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Mallas y deportivas contra la depresión
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LOS SECRETOS DEL EFECTO ANTIDEPRESIVO DEL EJERCICIO FÍSICO

Mallas y deportivas contra la depresión

Desde el clásico “Mens Sana in corpore sano” de Juvenal, durante más de veinte siglos ha sido un hecho común recurrir a las bondades del ejercicio

Desde el clásico “Mens Sana in corpore sano” de Juvenal, durante más de veinte siglos ha sido un hecho común recurrir a las bondades del ejercicio físico como una forma de alertarnos contra una vida crecientemente sedentaria. Sin embargo, más allá de la experiencia personal de quienes practicaban ejercicio físico regularmente, hasta hace muy poco no hemos conocido qué cambios se operan en nuestro cerebro para explicar la mejoría anímica e intelectual permanente que se asocia a la práctica de un ejercicio físico adecuado.

Inicialmente, los primeros estudios que arrojaron resultados fueron realizados en roedores. En ellos se demostró que cuando se hace correr a una rata de laboratorio en una cinta andadora de forma regular se produce un cambio en una región cerebral especialmente importante para la gestión de la memoria y de los estados afectivos, el hipocampo, que no tiene carácter transitorio sino persistente.

En concreto, el ejercicio físico parecía promover la producción de nuevas estructuras neuronales, así como el aumento de sustancias químicas que favorecen el hecho de que las células nerviosas establezcan más y mejores comunicaciones con otras. Así se explicaba, por ejemplo, que la cantidad de ejercicio físico realizado por los jóvenes predijese su funcionamiento cognitivo ulterior.

Los fenómenos que, según se sospechaba, estaban detrás de esta mejora cognitiva se conocen como neurogénesis (cuando se forman nuevas neuronas) o sinaptogénesis (cuando se forman nuevas conexiones) y venían siendo explorados desde que la premio Nobel Rita Levi-Montalcini descubrió el llamado factor de crecimiento cerebral en sus trabajos sobre el cáncer, que tuvieron como fundamento los estudios durante su juventud con embriones de pollo. De esta familia de sustancias, el representante más ilustre a día de hoy es el factor neurotrófico derivado del cerebro o BDNF, según sus siglas en inglés.

Este factor químico y otros descubiertos posteriormente han abierto la puerta a comprender mejor cómo pueden las neuronas reparar los daños que sufren a lo largo de la vida o recuperarse de las experiencias traumáticas, tanto bioquímicas como biográficas. Al mismo tiempo ha abierto otra puerta a futuros tratamientos para la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple o la enfermedad de Alzheimer, al permitirnos augurar un tiempo en que seremos capaces de suplir las neuronas que ya no realizan sus funciones para el movimiento o la memoria, entre otras.

Sin embargo en lo que nos ocupa hoy, la producción de los factores neurotróficos como el BDNF y la creación de nuevas estructuras de conexión neuronal son hechos tan relevantes porque han permitido ligar bioquímicamente el ejercicio físico con los efectos favorables que éste había producido ya en sujetos enfermos; por ejemplo, como complemento de los tratamientos farmacológicos de la depresión. Al menos, así lo revela el estudio que en breve será publicado por Michael E. Hopkins y su grupo de colaboradores del Darmouth College en Hannover.

Por tanto, es una saludable recomendación que cuando el tratamiento psicofarmacológico comience a dar resultados, el siguiente escalón de tratamiento incluya la introducción de ejercicio físico regular y balanceado, apropiado para el estado físico individual de la persona. Y que lejos de verlo como un consejo de buena fe, empiece a entenderse como una prescripción científica. Las mallas y las deportivas contribuirán al tratamiento antidepresivo no sólo para alcanzar la remisión completa de la depresión, sino también para prevenir o menguar las posibles recaídas.

Javier Sánchez García*. Médico psiquiatra y sexólogo. Salud y Bienestar Sangrial

Desde el clásico “Mens Sana in corpore sano” de Juvenal, durante más de veinte siglos ha sido un hecho común recurrir a las bondades del ejercicio físico como una forma de alertarnos contra una vida crecientemente sedentaria. Sin embargo, más allá de la experiencia personal de quienes practicaban ejercicio físico regularmente, hasta hace muy poco no hemos conocido qué cambios se operan en nuestro cerebro para explicar la mejoría anímica e intelectual permanente que se asocia a la práctica de un ejercicio físico adecuado.