No pidas vino en una comida de negocios, te hará parecer estúpido

¿Qué debemos tomar en una comida de negocios o una entrevista de trabajo? Según un reciente estudio, cualquier bebida que no tenga alcohol, pues el simple hecho de tener entre manos una copa de vino o una jarra de cerveza hace que parezcamos menos inteligentes de lo que somos. Los investigadores Scott I. Rick y Maurice E. Schweitzer, de las universidades de Michigan y Pennsylvania respectivamente, han bautizado esta percepción como el imbibing idiot bias (algo así como “el prejuicio del bebedor idiota”).

Según el estudio, publicado en el Journal of Consumer Psychology, tener entre manos una bebida alcohólica hace que la gente instintivamente nos perciba como alguien menos inteligente que si estuviéramos bebiendo cualquier otra cosa, algo que puede ser especialmente relevante en entornos empresariales y que, además, choca con la creencia popular de la gente. No se trata de un juicio moral. De hecho, en las comidas de negocios o las entrevistas de trabajo parece más inteligente pedir un vino, pero la percepción que, inconscientemente, van a tener nuestros compañeros de mesa va a ser que la persona es más tonta si pide alcohol que si toma otra bebida. 

Tres experimentos entre 1.300 personas

En la primera prueba, un grupo de hombres y mujeres tenían que puntuar la inteligencia de una persona, a través de una fotografía en la que el mismo individuo aparecía bebiendo agua, vino o cerveza. Los resultados mostraban cómo la persona era percibida como menos inteligente, y de forma significativa, en las imágenes en las que aparecía tomando alcohol.

En otra prueba se pedía a las personas que calificaran los argumentos de un orador mientras sostenía una cerveza o un refresco. Cuando el conferenciante sostenía una cerveza los participantes le calificaron como menos inteligente, y sus argumentos fueron percibidos como menos persuasivos.

En un tercer experimento, 300 directivos realizaron entrevistas de trabajo en el trascurso de una cena. Los camareros ofrecían a los candidatos una copa de vino o un refresco. Como era de esperar tras los anteriores experimentos, los directivos valoraron mejor a los candidatos que no eligieron el vino.