cierta confusión, un paso histórico en la personificación empresarial que la prensa ha resumido como ”una boda moderna”.

El eslogan de la campaña republicana

A esta ecuanimidad ha contribuido a buen seguro uno de los mensajes más repetidos en la maratoniana carrera a la Casa Blanca del líder republicano Mitt Romney: “Las empresas son personas”. Por si alguno de los votantes norteamericanos no se había acabado de convencer de esta máxima, el jefe de prensa del candidato presidencial, Eric Fehrnstrom, matizó en Twitter las palabras de su jefe para acabar de convencer a los más escépticos: “¿La gente todavía piensa que las empresas son edificios? Son personas dentro del mundo de los negocios que contratan a otras personas y crean empleo”.La ceremonia fue oficiada por el pastor metodista Rich Lang

En los últimos años, la legislación –o más bien la ausencia de ella– ha convertido a las empresas en sujetos con capacidad para adquirir y poseer bienes de todas clases, para contraer obligaciones, ejercitar acciones judiciales o, como ha quedado patente ahora, para casarse. Una deriva que ya habían anticipado numerosos intelectuales, como el escritor y profesor de Derecho en la University of British Columbia, Jöel Bakan. En una entrevista concedida recientemente a El Confidencial, el canadiense lamentaba que los valores comerciales y los intereses privados se han elevado por encima de los valores humanos y los intereses públicos”.

Capitalismo corporativista

Una postura que Bakan explica pormenorizadamente en el documental The Corporation a través del análisis de las conductas sociales de las empresas, utilizando criterios psiquiátricos para ello. Su conclusión es que existe un paralelismo entre la conducta de las organizaciones con ánimo de lucro y el comportamiento de un psicópata. Se trata pues de un nuevo modelo socioeconómico que el autor canadiense describe, con un tono fatalista, como “capitalismo corporativista”.

Por supuesto que la felizmente casada Vogel no se siente amenazada por las psicopatías que Bakan atribuye a las corporaciones, como que desprecian los sentimientos de otras personas o son incapaces de mantener las relaciones duraderas. Su única preocupación en estos momentos es el cambio de criterio de las autoridades del condado de King donde se casó, que al día siguiente de dar su consentimiento al matrimonio, revocaron su decisión. “El enlace ha sido anulado porque mi ‘pareja’ aún no tenía la edad mínima para casarse”, matiza Vogel.La Administración canceló el enlace matrimonial al día siguiente de firmarse su consentimiento

Cameron Satterfield, un portavoz del Department of Executive Services (encargado de enviar los contratos matrimoniales al Department of Health para su validación) explicó que todo había sido un error por su parte y que definitivamente el enlace había sido anulado porque “una de las partes sólo tenía un mes y medio de vida, por lo que le reembolsaremos los 64 euros de las costas de expedición de los papeles a la interesada".

¿Una amenaza para el principio de la separación de poderes?

Así, de un día para otro, Vogel ha retornado a la soltería dejando de ser la señora de Corporate Person. Sin embargo, este cambio de opinión no le ha afectado demasiado, pues resulta que todo se trataba de una performance, muy seria eso sí, para denunciar precisamente el creciente poder adquirido por las corporaciones. De hecho, Vogel es una activista que forma parte del grupo promotor de la Initiative 103: Rights Are For People, con la que se pretende presionar a la administración estatal de Washington para introducir un cambio estatutario que anteponga los derechos de las personas a los de las empresas, después de que una sentencia judicial diese luz verde a la colaboración económica en los procesos electorales de estas entidades jurídicas, alegando para ello su derecho a la libertad de expresión. Un reconocimiento, explican los impulsores de la iniciativa 103, que sólo debe pertenecer a los individuos.

“La población de Seattle tiene derecho a celebrar unas elecciones justas, lo que debería incluir el derecho a un proceso electoral libre de la influencia corporativa”, según reza el primer punto de la cuarta sección del borrador de la iniciativa. Una declaración que parte de la tesis de que el concepto tradicional de separación de poderes ha quedado desfasado, al entender que un nuevo poder, el ejercido por las corporaciones, se sostiene gracias a sus fuertes vínculos con el poder ejecutivo. La iniciativa 103 promueve que los derechos de las personas estén por encima de los derechos de las empresasPor tanto, exigen una revisión del principio político de la separación de poderes que “restaure un sistema equilibrado y democrático” decretando la independencia total entre el poder legislativo y el poder corporativo, pues entienden que pone en peligro las bases constitucionales de EEUU.

Hay que reconocer la capacidad de estos activistas para llamar la atención sobre su causa, que pretenden extender a todo el territorio estadounidense porque, dicen, “las empresas tienen una gran capacidad para comprar voluntades políticas consiguiendo así dictar las leyes y llevar a su terreno las grandes cuestiones de interés nacional”. Las formas de denuncia han cambiado, aunque beben de las fuentes del esperpéntico humor situacionista, pero el fondo sigue siendo el mismo.

El ordenamiento normativo en el terreno empresarial ha evolucionado hasta el punto de transfigurar a las empresas en personas jurídicas, ostentando así derechos propios de los seres humanos. Esta personificación, por la cual se diluyen las diferencias jurídicas entre las corporaciones y los individuos, tuvo su interpretación más retorcida hace unos días cuando se consumó en Seattle la primera boda entre una mujer… ¡y su amada empresa! El enlace matrimonial entre Angela Vogel y su marido, Corporate Person, se produjo con total normalidad ante unos cuarenta testigos en una ceremonia que ofició el pastor metodista Rich Lang.