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Sherlock Holmes, una exclusiva de 125 años que llega a su fin
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LOS DERECHOS DE AUTOR SOBRE EL PERSONAJE HAN EXPIRADO EN ESPAÑA

Sherlock Holmes, una exclusiva de 125 años que llega a su fin

Pese a haber sido creado en el siglo XIX, Sherlock Holmes atraviesa en el XXI uno de sus mejores momentos. O, al menos, uno de los

Foto: Sherlock Holmes, una exclusiva de 125 años que llega a su fin
Sherlock Holmes, una exclusiva de 125 años que llega a su fin

Pese a haber sido creado en el siglo XIX, Sherlock Holmes atraviesa en el XXI uno de sus mejores momentos. O, al menos, uno de los más prolíficos.

La semana pasada aparecía Las violetas del Círculo Sherlock (ed. Suma), una novela en la que Mariano F. Urresti nos sumerge en una intriga detectivesca ambientada en la actualidad donde la figura de Holmes es a la vez inspiración, referencia y homenaje. El evento editorial coincide con la publicación en España de Sherlock Holmes. La conspiración de Barcelona (ed. Norma), un cómic de Sergio Colomino y Jordi Palomé, y acontece cuando el director británico Guy Ritchie estrena Sherlock Homes. Juego de sombras, su segunda adaptación cinematográfica del tema. Sherlock –la serie de la británica BBC, que acaba de estrenar su segunda temporada–, la película que prepara José Luis Garci o la última novela de Anthony Horowitz son otros ejemplos de la pequeña explosión holmesiana que nos depara el 2012. 

Este año se cumplen 125 años de la creación del personaje y si algo está claro es que Sherlock Holmes vuelve a estar de moda. Pero hay otro factor que ayuda a comprender esta revivida fiebre por lo holmesiano: en Europa, los derechos de autor que pesaban sobre el personaje han expirado. Sin propiedad intelectual vigente y sin tener que adquirir derechos de autor y de explotación, la fascinación que el público siente por este genio del siglo XIX se convierte así en un negocio muy rentable.

El detective que se comió a su autor

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Holmes ha cobrado vida y ha superado a su autor

El personaje de Conan Doyle, explica a El Confidencial, es “como el golem de Praga; ha cobrado vida y ha superado a su autor. Todo el mundo lo conoce, pero a muchos les costaría recordar el nombre del escritor que lo creó. Es algo que también le ocurrió a Lewis Carroll con Alicia en el País de las Maravillas o al creador de Peter Pan, J. M. Barrie; una consecuencia de la grandeza del personaje”. No en vano, Urresti apunta que “Holmes es uno de los pocos personajes de la literatura cuya silueta podríamos reconocer casi universalmente, junto a la de Don Quijote, la de Hamlet o la del conde Drácula”.

Urresti ilustra esta devoción del público por Holmes con una anécdota. Cuando Conan Doyle decidió que Holmes muriera en 1893, recibió hasta amenazas por carta. “Sus editores en The Strand Magazine –que publicaban las aventuras del detective en forma de relatos breves– le tuvieron que convencer para que retomara al detective. La leyenda dice que incluso la madre de Conan Doyle le retiró la palabra a su hijo”.  

La clave de su éxito, comenta Urresti, no reside tanto en su habilidad para resolver misterios como sí en sus contradicciones: “Holmes es admirable por su genio y su capacidad de deducción, pero también es un personaje lleno de sombras: es altanero, es incapaz de amar y somete a su amigo del alma, el doctor Watson, a poco menos que tortura psicológica. Especialmente cuando no tiene un caso que resolver, se convierte en un personaje autodestructivo y terrible”.

Inteligente, carismático y atormentado: un personaje universal

Aunque su cuño original fuera un personaje con pipa, lupa y gorra calada, el creado por Conan Doyle es un patrón que se ha reinterpretado en miles de ocasiones en la historia del cine y la literatura, y no en todas ha llevado el nombre de Sherlock. “Un ejemplo vigente –comenta Urresti– es el de Gregory House", protagonista de la serie homónima producida por Fox. 

Para crear a su personaje, Conan Doyle se inspiró en un profesor que tuvo en la universidad de Edimburgo llamado Joseph Bell House. Los creadores de la serie, a su vez, utilizaron el apellido del profesor como homenaje a Sherlock Holmes, pero no fue lo único. De hecho, comenta Urresti, “el House televisivo vive en el mismo número que Holmes –el 221B–, tiene un amigo similar a Watson –Wilson– y comparte con el detective varios atributos, como sus adicciones, su afición a la música y la relación de su genio con sus propios tormentos. Y su primera paciente se llamó Irene Adler, igual que el legendario amor platónico de Sherlock Holmes”.

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Aunque la gran contribución de Conan Doyle, comenta Urresti, fue sin duda al género detectivesco y, posteriormente, al policíaco y de espías. “Cuando Holmes dice de sí mismo que es el primer detective consultor del mundo, hay más verdad de la que Conan Doyle llegaría a imaginarse”.

Presentaba muchos atributos con los que al lector le gusta identificarse

Los detectives y policías de la ficción no sólo heredaron de Holmes su genio, sino también su cara menos amable. “Holmes en un personaje de talento intelectual brillante, pero todo lo demás en él eran ángulos oscuros”. Solitario, autodestructivo y poco hábil en las relaciones sociales, presentaba muchos de los atributos con los que al lector le gusta identificarse. Algo, según Urresti, en lo que juega un papel fundamental el personaje del Dr. Watson –que es quien retrata al detective en la mayoría de las ocasiones–, sin el que el propio Holmes no podría existir. “Holmes decía que Watson era la piedra donde él afilaba su inteligencia”. Watson representa un papel en la historia, pero también una réplica necesaria y punto de vista. “Es un personaje muy infravalorado, que se ha vulgarizado mucho posteriormente”, concluye Urresti.

Lo holmesiano, ¿canon, tradición o franquicia?

Aunque no todo en torno a Sherlock Holmes es consenso. Hace unos meses, Anthony Horowitz publicaba La casa de la seda (ed. Suma), una secuela oficial de las aventuras de Sherlock Holmes que daba pie a la revitalización de una vieja controversia: la legitimidad de considerar oficiales o autorizadas a historias protagonizadas, en realidad, por personajes universales.

En vida, un autor tiene la exclusividad de sus propios personajes, pero tras su muerte son sus herederos quienes pueden emitir la autorización para que un escritor lo reinterprete. Agatha Christie, por ejemplo, expresó en su testamento la intención de que nadie escribiera ninguna otra historia con sus personajes, por lo que ni Hércules Poirot ni Miss Marple han vuelto a protagonizar aventura alguna desde que su creadora falleciera. Los herederos de Ian Fleming, no obstante, sí han creado la franquicia Young BondEl Joven Bond– a partir del inmortal personaje de James Bond, que se ha traducido en cinco novelas sobre la juventud del espía británico, con su correspondiente beneficio editorial.

En el caso de Holmes, esta bendición de los herederos no deja de ser simbólica. En la mayoría de países ya no pesan derechos de autor sobre Sherlock Holmes. En España, por ejemplo, estos persisten durante toda la vida del autor y los 70 años posteriores a su muerte, que en el caso de autores nacidos antes de 1987 se extienden hasta los 80 años. Los que pesaban sobre la obra de Conan Doyle, que murió en 1930, dejaron de ser vigentes en 2010. 

En este caso, y dado su carácter autorizado, muchos especulan con que la nueva obra de Horowitz vendría a aumentar el llamado canon holmesiano y sería la primera –de las 4 novelas y 56 relatos que lo componen– no escrita por Conan Doyle y aun así, considerada canónica. Algo que ha irritado a algunos seguidores del inmortal detective, de por sí contrarios a muchas de las decisiones que han tomado los depositarios de los derechos sobre el personaje.

Los fans se consideran los verdaderos guardianes de su tradición literaria

El hijo de sir Arthur Conan Doyle, Daniel, ostentó los derechos de autor hasta su muerte, momento en que pasaron a su hermano Adrian y de él, una vez murió, a la hermana pequeña, Jean Conan Doyle. La viuda del primer hijo, no obstante, se los arrebató por vía judicial y fundó Baskervilles Investments Ltd., sociedad que acabó en ruina. El Bank of Scotland se hizo cargo de ella y vendió los derechos a un productor de cine norteamericano, que los perdió en Reino Unido cuando pasaron a ser de dominio público en 1980 pero los conservó en Estados Unidos gracias a la denominada Copyright Act de 1976; a los pocos años se los vendería de nuevo a Jean Conan Doyle, que a su vez habría de pleitearlos de nuevo contra una viuda, en este caso, la del productor.

No extrañe, en estas circunstancias, que el criterio con el que se han autorizado o denegado adaptaciones de Sherlock Holmes a lo largo de los años haya sido errático, poco artístico y en ocasiones, flagrantemente contrario al espíritu del personaje original. En medio de este culebrón, y hasta que los derechos de autor en Estados Unidos expiren en 2023, los fans de Holmes, que se consideran –quizás con razón– los verdaderos guardianes de su tradición literaria, no parecen dispuestos a dejar que una convención legal permita a novela alguna profanar a su reverenciado canon holmesiano.

Pese a haber sido creado en el siglo XIX, Sherlock Holmes atraviesa en el XXI uno de sus mejores momentos. O, al menos, uno de los más prolíficos.