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"¿Que nuestro matrimonio no funcionaba? Pero si me fuiste infiel con un rapero"
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HASTA LOS BILLONARIOS ROMPEN EN PÚBLICO

"¿Que nuestro matrimonio no funcionaba? Pero si me fuiste infiel con un rapero"

Hubo un tiempo en el que los asuntos matrimoniales se discutían de puertas adentro y ni los hijos ni los padres se enteraban de los problemas

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"¿Que nuestro matrimonio no funcionaba? Pero si me fuiste infiel con un rapero"

Hubo un tiempo en el que los asuntos matrimoniales se discutían de puertas adentro y ni los hijos ni los padres se enteraban de los problemas de pareja hasta que la ruptura era inminente. El matrimonio permanecía así circunscrito a la esfera de lo privado. En los últimos tiempos esta tendencia está cambiando, como refleja el caso de Kate Rothschild y Ben Goldsmith, dos de las mayores fortunas británicas, que rompieron la privacidad de su relación lanzándose duras acusaciones en Twitter. Ambos se desacreditaron y ridiculizaron mutuamente hasta el punto de que Goldsmith enlazó un comunicado acusando a su mujer de haberle sido infiel con el rapero estadounidense Jay Electronica (nombre artístico de Timothy Thedford). Su mujer, consciente de la expectación generada por sus seguidores en la red social, defendió su condición de madre y esposa: “Nuestro matrimonio no iba bien desde hace unos años y ninguno de vosotros tiene idea de lo que pasé junto a mi marido”.

Las críticas continuaron subiendo de tono y Ben se mofó de su mujer por haber contratado un nuevo gabinete especializado en cuidar la imagen: “Un poco tarde, sin duda. ¿Por qué no se centra en el sufrimiento que está causando a nuestros hijos”. Al día siguiente volvió a cargar las tintas calificando de “atroz” la decisión de su esposa de denunciarlo a la policía. Los agentes habían visitado su casa por un presunto caso de malos tratos. Sus tres hijos de cuatro, siete y ochos años, todavía demasiado pequeños para discernir las implicaciones de la polémica levantada por sus padres, serán los grandes perjudicados de la batalla cibernética librada por esta pareja de la alta sociedad británica.Si el despecho hacia la pareja se hace público el más perjudicado será el emisor

El especialista en terapia de pareja Raúl Padilla, del gabinete de psicólogos Psicantropía, apunta que “cuando una pareja se separa sin haber construido la ruptura, por ejemplo, por la aparición de terceras personas, el amor de la parte despechada se tiende a expresar con odio y agresividad, que no es sino otra cara del amor”. Al unir este despecho y redes sociales se produce un cóctel explosivo: “Si se publica algo de tanta relevancia como una ruptura o una pelea en una red social ya no hay marcha atrás, pues al convertirse en dominio público acaba volviendo al emisor de una u otra forma”.

Cuando la alta sociedad rompe el pacto de silencio

Los psicólogos reconocen que las redes sociales se prestan en gran medida a este tipo de disputas. Cuando se intenta ridiculizar a alguien, el objetivo es que se entere el mayor número de personas, por lo que “el proceso público de divulgación por internet es ideal para conseguir esa notoriedad y presencia social”, explica José Antonio Tamayo, del gabinete Activa Psicología y Formación. La utilización de estas redes no parece entender de clases sociales.

Para Padilla “cuando un matrimonio se rompe, a veces se produce un enfrentamiento entre sus miembros pensando en el daño que pueden hacer al otro, en lugar del beneficio propio que tendrían si la guerra acabara y se dedicaran a construir la paz, sobre todo cuando hay hijos de por medio. Las redes sociales como campo de batalla matrimonial pueden ser demoledoras ya que si la información es poder, los comentarios sobre intimidades y debilidades pueden destrozar emocionalmente a una persona”.

Tim Willis, reportero en el papel couché y biógrafo de Nigel Dempster, argumentaba que “cuando se discute en la red las personas parecen perder todo el sentido de la proporcionalidad. Es como cuando conduces, que puedes llegar a ser muy agresivo porque te sientes protegido por el vehículo. Las acusaciones fueron tan fuertes porque no estaban discutiendo cara a cara”.Los comentarios públicos sobre ciertas intimidades pueden destrozar emocionalmente a una persona

Algo debe estar cambiando en las sociedades contemporáneas cuando los protagonistas de este desencuentro en Twitter pertenecen a la respetable nobleza inglesa, cuyas fronteras entre la esfera pública y privada siempre estuvieron perfectamente delimitadas. Preservar una imagen intacta y defender el apellido fue una máxima en el pasado que alejaba a la nobleza de este tipo de escándalos. Incluso un reportero inglés de la prensa rosa lamentaba en una de sus columnas “cómo dos jóvenes de familias tan ilustres terminaron peleándose en público”.

Tradicionalmente, el silencio se imponía como norma y cuando algo era filtrado a la prensa se negaba sistemáticamente. Sin embargo, "publicitar la intimidad en las redes hace de la vida privada algo accesible a toda una comunidad, con todo lo que conlleva”, apunta Padilla. Asimismo, asegura que “se han producido muchos casos de conflictos en la pareja por la participación en las redes sociales y el acceso al perfil del otro”.

Una reputación dañada de por vida

Quizá se trate de una cuestión generacional, pero llama la atención el caso de Kate Rothschild y Ben Goldsmith, de 29 y 31 años, respectivamente. Desde el día después de su boda siguieron las pautas de sus antepasados y se mantuvieron alejados de los focos de la vida pública, más allá de los actos oficiales y compromisos institucionales. Sin embargo, la red de los 140 caracteres sacó a relucir sus instintos más bajos y les hizo romper el noble pacto de silencio y respeto mutuo. Las fronteras entre la vida privada y la pública siempre estuvieron perfectamente delimitadas antes de la irrupción de las redes sociales

El asunto provocó tal revuelo en el Reino Unido que provocó la intervención de los gestores de imagen de ambas familias. Estos trataron de cortar de raíz la polémica optando por emitir un comunicado conjunto en el que la pareja pedía disculpas por todo lo ocurrido en los últimos días. “Nos arrepentimos de lo ocurrido. Nuestras emociones y la de nuestros amigos estaban a flor de piel y en ese momento dijimos cosas en público que no debían haber traspasado lo privado. Asumimos nuestra entera responsabilidad”.

En la nota oficial también apelan a los intereses de sus hijos que, según aseguran, “son lo primero”. Un poco tarde para limpiar la reputación después de que el apellido de ambas familias haya sido ridiculizado y plasmado en la imborrable huella digital. Al menos Goldsmith parece haber aprendido la lección y se ha apartado de la polémica huyendo con sus tres hijos a un pequeño pueblo costero de Italia.

Hubo un tiempo en el que los asuntos matrimoniales se discutían de puertas adentro y ni los hijos ni los padres se enteraban de los problemas de pareja hasta que la ruptura era inminente. El matrimonio permanecía así circunscrito a la esfera de lo privado. En los últimos tiempos esta tendencia está cambiando, como refleja el caso de Kate Rothschild y Ben Goldsmith, dos de las mayores fortunas británicas, que rompieron la privacidad de su relación lanzándose duras acusaciones en Twitter. Ambos se desacreditaron y ridiculizaron mutuamente hasta el punto de que Goldsmith enlazó un comunicado acusando a su mujer de haberle sido infiel con el rapero estadounidense Jay Electronica (nombre artístico de Timothy Thedford). Su mujer, consciente de la expectación generada por sus seguidores en la red social, defendió su condición de madre y esposa: “Nuestro matrimonio no iba bien desde hace unos años y ninguno de vosotros tiene idea de lo que pasé junto a mi marido”.