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"Te has ganado una noche sin mí y sin mis amigas"
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EL REFUERZO NEGATIVO APLICADO A LA RELACIÓN DE PAREJA

"Te has ganado una noche sin mí y sin mis amigas"

Todos los viernes, D. recoge la casa, pone una lavadora, va a hacer la compra, limpia los cristales y le da un masaje en la espalda

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"Te has ganado una noche sin mí y sin mis amigas"

Todos los viernes, D. recoge la casa, pone una lavadora, va a hacer la compra, limpia los cristales y le da un masaje en la espalda a su pareja, P. Acto seguido, se ducha, juega una partida a la consola y, mientras ella celebra una cena en casa con sus amigas, se marcha de copas con sus amigos como premio al trabajo bien hecho: se lo ha ganado. A simple vista, puede parecer una frivolidad o una irresponsabilidad, pero P. asegura que funciona y que al menos, le asegura que por un día va a hacer lo que se le pide: "Me parece justo que si ha hecho lo que tiene que hacer pueda disfrutar de un rato para él. Así por lo menos cumple con sus deberes".

El mundo de la convivencia en pareja está plagado de compromisos

Aunque no lo sepa, lo que P. está aplicando es lo que en teoría conductista se considera un refuerzo negativo, es decir, la sustracción de algo no deseado (la cena con las amigas de su pareja) para garantizar la repetición de una conducta (llevar a cabo los quehaceres del hogar). El mundo de la convivencia en pareja está plagado de compromisos que han de afrontarse por el mero hecho de estar con otra persona: la familia y los amigos se duplican, hay que contemporizar con las necesidades del novio o novia, y ceder en ocasiones a planes no especialmente atractivos. Por eso se recurre con relativa frecuencia a este sistema de compensaciones, como ocurre en el caso de D. y su compañera, pues es una forma de devolver el equilibrio a una situación que se percibe como no deseada para intentar asociarla con algo positivo.

El compromiso, la fidelidad y la buena voluntad son los mejores motivadores, puesto que trascienden las necesidades fisiológicas, psicológicas y sociales y alcanzan las más importantes, que son las que tienen que ver con la realización del individuo. Sin embargo, el día a día es muy distinto, puesto que muchos otros factores se ponen en juego. Se dice que las pequeñas satisfacciones son las que garantizan una gran felicidad y de cierta forma es así: abnegarse para conseguir un objetivo inalcanzable y abstracto sin recibir recompensas, por nimias que estan sean, puede convertirse en una ardua tarea. Es entonces cuando quizá no sea mala idea premiar las buenas acciones de nuestra pareja.

Refuerzos y premios

Algunos psicólogos afirman que, aunque cada vez se hable más de los beneficios de la motivación interna, los premios y los castigos siguen siendo una herramienta útil, al menos en el corto plazo. Johmarshall Reeve, de la Universidad de Iowa, afirma en Understanding Motivation and Emotion que "siempre y cuando la recompensa sea lo suficientemente interesante, se puede llevar a cualquier persona a realizar casi cualquier actividad". "Mientras que gran parte de la elite intelectual lo niega y prefiere las nociones románticas del esfuerzo humano, refuerzan continuamente los éxitos de sus propios hijos", señala por su parte el profesor Stephen Ray Flora, otro defensor del conductismo, en The Power of Reinforcement.

La gente frecuentemente no hace lo que se le dice

Aubrey C. Daniels, psicólogo clínico americano y firme defensor de los refuerzos en el mundo de la empresa, iba aún más allá en Bringing Out the Best in People al afirmar que "la gente frecuentemente no hace lo que se le dice. Si fuese así, sólo comeríamos comida nutritiva, nunca beberíamos mucho y haríamos ejercicio regularmente. Siempre 'pondríamos primero al cliente, nos fijaríamos en la calidad, tomaríamos la iniciativa y lo haríamos bien desde el principio'". "Pero no es así", explica el psicólogo: "Hace años, llevé a cabo una encuesta informal y descubrí que los jefes gastaban alrededor del 85% de su tiempo diciéndole a los demás lo que hacer, pensando en qué decirles o decidiendo qué hacer". Pero, ¿se puede aplicar la lógica del mundo laboral a la de los quehaceres cotidianos?

Un intercambio justo

Considerar que todas las relaciones personales están sometidas en alto grado a este tipo de compensaciones y contrapartidas forma parte de la teoría del intercambio. De hecho, según un estudio realizado en la Universidad de Winsconsin a finales de los setenta, entre 500 universitarios, las relaciones que se perciben como desiguales en el esfuerzo que uno y otro ponen son perjudiciales tanto para el que se siente infravalorado como para el que en teoría sale ganando. "Aquellos hombres y mujeres que piensan que están obteniendo más de lo que merecen, se muestran incómodos. Se sienten menos contentos, felices, y más culpables", concluía el artículo. "Por supuesto, aquellos que sienten que deberían recibir más de lo que están obteniendo, se encuentran bastante decepcionados". Además, señalaban que aquellos que se sienten poco correspondidos tenían más probabilidades de ser infieles, como una forma de cobrarse por su propia mano lo que se les debe.

Una relación amorosa depende de que se obtenga algún beneficio con ella

De hecho, según los defensores de esta teoría del refuerzo, la vida en pareja está condicionada por este sistema desde un primer momento, al señalar que el nacimiento y el mantenimiento de una relación amorosa dependen de que se obtenga algún beneficio en la relación. Hay un grado de hedonismo relativamente egoísta en todo enamoramiento, señalan estudiosos como José Luis Sangrador, que lo explicita en la fórmula "quiero ser feliz, y para ello necesito al otro porque me hace feliz" recogida en su artículo Consideraciones psicosociales sobre el amor romántico. Aunque, al mismo tiempo, todos conocemos relaciones especialmente destructivas que se escaparían de esta visión racionalista del amor.

Premios que no funcionan a largo plazo

Utilizar un sistema de premios y castigos como modificador de conducta suele tener una mala reputación social por una razón muy sencilla: los niños más pequeños y los animales aprenden de esa forma.

Efectivamente, hay un cierto componente de obligación en este tipo de aprendizaje involuntario, pues se entiende que un adulto es lo suficientemente maduro para tomar sus propias decisiones y no ser condicionado por factores externos. Pero en nuestra vida real hay un gran número de reglas que se basan en dicho principio, como por ejemplo, el programa de puntos de la Dirección General de Tráfico (basado en castigos positivos) o los sistemas de incentivos dentro de la empresa (refuerzos positivos).

Otro problema es que esta visión parece limitar el libre albedrío del hombre, equiparándolo a los animales. Stephen Ray Flora se defendía de los críticos señalando que "el hecho de que los descubrimientos realizados en el laboratorio animal pueden aplicarse o no al comportamiento humano no es una cuestión de creencia, sino una pregunta empírica que debe ser respondida a través de la investigación", para concluir que los humanos respondemos a los mismos principios motivacionales que los animales, sólo que estos son mucho más difíciles de aislar e identificar en nuestra vida cotidiana.

Retirar el premio puede hacer desaparecer la conducta

Aun para los que confíen en este método, existen dos problemas: por un lado, como dice la teoría conductista, retirar el premio puede hacer desaparecer la conducta. Y por otro, más importante, que horada sensiblemente la motivación interna, como señalaron Mark K. Lepper y David Greene en el año 1978 bajo el nombre del "coste oculto de las recompensas", puesto que al contrario de lo que el sentido común podría pensar, parece ser que la motivación intrínseca y la extrínseca no son sumatorias, sino excluyentes: si se premia a alguien por hacer algo espontáneamente, tarde o temprano terminará haciéndolo por ese regalo y no por placer.

Sin embargo, como Johmarshall Reeve afirma en el ensayo anteriormente citado, "las personas que carecen de motivación al principio no la ponen en riesgo, ya que no se puede hacer desaparecer algo que no existe. Sin embargo, las recompensas pueden hacer que una actividad tediosa de repente parezca merecer la pena". Así que si a uno nunca le ha resultado vibrante poner el lavavajillas, difícilmente perderá motivación si al hacerlo se le da un pequeño masaje.

Amar sin recibir nada a cambio

Al mismo tiempo, muchas voces se han alzado contra esta visión de equidad ("doy en la medida que recibo") en las relaciones amorosas, en cuanto que representa lo peor de la sociedad capitalista. Así, Erich Fromm señalaba en su célebre El arte de amar (Paidós Ibérica) que dicha equidad es propia del intercambio comercial, y "significa no engañar ni hacer trampas en el intercambio de artículos y servicios, o en el intercambio de sentimientos". ¿Pero se puede aplicar a la relación romántica?

El principio sobre el que se basa la sociedad capitalista y el principio del amor son incompatibles

"Te doy tanto como tú me das, así en los bienes materiales como en el amor, es la máxima ética predominante en la sociedad capitalista", proseguía. "Tengo la convicción de que la respuesta a la absoluta incompatibilidad del amor y la vida normal sólo es correcta en un sentido abstracto. El principio sobre el que se basa la sociedad capitalista y el principio del amor son incompatibles. Pero la sociedad moderna en su aspecto concreto es un fenómeno complejo".

Todos los viernes, D. recoge la casa, pone una lavadora, va a hacer la compra, limpia los cristales y le da un masaje en la espalda a su pareja, P. Acto seguido, se ducha, juega una partida a la consola y, mientras ella celebra una cena en casa con sus amigas, se marcha de copas con sus amigos como premio al trabajo bien hecho: se lo ha ganado. A simple vista, puede parecer una frivolidad o una irresponsabilidad, pero P. asegura que funciona y que al menos, le asegura que por un día va a hacer lo que se le pide: "Me parece justo que si ha hecho lo que tiene que hacer pueda disfrutar de un rato para él. Así por lo menos cumple con sus deberes".