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Así es la vida diaria en un país que ha sido intervenido
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"NO HE NOTADO NINGÚN CAMBIO DESDE ENTONCES"

Así es la vida diaria en un país que ha sido intervenido

A la luz de los últimos acontecimientos, la posibilidad de que España sea intervenida económica y políticamente está cada vez más cerca. La inestabilidad financiera acerca

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Así es la vida diaria en un país que ha sido intervenido

A la luz de los últimos acontecimientos, la posibilidad de que España sea intervenida económica y políticamente está cada vez más cerca. La inestabilidad financiera acerca al país al club de los rescatados, del que ya forman parte tres de los denominados PIIGS (Portugal, Italia, Grecia y, desde su rescate, también Irlanda). Una realidad de vértigo a la que acompaña un miedo generalizado entre la población, donde reina la incertidumbre ante un futuro repleto de dudas, pero ¿cómo ha afectado en el día a día de los habitantes de países ya intervenidos y en qué grado ha cambiado sus vidas?

“Personalmente no he notado ningún cambio en mi vida desde la intervención, tampoco a mi alrededor percibo una diferencia significativa con el estilo de vida que llevábamos desde que comenzó la crisis. Por lo general, se mantiene prácticamente el mismo ritmo de consumo y hacemos exactamente lo mismo, puede que no se salga tanto a cenar fuera o al cine, pero los centros comerciales siguen repletos los fines de semana”. Esta es la visión de Diogo Maltez, un joven profesor lisboeta de 28 años que rompe una lanza a favor de la intervención: “Antes de que nos interviniesen sabía que en Portugal no tenía ningún futuro, incluso busqué trabajo sin éxito en España, donde estudié la carrera, pero ahora lo he encontrado aquí y mis perspectivas de futuro, por lo menos a corto plazo, son bastante mejores”.

Distintos países, distintos efectos

Las exigencias y sacrificios que implica una intervención difieren según las características de cada país. Por ejemplo, en Grecia, “el consumo se ha reducido a la mínima expresión, sólo se compran productos alimenticios de primera necesidad y la economía de trueque está despegando. En medio de esta situación de subsistencia, la industria cultural casi ha desaparecido por completo”, explica Dimitra Katsara, una joven de 30 años residente en Tesalónica, donde ya se ha resignado a encontrar trabajo a pesar de sus dos licenciaturas y un máster realizado en España. “Para mí las cosas no están nada bien, pero todavía es peor si miras a tu alrededor”.En Irlanda los hábitos de consumo se mantienen, en Portugal han descendido ligeramente y en Grecia se han limitado a los alimentos básicos

Este desmedido freno del consumo en Grecia no se ha producido en otras latitudes como la irlandesa. Xurxo Alonso, un emigrante español que trabaja como sumiller en un restaurante de Galway desde marzo del 2010, explica que los efectos de la intervención en el sector de la restauración son imperceptibles. “La gente sigue yendo a cenar fuera y sigue saliendo de fiesta. En el restaurante para el que trabajo incluso ha aumentado la clientela y en los últimos meses han abierto otros cuatro en la misma calle”. La única diferencia apreciable, apunta, es que “la gente intenta gastar algo menos, como hemos percibido en las propinas –sobre un 20% menos– y en la carta de vinos y cavas, de la cual hemos tenido que quitar las botellas más caras e incluir una oferta más económica”.

John Cavanagh, dependiente de HMW en la ciudad de Galway, no ha notado ninguna variación en las ventas de su tienda desde la intervención económica del país, a pesar de que la firma está especializada en productos culturales, como música, cine y videojuegos. “Quizá porque nuestros precios son muy competitivos, pero en general el sector de la cultura apenas ha decaído”, exceptuando los músicos semiprofesionales, que ya no pueden sobrevivir como antes con simples actuaciones en los pubs. Sin embargo, reconoce que el pesimismo comienza a apoderarse de la población: “La tasa de desempleo continúa siendo muy alta y la tasa de emigración está en sus máximos históricos desde la época de las hambrunas”.

En Portugal, las industrias culturales no pasan sus mejores momentos, pero “por ejemplo, en lo que se refiere al cine, ya hacía tiempo que pasaba por una mala situación, por lo que no creo que se deba a la intervención”, explica Luís Henrique Oliveira, periodista de un medio nacional luso y residente en Viana do Castelo.

Definitivamente, todos más pobres

Si algún efecto negativo de las recetas impuestas tras la intervención ha tocado a todos los países por igual es la subida de los impuestos indirectos y, por tanto, del precio de los productos. En Portugal, “desde hace un año, todo es más caro en el supermercado, con un aumento de los precios que oscila del 5 al 10% debido a la inmediata subida del IVA. Con el tiempo, también ha aumentado brutalmente la electricidad y el gas, con una subida del IVA del 12 al 23%. Por otra parte, los funcionarios públicos vieron recortados sus salarios, primero en un 10%, luego en un 14% y ahora se han suprimido también las pagas extras”, explica Nelson Zagalo, profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidade do Minho.La subida de impuestos y de los precios junto a los recortes en el Estado de bienestar son elementos comunes a los países intervenidos

En Irlanda, el anuncio de la tasación del agua en los domicilios, donde se servía de manera gratuita, ha encolerizado a una buena parte de la población, pues para nada se trata de un recurso escaso en el país. Aunque lo que más protestas ha generado es el incremento en los precios de las matrículas universitarias, que está echando atrás a muchos jóvenes a la hora de continuar los estudios superiores, como indica Cavanagh.

Estos recortes del estado de bienestar tampoco han repercutido por igual en los países intervenidos, pero el miedo a perder ciertos servicios universales gratuitos sí que es un sentimiento común. Katsara tira la toalla y asume que “en la práctica ya se ha privatizado la sanidad y la educación porque ni se invierte ni se paga a los funcionarios”. Un desastre dice, cuyas peores consecuencias todavía están por llegar.

Para Oliveira, el recorte de salarios –tanto en el sector público como en el privado– unido al desmantelamiento de los servicios públicos en Portugal, es un cóctel explosivo y se pregunta qué ocurriría si no fuese por “el refuerzo de los lazos de solidaridad familiar y el apoyo de otras estructuras de asistencia social como Cáritas”.

Definitivamente, las intervenciones han tenido como consecuencia un inmediato empobrecimiento de la población, que Maltez describe como una situación temporal. “No es la primera vez que el país pasa por una crisis y siempre acabamos superándolas. Es verdad que Portugal es un país con tendencia a la depresión y la gente suele quejarse más de lo que realmente siente, pero no veo todo tan negro como se quiere pintar”.

¿Intervención económica o psicológica?

La psicosis social producida por la pérdida de la soberanía nacional actúa en sí misma como un obstáculo al desarrollo económico y al consumo. El miedo a perder el empleo o a no encontrarlo, a quedarse sin pensión o tener que pagar para ir al médico, retrae a los consumidores, que prefieren no incurrir en excesos “por lo que pueda pasar”. De hecho, la intervención económica, salvando las distancias entre países, parece tener más efectos psicológicos que económicos. Cavanagh lo resume así: “El efecto que los rescates han tenido sobre gran parte de la población irlandesa es hacerla sentir desamparada e indefensa, como si no hubiese nada que ellos pudiesen hacer. La mayoría sienten que su futuro ya no les pertenece”.Los efectos psicológicos de la intervención complican todavía más la recuperación económica

Para el profesor Zagalo, en Portugal se dan una serie de factores, como la subida del paro –del  11 al 15% en los dos últimos años–, que incrementan los temores de la población. “Es como si el país estuviese parado. Los efectos psicológicos son tremendos, la gente está desanimada, parecemos autómatas, sin vida y sin coraje. La desmotivación es total y la población está enfadada, pero al mismo tiempo resignada”. El elevado aumento del consumo de antidepresivos en el país luso es un triste reflejo de esta realidad.

Esta intervención psicológica todavía parece mucho más desalentadora en Grecia. “Mucha gente está empezando a suicidarse, estamos en medio de una terrible depresión nacional porque la gente no encuentra ninguna señal de motivación, más bien todo lo contrario”, lamenta Katsara. La total pérdida de confianza en los representantes políticos y la ineficacia de las traumáticas medidas adoptadas hasta la fecha son otro de los pilares del espantoso escenario griego. “Hay un terrorismo ideológico respecto a la salida de Grecia del euro que, en pocas palabras, dice que esta medida provocará que el cielo caiga sobre nuestras cabezas. Además, políticamente hay una polarización sin precedentes”, explica el economista y periodista griego, Leonidas Vatikiotis, asesor del documental Debtocracy.

Estos efectos emocionales de la intervención, entre los que reina el pesimismo, son quizá los más traumáticos, sin cuya superación la recuperación de estos países todavía se tornará mucho más complicada.

A la luz de los últimos acontecimientos, la posibilidad de que España sea intervenida económica y políticamente está cada vez más cerca. La inestabilidad financiera acerca al país al club de los rescatados, del que ya forman parte tres de los denominados PIIGS (Portugal, Italia, Grecia y, desde su rescate, también Irlanda). Una realidad de vértigo a la que acompaña un miedo generalizado entre la población, donde reina la incertidumbre ante un futuro repleto de dudas, pero ¿cómo ha afectado en el día a día de los habitantes de países ya intervenidos y en qué grado ha cambiado sus vidas?